Kim Jisoo, una chica de 20 años con una vida normal, cuenta con su trabajo en una cafetería, su propio departamento y con su mejor amiga Rose, aunque con una infancia trágica, quedando huérfana a tan solo 3 años de edad.
Kim Taehyung, un joven de 2...
No creía lo que sus ojos veían, dejó de escuchar todo a su alrededor cuando finalmente pudo distinguir el rostro de aquel hombre que entró a la habitación.
Taehyung.
Todo vestido de negro, furioso, parecía que sus ojos lanzaban fuego.
Y en eso ambos chocaron miradas después de tanto tiempo separados, la chica aún con sus ojos cristalinos quedó conmocionada, mientras que Taehyung suavizó un poco su mirada al observar el lindo rostro de su novia que extrañó tanto.
Pero de un segundo a otro sus ojos se oscurecieron cuando apreció todo el panorama y la posición en la que Jisoo estaba sometida y semidesnuda.
– P-pero, ¿qué... –
Suho no pudo siquiera terminar de hablar, ya que Taehyung lo jaló por el cuello de su camisa y lo azotó al suelo.
– ¡HIJO DE PUTA TE VOY A MATAR!
Se arrodilló encima de él y comenzó a golpearlo en el rostro con todas sus fuerzas, con su mano izquierda sosteniendo fuertemente la camisa de Suho y su mano derecha impactando en la mejilla contraria repetidas veces.
– ¡NUNCA VOLVERÁS A TOCAR A MI MUJER!
Detuvo sus movimientos solo para gritarle en la cara y comenzar nuevamente a golpear el rostro desfigurado del mafioso con sus nudillos, los cuales ya estaban manchados de sangre.
Suho escupía sangre, al igual que el líquido rojo bajaba de su nariz, que probablemente ya estaba rota. Para terminar, Taehyung sacó su pistola y con la misma lo golpeó en la frente, dejándolo inconsciente.
El pelinegro se levantó del suelo y rápidamente fue hacia la cabecera de la cama donde liberó a Jisoo de sus ataduras, ésta se encontraba con sus ojos bien abiertos y sus labios separados, pero sin emitir ningún sonido por el estado de shock.
Una vez libre, lo primero que hizo la pelinegra fue colocarse de rodillas en la cama y abalanzarse sobre Taehyung, pasando sus brazos sobre su fornida espalda para formar un fuerte abrazo. El azabache no tardó en corresponderle, sosteniéndola con fuerza de su cintura, atrayéndola más hacia él.
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– Ya estoy aquí, mi amor. – dijo el pelinegro dulcemente. – Estás a salvo.
El chico de pronto escuchó los sollozos de su novia, y sintió su pecho subiendo y bajando rápidamente, por lo que se separó de ella y acunó su delicado rostro en sus manos, observando aquellos ojitos color avellana llorosos, su carita empapada de lágrimas y sus labios temblorosos.
– ¿Estás bien? ¿Te hizo daño? – preguntó inspeccionando su cuerpo y rostro, la chica solo negó con la cabeza.
– T-tenía tanto miedo. – pudo articular Jisoo con su mirada baja. – C-creí que n-nunca te volvería a ver.
