Llegó el día de la mudanza. Heylan ya había firmado los papeles, el alquiler era de mil seiscientos dólares; era una barbaridad. Le dije a Heylan que me conformaba con algo más cómodo, pero como era de esperarse Heylan se negó.
Durante el transcurso desde que se firmó el contrato, Heylan compró muebles, electrodomésticos e incluso dispositivos: un televisor y una computadora. Prácticamente, me había llenado todo el lugar.
Lo único que tuve que trasladar de la casa de Heylan al departamento, fue una maleta de ropa, mi Mac, y obviamente a Tony, que, por suerte, el edificio aceptaba mascotas (eso fue lo primero que pregunté cuando adquirimos el lugar).
Heylan le pidió a Emilio para que vaya a ayudarnos a acomodar el inmueble, pero como era de esperarse, Emilio se rehusó inventando la excusa de que tenía que hacer un proyecto, por lo que optó por decirme "adiós" agitando su mano derecha.
"Adiós idiota" me hubiera gustado decirle. Lo único bueno en tener que mudarme, era que ya no iba a ver a ese imbécil homofóbico. No me iba a olvidar cuando escuché que Heylan hablaba con él y le dijo que me iba a ir. El maldito celebró diciendo que al fin ya no iba a ver un maricón en la casa. Bueno, en eso estaba equivocado, todavía seguiría viviendo con uno.
...
Eran las seis de la tarde cuando Heylan y yo terminamos de acomodar el lugar. Durante todo ese tiempo, no conversamos a excepción cuando tenía que darme indicaciones.
Tony ladraba y corría de un lado a otro, por lo visto, él era más feliz en vivir allí: me pareció extraño puesto que en la casa de Heylan tenía jardín y era mucho más grande, pero por alguna extraña razón, Tony amaba más ese sitio.
Cuando Heylan terminó de conectar el televisor en la sala, di por hecho que habíamos terminado. Heylan estaba inmóvil apoyando su espalda sobre la pared, cansado después de toda la jornada. Estaba tan guapo con su camiseta blanca y sus vaqueros ajustados.
Caminé hacia la mampara que daba hacia una vista hermosa al malecón. Me quedé viendo el sauce. Aquel escenario fue hermoso, era como en esos momentos en donde la vida se siente diferente.
De pronto, me di cuenta de que Heylan se unió a mí, colocándose a mi derecha, contemplando el sauce. Nos quedamos los dos allí por un rato. En el fondo de mí, quería decirle algo, quería cogerle la mano, quería abrazarlo.
Me quedé viendo su rostro, hasta de perfil se hallaba guapísimo. Era horrible saber que cuando Heylan saliera por la puerta principal, no lo volvería a ver. El dinero para mi sustento me lo iba a depositar en mi cuenta del banco, por lo que no existía motivo alguno para que nos volvamos a ver en persona.
"Mi Heylan".
Heylan se acercó a mí, estiró su cabeza y me dio un beso en la mejilla. Su barba picaba, sentí el olor de su perfume: un canela mezclado con vainilla. Sentir su respiración en mi cuello fue como si me pasara electricidad por todo el cuerpo.
—Buena suerte Aniel —me dijo.
A continuación, se fue caminando hacia la puerta. "¡No!". Me fui corriendo hacia él. Lo cogí de la camiseta. Heylan de inmediato se apartó empujándome con sus brazos.
—Aniel, basta.
—No me dejes, te necesito.
—Lo siento —dijo.
Heylan estaba a punto de darse la vuelta. Fue entonces cuando entré en pánico e hice lo primero que se me vino a la mente. Le cogí el miembro. Heylan jadeó. Sé que debí parar, pero no podía. Mi cuerpo tomó posesión de mí, ya no podía controlarlo.
—Aniel, para, por favor.
Les juro que quería hacerlo, ¿pero cómo? Era como si mi cuerpo estuviera en un modo de supervivencia, en el que haría cualquier cosa con el fin de retener a Heylan todo el tiempo posible. No podía irse de mi vida, ya no más.
Cogí el borde de su camiseta y se la remangué, dejando al descubierto sus abdominales. El elástico del bóxer cubría su "V" bien formada. Sus músculos se contrajeron, su pecho subía y bajaba a gran velocidad.
—Aniel por favor.
Le seguí subiendo la tela por su torso. Heylan ya no se resistió, levantó sus brazos para facilitarme el esfuerzo. Le saqué la camiseta, me agaché y les saqué las zapatillas blancas y después los calcetines. Heylan jadeó, parecía disfrutar cada movimiento que hacía. Le quité el cinturón de un movimiento rápido, le desabroché el pantalón y le bajé la bragueta. Cogí sus jeans y se los resbalé por debajo bruscamente. Tenía un boxer negro de Calvin Klein apretado, su erección sobresalía de la tela. Paseé mis manos por sus musculosas piernas hasta llegar a sus pantalones remangados y se los saqué por los pies.
La erección de Heylan crecía cada segundo. Cogí su bóxer y se lo descendí de a pocos. De inmediato, salió disparada su enorme erección. Le quité la ropa interior sin dejar de mirar su enorme pedazo de carne.
Heylan agarró de mi camiseta y me la quitó toscamente debido a lo fuerte que era. Me comenzó a desabrochar los pantalones, y yo lo ayudé a quitármelos junto con mis zapatillas y calcetines, y finalizando con mi bóxer plomo. Ahora ambos nos encontrábamos desnudos, mirándonos el uno al otro.
Él me cogió de la cintura, llevó sus manos hacia mi pene y lo comenzó a sobar hasta hacerlo más duro. Yo no aguantaba más. Lo cogí del pecho y lo empujé contra la pared, sostuve sus caderas y le di la vuelta: ahora veía su culo en frente mío.
Lo azoté.
Heylan soltó un gemido. Le di otro azote, y otro, y otro más. Su culo se movía de izquierda a derecha, ahora tenía un color más rojizo. Agarré su trasero con fuerza, y él se retorció. Su culo estaba dilatado, listo para penetrarle.
—Aniel, no tengo preservativo.
—Yo sí.
Menos mal que estaba preparado para la situación. Me agaché y busqué en el bolsillo de mi pantalón tirado. Saqué mi billetera y allí estaba un preservativo. Me lo puse a la velocidad del rayo, aunque me costó un poco debido a lo que grande que estaba mi erección. Mi cuerpo se encontraba caliente y mojado, sentía que me iba a correr antes de penetrarlo. Heylan se quedó tranquilo cuando se dio cuenta de que me puse el condón.
Acto seguido, por fin hice lo que por tanto tiempo anhelaba. Metí mi pene en su recto, Heylan y yo gemimos al mismo tiempo. Mis músculos se tensaron. Me atrevería a decir que nunca antes sentí un nivel tan grande de satisfacción. Mi corazón latía a gran velocidad.
Saqué mi pene con delicadeza, implorando que no le haga doler mucho, y se lo metí otra vez.
Adentro, fuera, adentro, fuera, adentro, fuera. Heylan estrelló sus brazos contra la pared mientras que ponía la cabeza hacia arriba soltando gemidos hasta más no poder. Heylan colocó su brazo derecho sobre su pene y lo comenzó a frotar con fuerza, al mismo tiempo que no dejaba de penetrarlo.
Ya sentía que estaba a punto de explosionar. Pequeñas gotas ya estaban saliendo. Quería seguir, pero sabía que era imposible, me iba a correr en cuestión de segundos.
—Me corro —advertí.
—Me corro —dijo Heylan al mismo tiempo.
Mi pene seguía adentrándose en su culo dilatado con un poco más de fuerza.
Ya no podía controlarlo más.
Mi chorro llenó el condón en cuestión de segundos. Heylan se descargó sobre la pared, dejando una enorme mancha. Fue espectacular, fue lo mejor que me ha pasado en estos últimos meses. Fue...
El cerrojo de la puerta sonó. La puerta se abrió de golpe. Emilio se quedó con la mirada estupefacta desde el umbral de la puerta.
"Carajo".
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Sufro escribiendo estas escenas, pero ni modo. Lo quiero y nuevamente gracias por leerme.
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HEYLAN
Mystery / ThrillerCuando Aniel queda huérfano al perder a su madre con tan solo 17 años, siente que su vida ha acabado, hasta que aparece Heylan Griffin, el ex novio de su madre: un abogado exitoso y atractivo, quien le da la oportunidad de vivir con él. Aniel intent...