III

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Lunes, Jisung

Decir que Jisung estaba nervioso sería quedarse corto de palabras. Si bien era cierto que la presencia de Seungmin el viernes, así como una salida que tuvo con este, su novio Jeongin y Felix— un extranjero con quien hicieron buenas migas— le había ayudado muchísimo a frenar el espiral de pánico que perder el cuaderno le ocasionó, eso no restaba que apenas puso un pie en la escuela los mismos nervios de un par de días atrás aparecieron nuevamente.

—Respira, ya verás que todo estará bien— Seungmin, la eterna voz de la razón y su mayor aliado en momentos así habló, sacándolo de sus pensamientos. Jisung volteó a verlo. El más alto portaba una sonrisa tranquila y ojos certeros, seguro de sus palabras.

Jisung le devolvió el gesto.

—Ya, gracias Minnie— chocó sus hombros en un acto de agradecimiento y complicidad, ampliando su mueca cuando Seungmin se quejó ligeramente sin perder aún su sonrisa.

—Sí sí, ahora apresurate que Cálculo es a primera hora y yo aún tengo que buscar a Jeongin.

—Aw, ¿le vas a dar su besito de los buenos días?

—Escucha, pequeña mierda— y así, ambos amigos se enfrascaron en su ya conocida rutina de fastidiar y molestarse mutuamente, las carcajadas del castaño resonando por los pasillos cual campanas, atrayendo unas cuantas miradas cuyos dueños sonrieron al escucharlas. La risa de Jisung era algo tan natural en el ambiente que su ausencia causaba desconcierto a todo aquel que conociera (personalmente o de vista) al cachetón.

Por supuesto, si Jisung o Seungmin hubiesen prestado un poco más de atención a quienes fijaban su mirada en ellos, se habrían percatado del estado de cierto pelinegro de ojos felinos, rojo de las orejas y tan embelesado por la presencia del más bajo que ni siquiera estaba escuchando a sus amigos.

Minho

Aquel sonido tan característico hizo eco en el ya atestado ambiente, robando la atención del muchacho y logrando que la vaga conversación entre sus dos mejores amigos pasara a segundo plano.

Le tomó un par de segundos, pero en cuanto enfocó su mirada sintió como las piernas se le volvían de gelatina: ahí, a tan solo unos metros y viéndose tan hermoso como siempre estaba Jisung, riendo a carcajadas por algo que el chico a su lado había dicho o hecho, sus preciosos ojos avellana como medias lunas y su perfecta sonrisa con forma de corazón derritiendo el suyo.

—...ho! ¡Tierra llamando a Minho!— una mano moviéndose frente a sus ojos fue lo que le sacó de su ensoñación. Volteando la cabeza, se topó con la mueca de impaciencia de Changbin y algo que parecía diversión en el rostro de Chan—. ¿Nos estás escuchando?

—¡Claro que sí! ¿Por quién me tomas?— replicó indignado, como si su estado no le delatase por completo.

—Ya, Changbin— intervino Chan—, ¿no ves que estaba muy ocupado observando al futuro amor de su vida?

Ambos muchachos rieron, sus risas volviéndose aún más estruendosas cuando Minho resopló indignado, volviéndose a su casillero y cerrándolo con más fuerza de la necesaria.

—Nos vemos en el salón.

—¡Eh, Minho! ¡Era chiste no te vayas!

Minho aceleró el paso avergonzado, escurriéndose con agilidad entre la masa de estudiantes hasta su aula. Suficiente castigo era que Changbin hubiese notado las constantes miradas que le daba al castañito y no dudara en contárselo a Chan, haciendo una rutina que consistía en molestarlo al menos una vez al día con ello (realmente no le molestaba, pero no dejaba de ser penoso que él, Lee Minho, que se caracterizaba por ser estoico y callado frente a todos se volviera una masita al pensar en su crush).

Mucha suerte tuvo que ninguno de los dos trogloditas reconociera el dichoso cuaderno, o no le habrían dejado en paz.

Minho suspiró. Esperaría hasta el primer receso para buscar a Jisung y poder entregarle su cuaderno al fin.

Jisung

La campana que marcaba las diez de la mañana y el fin del primer bloque de clases resonó con fuerza a través de las paredes del aula, interrumpiendo la explicación de la profesora Ahn y creando un murmullo general de alivio. En segundos, libros, libretas y lápices empezaron a ser guardados, y los estudiantes, deseosos de ser los primeros en la cafetería, empezaron a salir con rapidez del salón.

—¡Al fin! ¡Muero de hambre!— exclamó con una exagerada mueca Jisung una vez se colocó la mochila al hombro, Seungmin detrás de él.

—Ni siquiera porque desayunaste en tu casa antes de venir— replicó este con una mezcla de diversión y resignación—. Eres increíble.

—Lo sé, lo sé— Jisung empezó a reír ante las palabras de su amigo, pero estas se esfumaron cuando segundos después, al volverse hacia la puerta, se topó frente a frente con un Minho nervioso, libreta familiar en mano y mirando hacia todas partes menos a él.

El ambiente pareció congelarse a su alrededor, e incluso Seungmin guardó silencio.

—Minho hyung, hola. ¿Necesita algo?

—Yo, este... ¡no, no!— el mayor trastabillaba con las palabras, y de no ser por la situación en la que se encontraban Jisung sonreiría enternecido—. Es sólo que el viernes en mi casa noté que tenía una libreta que no me pertenecía entre mis cosas...

Oh dios, oh no

—Y q-quería saber si de casualidad era tuya— terminó de decir alzando el cuaderno hacia su dirección. Aquellas tapas azules llenas de stickers parecían reírse de Jisung y su mala suerte, pero si Minho notó su terror, no hizo comentario alguno.

¿La leyó? Ay no. Si dios existía seguramente se estaba riendo en esos momentos de él y su mala suerte.

—¡Ah, hyung! ¡Así que usted la tenía!— rió nervioso en un intento de disimular sus ganas de enterrarse vivo del estrés—. No me diga que la leyó, ¿eh? Eso es de mala educación.

Minho se puso aún más nervioso, si es que era posible, y si Jisung no lo conociera mejor juraría que estaba a un paso de desmayarse del pánico frente a ambos.

—¡N-No, claro que no!

—Ay, hyung, es una broma, no se preocupe— tal vez fuera el estado tan alterado del mayor, tal vez fuera idiotez o quizás una racha de valentía, pero sea como fuere Jisung cogió el cuaderno de las manos del mayor y, sacando el bolígrafo que siempre llevaba en el bolsillo de su camisa escolar, rápidamente garabateó algo en la última página, tendiéndole de vuelta el dichoso objeto a un confundido mayor.

—¿Jisung?

—Es para usted, hyung. Léala y podremos hablar— ni siquiera dejó responder al mayor cuando cogió el brazo de un sorprendido Seungmin y los arrastró a ambos hasta la cafetería, no deteniéndose sino hasta que este se zafó de su agarre, ya dentro del recinto.

—Jisung, ¿qué carajos hiciste?— sorpresa y preocupación pintaban todo el rostro del chico, y de no ser porque el propio Jisung estaba a nada de saltar del segundo piso seguramente se habría reído. Bueno, olvídenlo, sí que se estaba riendo.

—Firmar mi sentencia de muerte, eso es lo que hice— pronunció como pudo entre risas, inclinándose y sosteniendo su estómago como si le acabasen de contar la broma más divertida, y no casualmente le hubiese dado sus sentimientos en bandeja de plata a su crush de hace casi seis años—. Seungminnie, me voy a morir.

Santo cielo, ¿qué había hecho?

serendipia 「hanknow」 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora