Tercer día.

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─No me gusta la soledad ─suspiro el psicópata, mirando a un rumbo fijo, sin apenas mirar a la persona que estaba a su lado─ Es algo oscura, y vacía... donde no hay escapatoria. Lo entiendes, ¿verdad? Lo único que quieres hacer es enfrentar a la multitud que te ignora, gritar, patalear, y maldecir.


Ella no emitió sonido, a medida que observaba al muchacho que se sentó a su derecha hace cinco minutos.

El solo rió. Sin embargo, había algo extraño en su risa. Su carcajada no sonaba normal, no era común, ni tampoco grotesca.


─Creo que todos nos hemos sentido así ─concluyo.

Un psicópata y una suicidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora