Decimosexto día (II)

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Los ojos de la suicida brillaban, a punto de llorar, rojos, vivaces, embelesados y totalmente embriagados por la miranda contraria.  Aquel solo la observaba con las pupilas dilatadas y hambrientas. 

─Seamos normales,  compremos alcohol, nos escapemos de casa, veamos una mala película...

─Te amo ─dijo el psicópata abruptamente.

Un psicópata y una suicidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora