Ciento chenta y tres días antes de.
Agosto 9, 2013.
Felix miró al techo durante varios segundos en la oscuridad de la madrugada hasta que sus ojos ardieron y tuvo la necesidad de cerrarlos. Apretó la ligera sábana entre sus dedos y soltó un suspiro tembloroso: tenía miedo, tanto que fue incapaz de contener el llanto que lo estuvo persiguiendo desde el día anterior.
Lloró en silencio mientras se preguntaba qué tanto mal había hecho como para merecer el estado en el que se encontraba.
¿Pero existía alguien que podría culparlo por no ser lo suficientemente fuerte? No quiso intentar averiguarlo, porque él mismo era quien menos compasión se tenía.
Y lo sabía.
«Te deben poner un catéter, Felix», escuchó en su mente entonces. Las palabras no habían dejado de acosarlo desde que fueron dichas, y la imagen del delgado tubo que atravesaria su pecho hacia la vena central de su corazón no dejaba de aparecer en sus sueños. No estaba seguro de quién fue el dueño de las palabras, pero sí de que su poco esfuerzo en mantenerse con vida sin una hemodiálisis no había valido nada.
«Estuvimos intentando escapar de esto durante tantos años como para que nos atrapara justo ahora». Felix no necesitó que su madre hablara: su cansada mirada era suficiente como para que notara qué pasaba por su mente, y Felix quiso golpearse; regresar al pasado y obedecer las indicaciones médicas, pero no podía. Estaba en un presente sin opciones que él mismo había construido.
«Entrará a sala cerca de diez de la mañana». El recordatorio solo hacía que su interior se revolviera, porque no quería hacerse a la idea de tener que pasar por una hemodiálisis tres veces por semana porque sus riñones eran incapaces de hacer su trabajo. Prefería solo morir. «El funcionamiento renal está cerca de rozar el diez por ciento; necesitamos hacer algo ahora».
Quiso patalear, permitirse llorar con libertad y deshacerse de la vía intravenosa que le hacía doler la mano para así poder correr en busca de una muerte. ¿Pero cómo hacerlo sin ser egoísta con el esfuerzo de su madre? Felix no podía permitir que ella notara las pocas ganas que tenía de seguir viviendo, muchísimo menos cuando la mujer hacía el intento de descansar en el suelo únicamente por no dejarlo solo en el hospital.
Felix le debía su vida.
Una vida que solo ella quería conservar.
𖥸
Felix sorbió por la nariz de la forma más silenciosa que pudo y se removió en la camilla en un intento de conciliar el sueño.
—¿Felix? —escuchó y su cuerpo se congeló, incluso su mente detuvo todo el ruido mental para darle espacio a la nada. Mordió sus labios para evitar que más ruidos escaparan, pero fue en vano—. Soy Hyunjin.
Hyunjin, el chico que tenía una obsesión con sonreírle hasta a la solución salina. El que bromeaba con las enfermeras y actuaba como si no tuviera un maldito tubo clavado cerca del corazón. El que hablaba sobre su enfermedad como si relatara un cuento de fantasía. Y el que lo miraba como si se tratara de un perro lastimado.
Hyunjin, el chico de la camilla cinco.
Felix abrió los ojos y limpió sus lágrimas lo más rápido que pudo. Se maldijo por creer que nadie sería capaz de escucharlo si era de madrugada, pero más porque fue el otro chico quien lo descubrió.
No podía ser así de débil frente a él.
—Uhm, ¿estás bien? —Felix hizo un ruido que ni él mismo entendió, y entonces escondió la cabeza en el colchón, avergonzado—. ¿Extrañas a tu mamá? —No respondió—. A veces yo también extraño a la mía, pero estarán aquí... dentro de unas horas, cuando amanezca. —«No quiero ver a mi mamá»—. Oí que... Uh, bueno, sobre mañana. —Felix se tensó, pero Hyunjin siguió hablando—. Estarás bien, incluso mejor, estoy seguro.
«No lo sabes, no puedes estar seguro. ¡Cállate!».
Escuchó a Hyunjin suspirar y un movimiento de la camilla cinco. Fingió que su corazón no se aceleró ante la idea de tener a Hyunjin acercándose a él, y cerró los ojos con fuerza mientras apretaba las sábanas con sus dedos. Contuvo la respiración durante varios segundos con el objetivo de escuchar los pasos ajenos, pero, en su lugar, el latir de su corazón invadió sus oídos.
—Descansa, Felix —Hyunjin murmuró—. Espero que todo salga bien para ti.
Felix exhaló, pero no se atrevió a respirar con normalidad hasta minutos después; quizás por la culpa que había nacido en él tras ignorar a Hyunjin, quizás por el terror al mañana, Felix no lo sabía, pero, de nuevo, deseó que sus ojos no se abrieran nunca más.
«Lo siento».
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El Chico de la Camilla Cinco | Hyunlix [✓]
FanfikceFelix está cansado. Hyunjin aún está enamorado de la vida. La vida de Felix se encargó de demostrarle que la facilidad de una es un sueño. Hyunjin, por su lado, se aseguró de enseñarle que él podía ser dueño de su propia felicidad con solo una sonri...