Capítulo 4

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Seokmin alzó una ceja ante la cruda e inesperada analogía. Pero más que las palabras, lo que le sorprendió fue el tono amargo de su voz. Debieron utilizarlo en el pasado. No era de extrañar que se asustase de él.

Una imagen de Penélope le pasó por la mente y sintió una punzada de dolor en el pecho, tan feroz que tuvo que recurrir a su firme entrenamiento militar para no tambalearse.

Tenía muchos pecados que expiar. Algunos habían sido tan grandes que dos mil años de cautiverio no eran más que el principio de su condena.

No es que fuese un bastardo de nacimiento; es que, tras una vida brutal, plagada de desesperación y traiciones, había acabado convirtiéndose en uno.

Cerró los ojos y se obligó a alejar esos pensamientos. Eso era, nunca mejor dicho, historia antigua y esto era el presente. Soonyoung era el presente. Y estaba en el por él. Ahora entendía lo que Seungkwan quería decir cuando le habló sobre Soonyoung. Por eso le convocaron. Para mostrarle a Soonyoung que el sexo podía ser divertido.

Nunca antes se había encontrado en una situación semejante.

Mientras lo observaba, sus labios dibujaron una lenta sonrisa. Ésta sería la primera vez que tendría que perseguir a alguien para que lo aceptara. Anteriormente, ninguno había rechazado su cuerpo.

Con la inteligencia de Soonyoung y su testarudez, sabía que llevárselo a la cama sería un reto comparable al de tender una emboscada al ejército romano.

Sí, iba a saborear cada momento. Igual que acabaría saboreándolo a él. Cada dulce y hermoso centímetro de su cuerpo.

Soonyoung tragó saliva ante la primera sonrisa genuina de Seokmin. La sonrisa suavizaba su expresión y lo hacía aún más devastador.

¿Qué demonios estaría pensando para sonreír así?

Por enésima vez, sintió que se le subían los colores al pensar en su crudo discursito. No lo había hecho a propósito; en realidad no le gustaba desnudar sus sentimientos ante nadie, especialmente ante un desconocido. Pero había algo fascinante en este hombre. Algo que él percibía de forma perturbadora. Quizás fuese el disimulado dolor que reflejaban de vez en cuando esos celestiales ojos verdes, cuando lo pillaba con la guardia baja. O tal vez fuesen sus años como psicólogo, que le impedían tener un alma atormentada en su casa y no prestarle ayuda. No lo sabía.

El reloj de pared del recibidor de la escalera, dio la una.

- ¡Dios mío! -dijo asombrado por la hora-. Tengo que levantarme a las seis de la mañana.

- ¿Te vas a la cama?, ¿a dormir?

Si el humor de Seokmin no hubiese sido tan huraño, el espanto que mostró su rostro habría hecho reír a Soonyoung de buena gana.

- Tengo que irme.

Seokmin frunció el ceño...

¿Dolorido?

- ¿Te ocurre algo? -preguntó Soonyoung

Seokmin negó con la cabeza.

- Bueno, entonces voy a enseñarte el sitio donde vas a dormir y...

- No tengo sueño.

A Soonyoung le sobresaltaron sus palabras.

- ¿Qué?

Seokmin lo miró, incapaz de encontrar las palabras exactas para describirle lo que sentía. Llevaba atrapado tanto tiempo en el libro, que lo único que quería hacer era correr o saltar. Hacer algo para celebrar su repentina libertad de movimientos.

いまいましい | SeoksoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora