Capítulo 16

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Ninguno de los dos habló mucho en todo el día. De hecho, Seokmin evitó a Soonyoung constantemente. Eso, más que ningún otro detalle, le hizo imaginarse cuál era la decisión que había tomado.

Soonyoung tenía el corazón destrozado. ¿Cómo podía abandonarlo después de todo lo que habían pasado juntos? ¿Después de todo lo que habían compartido? No podía soportar la idea de perderlo. La vida sin él sería intolerable.

Al atardecer, lo encontró sentado en la mecedora del porche, contemplando el sol por última vez. Su rostro tenía una expresión tan dura que apenas si podía reconocer al hombre alegre que había llegado a amar tanto.

Cuando el silencio se hizo demasiado insoportable, le habló:

— No quiero que me abandones. Quiero que te quedes aquí, en mi época. Puedo cuidar de ti, Seokmin. Tengo mucho dinero y te enseñaré todo lo que desees saber.

— No puedo quedarme —le contestó entre dientes—. ¿Es que no lo entiendes? Todos los que han estado cerca de mí alguna vez han sido castigados por los dioses: Jasón, Penélope, Calista, Atolycus. —Lo miró como si estuviese aturdido—. ¡Por Zeus! Liam acabó crucificado.

— Esta vez será diferente.

Se puso en pie y miró a Soonyoung con dureza.

— Tienes razón. Será diferente. No voy a quedarme aquí para ver cómo mueres por mi culpa.

Pasó por su lado y entró a la casa. Soonyoung apretó los puños, deseando estrangularlo.

— ¡Eres un... testarudo!

¿Cómo podía ser tan insoportable?

En ese momento notó que el diamante del anillo de boda de su madre se le clavaba en la palma de la mano. La abrió y lo miró durante un buen rato. Estaba a punto de conseguir que el pasado dejara de atormentarlo. Por primera vez en su vida tenía un futuro en el que pensar. Un futuro que lo llenaba de felicidad. Y no estaba dispuesto a permitir que Seokmin lo echara todo por la borda.

Más decidido que nunca, abrió la puerta de la casa y sonrió maliciosamente.

— No vas a librarte de mí, Seokmin de Macedonia. Puede que hayas vencido a los romanos, pero te aseguro que a mi lado son unos enclenques.

Seokmin estaba sentado en la salita, con su libro en el regazo. Pasaba la palma de la mano sobre la antigua inscripción, despreciándola más que nunca.

Cerró los ojos y recordó la noche que Soonyoung lo convocó. Recordó lo que se sentía cuando no tenía conciencia de su propia identidad. Cuando no era más que un simple esclavo sexual griego.

Hacía mucho, mucho tiempo que se hallaba perdido en un lugar oscuro y temible, y Soonyoung lo había encontrado.

Con su fortaleza y su bondad había conseguido desafiar lo peor que había en él y le había

devuelto la humanidad. Sólo Soonyoung había percibido su corazón y había decidido que merecía la pena luchar por él.

Quédate con él.

¡Por los dioses!, qué fácil parecía. Qué sencillo. Pero no se atrevía. Ya había perdido a sus hijos. Soonyoung era el dueño de lo que le quedaba de corazón, y perderlo por culpa de su hermano... Sería lo más doloroso a lo que jamás se hubiera enfrentado.

Hasta él tenía un punto débil. Ahora conocía el rostro y el nombre de la persona que podría

hacerle caer de rodillas. Soonyoung. Tenía que apartarse de él para que estuviera a salvo.

Lo sintió entrar en la estancia. Abrió los ojos y lo vio de pie, en el hueco de la puerta, mirándolo fijamente.

— Ojalá pudiese destruir esta cosa —gruñó al devolver el libro a la mesita.

いまいましい | SeoksoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora