CAPITULO 4

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Arrugo la nota en mi mano y la lanzo en el cesto de basura junto con las rosas.

Recuerdo la nota y un escalofrío me recorre la espina dorsal.

No, no puede ser el. El murió.

Yo lo…

Salgo de mis pensamientos con el sonido de alguien tocando mi puerta.

La abro esperando no encontrarme con otra nota, pero encuentro otra cosa totalmente distinta o bueno alguien.

—¿Andrix?

—Hola Adri¿Cómo estás?

—bien.

—bueno, al grano. Te quería invitar hoy a cenar.

—Emm...¿A mí?

—sí, a tí.

—oh, lo siento pero es que estaré ocupada. Será otro día.

No sé porque le dije eso, porque la verdad es que no tengo nada bueno que hacer. Bueno, sí tengo que averiguar quién es  el de las notas.

—bueno, nos vemos por ahí.

Suspiro y vuelvo a entrar a mi habitación.
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A la mañana siguiente tomo mi ducha habitual y viene la enfermera con los medicamento, cuando se va voy a el armario en busca de unas zapatillas.

Salgo y me dirijo al pasillo que va directo al auditorio.

Hoy por la mañana nos avisaron que todos los pacientes tenían que ir ya que darán una información “importante” y algo sobre unos juegos de mesa entre pacientes para distraer la mente.

Cuando llego busco con la mirada a los chicos y veo a Laila haciéndome una seña con la mano.

Llego y los saludo a todos. Josh está como siempre con Antonella así que me siento entre Laila y Joshua.

—¿y Andrix?—le susurro a Lau para que solo ella me escuche.

—por ahí con Iván ¿Por qué?

—ayer me invito a cenar.

—¿¡Que!?- suelta un chillido de emoción que hace que nos ganemos varias miradas.

—¡Laila! Baja la voz.

—lo siento, me emocione—pone su mejor sonrisa de angelito.—¿y qué le dijiste?

—le dije que no.

Me encojo de hombros y ella me mira como si estuviera loca.

—¿pero es que te volviste loca?

—voy al baño, ya vuelvo.

—no te escaparas de esta conversación, Adrianne josefina Bernard.— Me señala con el dedo acusador y yo arrugo la nariz.

—yo no me llamo, Josefina.

—pues no me importa.

Sonrío y salgo de ahí.

Cuando regresó aún no ha empezado lo que sea que vayan a hacer.

Busco con la mirada a ver si reconozco su cara pero delante de tantos pacientes es casi ridículo.

—¿a quién buscas?—Escucho que preguntan detrás de mí, no hace falta girarme para saber quién es.

—no busco a nadie.

—claro, si me buscabas a mi, ya estoy aquí. A tu disposición—sube y baja las cejas y yo pongo los ojos en blancos.

DANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora