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Puedo sentir los acelerados latidos de mi corazón, mi garganta seca y el entumecimiento de los músculos de mi cuerpo. Puedo sentir mis mejillas temblar con cada paso, mientras camino por estas frías calles invernales.

La nieve cae, blanca y pulcra, sobre todas las superficies que mis ojos pueden ver. Y yo voy rápido, tanto como puedo, porque quiero llegar a casa antes de que anochezca.

Levanto la vista al cielo cuando noto que el ocaso está por terminarse. El cielo gris se pone oscuro, muy oscuro; será cuestión de minutos para que se vuelva completamente negro. El sol azul, con su místico halo turquesa brillante, va cayendo en el horizonte. Las estrellas, también azules, comienzan a aparecer, titilando, como luciérnagas en la lejanía.

Ya estoy por llegar al barrio, pero todavía necesito atravesar un par de manzanas, y la calle en la que me encuentro ahora está llena de altos edificios departamentales. Las ventanas, quiero decir, los ojos de estos edificios, me observan curiosos. Seguro deben preguntarse por qué me veo tan apresurado.

Ellos no lo saben, nadie lo sabe, pero necesito correr todas las tardes para escapar de la oscuridad de la noche.

La Señora Noche está terriblemente enojada conmigo desde el año pasado. No entiendo por qué, si yo no hice nada malo. Pero desde entonces me persigue. Cada que la tengo cerca, extiende sus manos, encrespa esos delgados dedos alargados y me muestra las garras. No ha podido atraparme nunca, porque he sido más rápido, pero me aterra imaginar lo que hará conmigo si lo consigue alguna vez.

Puedo verla ahora, detrás de mí, en el suelo. Crece a partir de las sombras de los edificios.

Ya no estoy caminando a prisa, ahora voy corriendo.

Corro, corro, y el viento es tan frío cuando golpea mi rostro que mi piel comienza a arder.

Siento que mi gabardina y mi bufanda son estiradas desde atrás, y con este hecho, me doy cuenta de lo cerca que estoy de ser capturado. No quiero voltear, porque sé que veré a la Señora Noche muy cerca de mí, intentando arrastrarme al infinito abismo de la Nada, de donde ella proviene.

Con el pulso a mil por hora, finalmente llego a casa. Me coloco rápidamente en el porche para usar mi llave y abrir la puerta, sintiéndome tranquilo porque he colocado lámparas de exterior por todas partes y la Señora Noche ya no puede seguirme hasta acá.

Atravieso el umbral y cierro de un portazo a mis espaldas. Adentro está iluminado, la amigable y protectora luz artificial me recibe.

Siempre dejo todas las luces encendidas para que la Señora Noche no pueda entrar.

Aquí dentro no hace tanto frío, pero la temperatura sigue siendo baja. No me quito la gabardina; solo la bufanda, la coloco en el perchero y me cambio los zapatos por unas pantuflas.

Camino hasta la sala, y me dejó cser en el sofá individual, sintiendo cómo todo el cansancio finalmente deja caer su peso en mis hombros.

Suspiro. Ha sido un día agotador.

Blue & Gray [VMIN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora