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Kokushibo azotó la puerta con fuerza y allí estaban el progenitor y vecino de su amado junto con los otros recién llegados. -Ustedes dos, hijos de puta. Se vienen conmigo.- Ambos hombres retrocedieron asustados negando con la cabeza y Kokushibo gruñó furioso. -No era una pregunta, y mejor que no me hagan enojar o la pasarán peor.-

Ambos asintieron aterrados y se acercaron hasta el demonio de seis ojos, sintiendo una enorme garra apoyándose en sus hombros ya que el pelinegro los sujetó con fuerza para que no escapen, aunque eso sería inútil. -Vamos a su nuevo hogar, donde pasarán la eternidad, malnacidos.- Gruñó teletransportandose a su sala de torturas. -Cuando termine con ellos intentaré contactarte mi amor.- Pensó el Tsugikuni.

Un peliplata abrió sus ojos arcoíris, se había quedado dormido en los brazos de su madre después de tanto llorar. Se refregó los ojos limpiando las lágrimas secas y se sentó en la nube viendo a su madre dormir plácidamente. Sonrió con ternura y se recostó a su lado abrazandola dispuesto a dormir otra vez.

-Disculpa...- Volteó al escuchar la suave y tranquila voz del patrón. -Douma hijo mío, creo que debemos presentarnos adecuadamente. Ven conmigo, te llevaré a un lugar muy lindo.- Extendió una mano hacia el con una amable sonrisa.

Douma lo miró algo desconfiado, ese sujeto parecía demasiado amable y sonriente, algo en el no le daba buena espina. Tal vez era porque su dulce sonrisa le recordaba a la de su vecino.

Asintió para no ser descortés y se levantó con cuidado de no despertar a su madre, tomando la mano del ojimorado, sintiendo lo suave y delicada que esta era, y su tamaño era similar al suyo, tal vez algo más pequeña, además la altura del hombre era menor a la suya, tal vez por unos diez o quince centímetros y su cuerpo se veía delgado y pequeño como el suyo.

Caminó por mucho tiempo con el pelinegro, no sabía a donde iba, pero el lugar estaba cada vez más solitario, incluso las nubes con montañas, cataratas, lagos, césped lleno de flores, etc ya no estaban. Solo habían nubes vacías y blancas como las aisladas que se encontraban para que alguien pudiera recostarse cómodamente.

Llegaron hasta un gran muro blanco con una puerta del mismo color. El ojimorado abrió la puerta moviendo su mano libre en el aire e ingresó a esta con el ángel nuevo, cerrándola también con su mano, chasqueando los dedos para que se echara el pestillo a la puerta. Al sentir a Douma tensarse y apretar levemente su mano rió con ternura. -Tranquilo hijo mío, solo es para poder conversar tranquilos, sin que nos interrumpan.-

Caminaron por una habitación blanca completamente vacía sin ventanas y Douma se sintió abrumado por tanto blanco, llevándose la mano libre a la cabeza. -Hemos llegado.-

Alzó la mirada viendo con curiosidad un árbol de manzanas que se encontraba en medio de la sala.

El patrón se sentó en el suelo de nubes apoyando su espalda en el árbol y sonrió dulcemente al menor, palmeando la nube en la que estaba sentado, justo junto a el. -Ven mi niño, hablemos tranquilos, sin que nadie nos interrumpa.-

Douma se acercó desconfiado y se sentó a su lado. -No sé... No sé de qué quiere hablar...- Mintió desviando la mirada al otro lado apoyando las manos en su regazo.

-Antes que nada, quería disculparme por haberte ordenado ir por el.- Sonrió amablemente apoyando una mano en el muslo más cercano de Douma. -Si sabía que habías sido manipulado por el nunca te hubiera enviado.-

-¿M-Manipulado?- preguntó Douma confundido e incómodo, tomando la mano del pelinegro para dejarla sobre su regazo.

-Así es.- Afirmó Kagaya en una mentira. -Los demonios son seres repugnantes y sin sentimientos. Es obvio que el te sedujo y manipuló con su labia. Pero no te preocupes...- Se acercó acortando el espacio entre el ángel de ojos arcoíris y el. -Yo si puedo darte un amor sincero.- Susurró acercándose peligrosamente a sus labios.

-¡No!- Respondió Douma asustado separándose de golpe poniéndose de pié. Al ver al mayor acercarse, retrocedió usando sus alitas para elevarse, viendo como el contrario hacía lo mismo. -¡A-Aléjese de mi!- Gritó Douma aterrado.

-Tranquilo hijo mío.... Únete a mí... Se felíz a mi lado... Seremos una gran familia... Mi esposa Amane, mis hijos, tu y yo... Ella ya duerme en otra nube y mis hijos comparten nube con ella. Tu podrías dormir conmigo en mi nube, la más grande y esponjosa de todas, siempre en la temperatura correcta, con niebla al rededor para obtener privacidad y sobre todo, mi compañía. Puedo tener más de mil años y tener esta horrenda marca morada por mi rostro y cuerpo, pero puedo hacerte el amor todas las veces que quieras y si quieres rudo seré rudo.- Lo acorraló contra la puerta y se inclinó lamiendo sus mejillas. -¿Qué dices hijo mío~?-

-¡DIGO QUE TE VAYAS A LA MIERDA!- Gritó Douma furioso arrancándose la aureola dorada la cuál partió en dos y se convirtieron ambas mitades en abanicos dorados, los cuales azotó contra viento, haciendo que el mayor saliera volando, clavando con hielos filosos su túnica blanca en la pared frente a el. -Oh no... ¿Qué hice...?- Sus manos temblaron y volteó a ver al patrón sintiendo sus ojos humedecerse. -¡P-Perdón patrón!¡No quise lastimarlo!¡P-Pero no me dejó otra salida!-

Kagaya gruñó furioso viendo con odio los arcoíris ojos de Douma, quién chilló asustado y corrió por todo ese inmenso paraíso, saltando a donde se había ido horas antes: A la tierra.

Kagaya se safó del hielo rompiendo su ropa y voló en boxers blancos sin importarle detrás de Douma. Intentó sujetarlo del cabello, pero el menor escapó de sus garras. -Mierda.- Siseó furioso. -¡YORIICHI!-

El pelirrojo se teletransportó hasta el mayor y se arrodilló ante el. -¿Si mi patrón?- Había logrado ver como Douma corría asustado lleno de lágrimas lanzándose al vacío y tras el iba el mayor.

-Traelo. El será mío.- Ordenó chasqueando los dedos y su esposa, más bien sirvienta, apareció al instante con una nueva túnica blanca.

-Pero patrón... Douma se veía realmente asustado, no creo que el también quiera estar con usted. Además el está enamorado de mi hermano.- Se puso de pie Yoriichi, preocupado por Douma, pero no quería ir a buscarlo porque sabía que si volvía estaría en peligro. Obviamente no moriría, pero sería torturado día y noche, incluso peor que su hermano.

Kagaya chasqueó los dedos y una mujer apareció entre sus brazos, siendo sujetada por las caderas por un brazo, mientras que con el otro la sujetaba por el cuello ahorcándola.

-¡UTA!- Gritó Yoriichi desesperado al ver a su amada esposa, dando un paso hacia ellos dispuesto a ir por ella.

Kagaya apretó el agarre en el cuello femenino y miró a la mujer con seriedad. -Hazlo o la mando al mundo intermedio.- Amenazó gruñendo ansioso por tener a ese pequeño y adorable peliplata sollozando entre sus brazos intentando detenerlo mientras lo embestía una y otra vez.

Yoriichi frunció el ceño y miró por última vez a su amada y adorada esposa Uta antes de lanzarse por el acantilado.

Amor Imposible [MichiDou] (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora