5. Aemond

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—Deja, yo puedo solo. —El pequeño Aemond le quitó el cepillo a su doncella, empezó a peinar sus cabellos platinados.

Sus manos temblaron al inicio, su corazón extrañamente latía con rapidez y sus mejillas se cubrían de rojo. Se le había informado sobre la invitación de su hermana a pasar la tarde en su torre junto con sus otros hermanos; no le interesaba entender la razón para dicha reunión, sino disfrutar de la libertad que tenía de ir con Rhaenyra -sin ser reñido o mal visto por su madre.

Fue por esa razón que le prestaba atención a su apariencia, quería lucir como el príncipe que era. Ató su cabello en una media cola, deslizó las arrugas en su traje y ordenó a su doncella untar la loción de lavanda con jazmines que le demandó al maestre Marel prepararle. Y a pesar de la mezcla exacta de la que su pequeño Lucerys tenía como aroma, no se asemejaba en lo absoluto. Le faltaba esa dulzura en la loción, esa sensación de frescura del verano que Aemond podría percibir cada vez que Lucerys se colgaba de su cuello.

Pero se conformaba, su aspecto era la de un príncipe gallardo y salido de los cuentos de hadas. Tenía como arma a su sonrisa y demandante aroma, su doncella se despidió de él y le concedió tiempo a solas, admirándose. No se consideraba un niño vanidoso, pero en estos momentos tenía la intención de dar una gran impresión -destacarse de sus propios hermanos.

Su corazón quería resaltar entre sus hermanos con los que compartían los rasgos Targaryen, que vieran las razones del porqué el pequeño Lucerys lo escogía para colgarse. De ahí que, sus manos fueran nuevamente a su cabello, a ordenar a sus mechones rebeldes que amenazaban con levantarse; pasando por alto la llegada de su hermano Aegon.

—No cabe duda de que compartes la misma estupidez con Heleana. —El que su hermano entrara a sus aposentos lo fastidió. Podía ser mayor y quizás el próximo en ascender al trono, no su dueño.

Debía recordar que estaba frente a un alfa prime, uno muy receloso con lo que consideraba que era suyo.

Aemond le gruñó en respuesta, volviendo su atención en el espejo.

—Solo iremos a la torre de Rhaenyra, no a una puta casa adinerada o a Dorne. ¿Qué tanta emoción podría darnos el compartir la tarde con ella?

—Aún si me molestara en explicarte, no entenderías. —El pequeño Aemond contestó, sintiéndose superior. Su hermano Aegon no disfrutaba de esta felicidad, su corazón estaba vacío y reclamado por la dura dedicación de su madre.

La sonrisa de Aemond enojó a Aegon, podían ser hermanos y el mayor miraba al pequeño como su enemigo. No solo contaba con la libertad de ser el segundo que él ansiaba, sino que le robó la suerte de nacer como un jodido alfa prime.

—Te pavoneas con altanería por ser un prime. —Aegon caminó hasta su pequeño hermano, lo tomó del mentón con dureza. Tenía ocho años, su fuerza era mayor y bruta. —. Pero poco o nada, te servirá tu casta. Eres el segundo hijo varón, siempre estarás bajo mi sombra; recibiendo migajas de amor y atención que yo no quiera.

—Mientes. —No había dolor en la mirada de Aemond, sabía que las palabras de su hermano no eran ciertas. Él tenía a Lucerys, a Rhaenyra y a Heleana. Ellos no le daban migajas de amor. —. A mí me quieren.  

— ¿Por quiénes? ¿Por la zorra de nuestra hermana y sus hijos bastardos? —Aegon soltó con burla, lo que enojó a Aemond. El pequeño Aemond no dudó en cogerlo de su traje, siendo tirado al suelo por Aegon.

El pequeño Aemond intentó levantarse, Aegon llegó a él antes de que lo consiguiera. Su hermano jaló de sus cabellos, deshizo la media cola que con empeñó armó, y tiró su liga al fuego de la chimenea. Esto para volverlo a tomar del mentón y marcar sus dedos en ella, la mirada de Aegon estaba ensombrecida por el desprecio.

LEGÍTIMO DERECHO [LUCEMOND]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora