🩸Cap 24🩸

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~Rydell~

Respira con calma. Todo está en tu mente mi princesa de la oscuridad. Las paredes no se cierran, no te aplastarán. Estoy contigo. Todos estamos contigo y te cuidaremos siempre.

Eso decía mamá cada vez que tenía un ataque de pánico. Como la extraño, ella sabe perfectamente que hacer en ese momento. Los ataques de pánico y ansiedad los e heredado de su parte, pero al pasar los años, ella ha aprendido a controlarlos y me ha enseñado como hacerlo, aunque... No esta funcionando, quizás porque es mucho más fácil cuando mamá esta a mi lado o papá.

La puerta de mi dormitorio se abre de repente, dándome un buen susto.

—Rydell, baja eso. —me ordena Íslam— baja el arma. —no recuerdo en que momento e tomado el arma, pero ahora estoy apuntando con ella a Íslam. Me estoy volviendo loca, toda esta situación me esta volviendo una persona irracional— ¡Mi princesa!, baja el arma, por favor. —da unos pasos hacia mí, pero, aunque sé que es Íslam, no puedo dejar de apuntarle— Mírame, yo no voy a hacerte daño, primero muerto antes de hacerlo. —levanta sus manos al aire y sigue caminando hacia mí.

—¡Detente! —le suplico— no puedo controlar mi cuerpo en este momento, no quiero hacerte daño. —mi visión se vuelve borrosa por las lágrimas.

—No me harás daño. —me mira tiernamente mientras sigue caminando— me amas, ¿Verdad? —asiento con mi mano temblando— mientras me ames, nada me hará daño, ni siquiera una bala. —sonrío.

—¿Acaso eres Superman? —su encantadora sonrisa aparece.

—Sí, y tú eres mi kryptonita. —se detiene frente a mí, con el arma justo sobre su pecho— ven a mis brazos y vuélveme un simple humano. —me arrebata el arma de forma inesperada y me abraza con fuerza. 

—Perdóname por todo lo que te hice. —le digo entre llanto, él acaricia mi espalda.

—No hay nada que perdonar. —me aparto para mirarlo a sus ojos azules, tan azul como la profundidad del mar— recuerdo todas las idioteces que hice en la otra Universidad. Te lastimé muchas veces y tú... Tú no me trataste con desprecio. Ni siquiera una vez.

—Eso es pasado. —recuesto mi cabeza sobre su pecho otra vez e inhalo su aroma, me encanta su perfume.

—Sí, así como lo que hiciste hace tiempo. —levanto mi cabeza y doy un paso atrás. Él no habla de Russó, lo sé por la forma en la que lo dice— ¿Dos ataques de pánico en un día?, Estás dejando que ese recuerdo te siga atormentando.

—Íslam, no es eso. —camino hacia mi cama y me siento.

—Sé qué lo es. Sabía que volverían esos recuerdos después de sepultar esos cuerpos, pero, Rydell... —se coloca frente a mí en cuclillas, sus manos están sobre mis muslos descubiertos por mi falda de cuero blanca— tú no los mataste, nada más nos ayudaste a cubrir los cuerpos.

—Pero ustedes... —coloca su dedo índice sobre mi boca.

—Rydell.—acaricia mis labios con su pulgar— no mataste a nadie en el bosque, y tampoco lo hiciste ese día en el estacionamiento. Solamente fué un accidente. Se metieron con la persona equivocada y pagaron las consecuencias.

—Yo lo hice, yo...

—Mi amor, no eres una asesina. Saca eso de tu cabeza y silencia esa estúpida voz que te lo dice. —se acomoda en la cama y jala mi cuerpo hacia él— cierra tus ojos y descansa. —besa mi frente— estaré aquí para cuando despiertes. —me acomodo en su pecho y antes de cerrar mis ojos, recuerdo algo.

Voces en el Bosque (En Revisión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora