𝑷𝒓𝒐́𝒍𝒐𝒈𝒐

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Era un día de celebración para todo el reino, pues Aemma, la reina, había entrado en labor de parto y a pesar de que todos creían que en su vientre—y esperaban— Que hubiera un varón, su gran sorpresa y desilusión fue que solo nació una preciosa ni...

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Era un día de celebración para todo el reino, pues Aemma, la reina, había entrado en labor de parto y a pesar de que todos creían que en su vientre—y esperaban— Que hubiera un varón, su gran sorpresa y desilusión fue que solo nació una preciosa niña, a la que nombraron Rhaenyra.

Pero eso no era todo.

— ¿Qué pasa Maestre? — preguntó preocupado Viserys, tenía en brazos a su hija pero veía a su amada esposa retorcerse del dolor en la cama—otra vez—.

— Viene otro en camino majestad.

— ¿Hay posibilidad de que sea un varón?

— Las hay majestad. — eso iluminó el rostro de Viserys, y aún con su hija en brazos se acerco a Aemma, rezando a los dioses que el bebé que estaba en camino fuera un varón.

Por el reino se escuchaban los gritos de la reina, gritos de dolor que aturdían incluso a los maestres que estaban a su lado ayudando a el nacimiento del próximo bebé.

Al cabo de unos minutos más, lo que parecieron eternidades para el Rey, un nuevo bebé se asomo de entre las piernas de la reina, se distinguían los pequeños y apenas salientes pelos platinados que su pequeña cabeza poseía.

— ¿Y bien? — preguntó impaciente Viserys.

— Es otra niña su majestad. — anunció apenado el maestre.

Viserys bajó la cabeza un tanto decepcionado, pero después cargó en sus brazos a su nueva hija, y cualquier pesar se le fue quitado de los hombros, la pequeña fue la primera en abrir sus ojos, para dejar asombrado a su padre pues llevaba unos preciosos ojos morados con pequeños toques verdes, los genes Arryn.

— Es hermosa, mis pequeñas princesas son hermosas. — dijo, para luego acercarse a su querida esposa y presentarle a sus hijas. — Mira cariño, ¿No son preciosas? Se parecen a ti, en especial esta pequeña. — señaló a la menor.

— ¿Tienen en mente algún nombre majestad?

— Daenyra. — dijo Aemma, mientras sostenía a esta misma en sus brazos. — Rhaenyra y Daenyra...

— Princesas Rhaenyra y Daenyra, excelente decisión sus majestades. — dijo el mastre mientras anotaba los nombres de las recién nacidas.

Todo el reino festejó por la llegada de las princesas, pues aunque esperaban un varón sentían el profundo amor que su rey les tenía a sus hijas.

En cuanto pusieron a cada una en sus respectivas cunas, los huevos de ambas eclosionaron, y aunque Daenyra solo hubiera tenido uno en su cuna, otro que se encontraba en las cuevas ese mismo día nació, y voló directo a la bebé, por lo cual Daenyra compartió su cuna con dos dragones.

Drogon y Sysmax

— ¡Hermano! — saludo Viserys a Daemon cuando lo vio llegar. — Ven a conocer a tus sobrinas. — extendió su mano a su hermano menor.

El accedió, y al llegar a las cunas de ambas, encontró a Aemma meciendo a una pequeña criatura en sus brazos mientras que la otra estaba dormida.

— ¿Quién es quién?

— Ella es Rhaenyra. — señaló Aemma a la pequeña que llevaba en sus brazos. — Y aquella es Daenyra. — señaló la cuna.

Daemon, con curiosidad, se acercó a la cuna, asomándose y encontrándose con una bebé muy pequeña que miraba con curiosidad a los pequeños dragones que en su cuna estaban, los cuales jugaban con ella.

— ¿Dos dragones?

— ¿No es fantástico? Nacieron el día en que ella nació, y ese pequeño llegó solo a ella, como si su madre los llamará. — sonrió orgulloso el Rey. — Cárgala.

— Es muy pequeña. — La reina rió.

Y después de mucha insistencia por parte de Viserys y de Aemma, Daemon cargó en sus brazos a la pequeña Daenyra, recibiendo gruñidos de los dragones.

La meció lentamente y caminó con ella por la habitación, Daenyra no lloró como era de costumbre cuando alguien que no fuera su madre la cargaba. Daemon paso unos momentos con ella, ya sea de pie o estando sentado en una amena plática con su hermano y la esposa de este.

— Majestad, el lord mano lo solicita de inmediato. — anunció el guardia, haciendo que Viserys se levantará.

— Ahora vengo.

Salió de la habitación dejando solos a la reina Aemma y a Daemon que seguía mirando a su sobrina y como está reía mientras acariciaba el rostro del mayor.

— Prométeme algo Daemon. — llamó su atención Aemma.

— Dime.

— Prométeme que serás su protector, Daenyra es la hermana menor, y si algo me pasa a mi o a su padre, a la única que salvaran o la que acogerán será a Rhaenyra, así que prométeme que serás su protector y que nunca la abandonarás.

Para Daemon era nuevo eso de hacer juramentos, sin embargo, al volver a ver a la pequeña de ojos mágicos una sonrisa decoró su rostro.

— Lo juro mi reina.

Y allí estaba él, diez años después yendo a visitar a su pequeña sobrina con regalos para ella.

Hola querida sobrina.— habló en alto Valyrio.

— ¡Tío! — la pequeña corrió a abrazarlo trepándose cual koala en él.

— Te he traído algo.

— Gracias tío, pero esta vez soy yo la que te tiene un regalo. — eso lo hizo reír.

— Veamos que me tiene la pequeña princesa guerrera. — la siguió a su habitación.

Al llegar lo hizo cerrar los ojos para luego ir a su mesa de noche.

— Puedes abrirlos tío.

Daemon hizo caso y se encontró con su sobrina ofreciéndole un anillo hecho de acero Valyrio con un dragón tallado de color rojo sangre.

— Como Caraxes.

Es bonito. — se lo puso en el dedo anular, notando que le quedaba a la perfección.

— Lleva tu inicial y...

— ¿Y?

— Y la mía... Espero que no te moleste, es decir yo te quiero mucho y... — sus palabras se enredaron y la hicieron ver tierna a los ojos de el príncipe.

— No me molesta en lo absoluto. — acarició su cabello y luego depositó un corto besó en su frente.

Daenyra sonrió feliz.

Sin duda amaba a su tío, y él a ella.

Por eso mismo, va a cumplir el juramento que le hizo a Aemma, asegurándose de que cualquier amenaza para la princesa Daenyra muera o...

Pagué con sangre y fuego.

"𝐀𝐬𝐡𝐞𝐬"  || 𝒟𝒶𝑒𝓂𝑜𝓃 𝒯𝒶𝓇𝑔𝒶𝓇𝓎𝒶𝓃Where stories live. Discover now