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—Es tan increíble verte de nuevo —dijo Seokjin estirando las mejillas de Jungkook, para comprobar que era real—

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—Es tan increíble verte de nuevo —dijo Seokjin estirando las mejillas de Jungkook, para comprobar que era real—. ¿Tal vez estoy soñando? —murmuró para sí mismo, formándose un par de arrugas en su frente.

—No estás soñando —Jungkook tomó con delicadeza la mano del más alto, que seguía en su rostro—. He regresado —le aseguró sonriendo.

A Seokjin se le notaba conmocionado. Seokjin, que ya no parecía el mismo chico de 23 años, se le veía maduro, y no podía ser confundido con un chico en sus tempranos veinte. Usaba lentes redondos, y vestía ropa elegante.

—Parece que me he perdido un par de cosas en estos años, ¿crees que me podrás poner al día?

El mayor asintió, sus ojos no habían cambiado para Jungkook, conservando ese brillo juvenil, que hizo que su corazón se sintiera cálido, y le fuera inevitable abrazarlo de nuevo.

No había pasado mucho tiempo para Jungkook desde la última vez que lo había visto, apenas un par de semanas,y aún así, se sintió como una eternidad sin saber de su amigo en todo ese tiempo.

—Yo fui el loco que te extrañé —se sinceró sobre su hombro, recordando lo que el mismo Seokjin le dijo alguna vez.

—Y yo —mencionó el mayor con voz temblorosa— nunca dejé de mirar al cielo, buscando a mi pequeño astronauta.

Jungkook lo abrazó con más fuerza, sonriendo. Finalmente, sintiendo que en todo el universo, encontraba el lugar donde pertenecía.

Él era su satélite y su hogar.

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Jungkook no podía borrar la sorpresa en toda su cara observando, lo que Seokjin le había dicho, era su habitación.

Después de empacar en una sola maleta sus pertenencias, incluyendo el diario, el astronauta había salido de la Base, en compañía de Seokjin.

El mayor tenía un carro propio, y aunque aún no le revelaba mayor detalle sobre su vida en esos ocho años, Jungkook podía inferir que le estaba yendo bastante bien, y eso le alegraba.

Fue un viaje de una hora en carretera, desde que dejaron Cabo Cañaveral hasta Orlando. El clima era bastante cálido y el cielo era azul, sin ninguna nube a la vista, Jungkook había bajado la ventana y el viento fresco chocaba en su cara, mientras los rayos del sol calentaban su pálida piel, lo que provocaba que sonriera relajadamente.

Por más increíble y espectaculares paisajes que había visto, esto era lo que en verdad atesoraría en la mente en su último aliento de vida.

Seokjin, al volante, de vez en cuando miraba a su joven amigo, sonriendo también al verlo con un semblante sereno. Siguió conduciendo en silencio, dejando que el menor tan solo disfrutara de un viaje a kilómetros por hora.

Era increíble cómo los mismos 60 minutos no representaban lo mismo, Jungkook lo había comprobado luego que ese corto trayecto concluyera. Los dos bajaron del auto una vez Seokjin condujera por un par de calles al interior de un barrio residencial, de casas similares.

—Esta es mi casa. —A Seokjin se le veía tímido cuando señaló una casa de dos pisos, con un inmenso jardín recién podado y con algunas flores coloridas que rodeaban un camino hasta la puerta—. Y también tu hogar —afirmó mirándolo.

Jungkook abrió grande los ojos, y las palabras que estaban por salir murieron en su boca cuando escuchó esto último.

—Es tu hogar —repitió, esta vez con mayor énfasis—. Por el tiempo en que decidas quedarte en este planeta, aquí siempre tendrás un hogar

—Seokjin, yo... —Sus ojos se le llenaron de lágrimas, sintiéndose vulnerable y a la vez confortado por su amigo—. Gra-gracias.

El mayor sonrió, alborotando su cabello azabache. Seokjin siempre fue el mayor entre los dos, aunque ahora, se sentía como un niño a su lado.

En la entrada había un tapete verde que le daba la bienvenida, y el interior de la casa estaba decorado con fotos, muebles, y el aroma a hogar.

—Ahora quiero que conozcas tu habitación —comentó Seokjin sonriendo.

—¿Mi habitación?

—Por supuesto, estuve años esperando por este momento.

Su ahora habitación era bastante similar a la de Seokjin en Corea, en la que tantas tardes él permanecía allí, como si fuera suya también. Los cómics que los dos leían estaban allí, los posters de películas en las paredes, y hasta algunos de sus libros favoritos. Era como una cápsula en el tiempo.

—Puedes cambiarla como gustes.

—Está perfecta así —dijo completamente sincero, mirándolo—. No tenías por qué...

—Eres como mi pequeño hermano, y verte tan joven, solo hace que quiera protegerte más.

El mayor se sentó en la cama e hizo ademán para que lo acompañara a su lado.

Y así, sentados uno al lado del otro, Jungkook suspiró pesadamente, dejando que las lágrimas cayeran silenciosamente.

Seokjin lo abrazó, el cuerpo del astronauta era dominado por temblores entre sollozos. El agujero en su pecho estaba abriéndose de nuevo.

Todo había cambiado a su alrededor, pero él seguía atrapado.

—Tan mal ¿eh?

Jungkook sintió los labios del mayor dejando un beso en su cabello.

—No, fue increíble, Seokjin. Solo que-. —Jungkook delicadamente se alejó de los brazos para mirarlo—. Si me vuelvo a ir, estaré perdiendo tu tiempo, y no creo poder soportarlo —dijo completamente honesto.

Seokjin permaneció en silencio por unos segundos, meditando sus palabras.

—El tiempo que perdemos cuando estamos separados, solo hace que este momento, tú y yo en esta habitación, sea el más valioso que tengamos. Y hay mucho que quiero mostrarte, cosas que dejé de contarte. —Soltó entusiasmado—, y también quiero que me relates todo lo que viste, el planeta que visitaste, cómo era el cielo, y si las estrellas se veían igual.

Seokjin suspiró para luego tomarlo de sus dos manos. Jungkook podía apreciar el brillo en sus ojos.

—No perdamos el tiempo lamentándonos por cosas que no podemos cambiar, en su lugar, hagamos que cada minuto cuente ¿No lo crees?

El pequeño astronauta asintió, mostrando una pequeña sonrisa.

Años después, Jungkook tendría tiempo para lamentarse, pero en ese momento, Seokjin era todo lo que estaba bien en su vida.


Florida, septiembre 1988.

The Little Astronaut [JJK+KTH]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora