𝗧𝗛𝗘 𝗤𝗨𝗘𝗘𝗡 𝗢𝗙 𝗘𝗩𝗜𝗟 － Evelyn siempre pensó que era una chica normal y corriente, como cualquier otro aldeano de Gavaldon.
Pero cuando uno de sus mayores deseos se cumple, su vida da un giro inesperado, descubre que no es una persona norm...
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☽ | EVELYN HOPPE
Termine de preparar una pequeña cesta con las pocas cosas que me pertenecían, salí de puntillas de mi habitación teniendo cuidado de que mi madre no estuviese despierta, y al ver que no era así salí rápidamente de la choza.
Me fui directa al bosque, el cual a esas horas de la noche estaba en completa oscuridad y silencio, lo único que se escuchaban eran los cantos de algún que otro grillo y mis pies chocando con las hojas secas del suelo.
—¿Soph? ¿Que haces aquí?— Pregunté al ver una cabellera rubia en la salida de Gavaldon.
—Lyn, creo que hemos pensado en lo mismo— Soltó una risa casi inaudible, pero llegue a escucharla.
—¡Al final si que os ibais a escapar!— Un grito hizo que diéramos un salto del susto, pero al girarnos vimos que solo era Agatha.
—Aggie, lo siento...— Dijimos Sophie y yo, después de eso un ruido raro se escuchó, mezclado con el de el aire chocando con las hojas.
—¿Que ha sido eso?— Pregunto Agatha en un susurro.
Sophie y yo miramos el cielo, este se estaba convirtiendo de un color rojo sangre, y las nubes se movían poco a poco dejando ver la luna.
—El cielo rojo...
—Está pasando— Termine la oración de la rubia.
Nos movimos buscando algo o alguien, hasta que detrás de unos arbustos nos encontramos con una neblina con ojos rojos que nos miraba fijamente.
—Chicas... Tenemos que salir de aquí— Se acercó a nosotras con cuidado.
—Aggie, esto es lo que había deseado— Dijimos Soph y yo a la vez y nos miramos sorprendidas.
—¿Que?— murmuró.
Otro ruido sonó y cuando miramos para donde estaba la neblina esta dio un salto hacia sophie y hacia mi y nos cogió de los brazos.
Nos arrastro por todo el bosque mientras yo sonreía emocionada, por fin mi deseo se cumplió.
Agatha corría detrás nuestra sin parar, hasta que de un momento a otro se tiró al suelo agarrándose como pudo de nuestros brazos, intentando que esa cosa nos soltara.
—¡Aggie no! ¡Suéltame por favor!— Pedí gritando.
—¡Ni hablar! ¡Juro que nunca te soltare!— Grito ella en respuesta.
