Tenía que tomar una decisión, seguir mi camino a las tierras libres donde tal vez podría empezar una nueva vida o dirigirme a Dragonstone.
En cualquier caso, ya los había traicionado y su venganza era algo seguro.
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Lucerys Velaryon...
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Sentí un leve tirón en mi mano haciendo que volviera a la realidad, Lucerys se quejo de que no le prestaba atención, me disculpe y volvió a empezar de nuevo. Ya me acostumbre a pasear con el príncipe Lucerys de la mano, al parecer le brindaba tranquilidad el contacto físico. Era extraño para mi, pues no me producía el mismo sentimiento, pero podía tolerarlo por él, me agradaba. Contaba como su madre ya había dado a luz y que junto a Jacaerys ya eligieron un huevo de dragón para el bebe, eso me intereso. Se quejo de que no lo habían dejado cargar a su recién nacido hermano, después de que su madre llegara de presentárselo al rey y la reina.
Eso ya lo sabia al escuchar como Alicent junto a Ser Cristo cuestionaba la legitimidad de los hijos de la heredera al trono. También escuchaba como la reina se refería a los príncipes como “salvajes”. Pero conocía a los niños Velaryon y son lo contrario; educados, respetuosos y amables. Claro, cuando no se dejaban influenciar por Aegon. En todo caso, solo eran rumores que no cambiarían la posición importante de los príncipes. Prefería ignorar esas cosas.
Devolví mi atención al pelinegro que hablaba a mi lado sobre los pequeños accidentes que le habían pasado en el corto tiempo en el que no nos habíamos visto.
—¿Y tú que hiciste mientras tanto? —Soltó deteniendo su charla.
Eso me gustaba de Lucerys, me hacia sentir importante. Cuando me preguntaba sobre lo que pienso y hago, o se reservaba a platicar sobre su día hasta que estuviéramos juntos. No importaba que tan parlanchín llegara a ser, tarde o temprano se interesaba en mi. Por eso me agradaba su compañía.
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Note como Luke y Aegon se daban miradas cómplices soltando risas traviesas. Eso no podía significar nada bueno. Aemond también lo vio, pero solo puso los ojos en blanco para después ignorarlos. Justo iba a cuestionarlos cuando Vermax, el dragón del príncipe Jacaerys fue traído hasta nosotros para que su jinete lo entrenara. Apenas lo vi me olvide de todo. Puse toda mi atención en el animal junto a Luke y Aemond. El mayor solo bostezo por el aburrimiento.
Era en mayor parte de color verde, pero bajo sus alas y los picos que sobresalían alrededor eran de color rojo. No era tan grande y aun así quedábamos muy por debajo de el. Los DragonKeepers le quitaron sus cadenas y el animal se acerco a nosotros. Comenzaron a guiar a Jacaerys sobre que ordenarle al dragón, pero este lo desobedeció al ver como pusieron un borrego como carnada.
Eso me saco una sonrisa, los dragones eran descritos como seres indomables y poderosos. Y lo había comprobado al ver como entrenaban a los jinetes. Hacían que la persona creara un vinculo con el dragón, como si de amigos se tratase y según los libros, los dúos mas poderosos entre jinete y dragón eran por su conexión.
Los cuidadores interpusieron un palo entre Vermax y el borrego haciendo que el dragón se quejara. Jacaerys miro emocionado a su maestro y le pidió permiso para dar la orden. Cuando lo permitió el príncipe se giro a Aegon que lo incito a hacerlo con un ademan. Parecía que no podían hacer nada sin su aprobación. El maestro le dio una palmada al pelinegro para que se concentrara en su tarea. Dio unos pasos al frente y aun emocionado pronuncio la tan celebre palabra.
