Una profesora había faltado y no habíamos tenido la suerte de que el siguiente nos adelantara su clase para salir temprano, por eso tuvimos una hora libre. Así que, con los chicos, nos quedamos charlando en nuestros asientos.
—Dicen que el domingo van a abrir 'El Cerrito' —comentó El Abuelo emocionado—. Podemos ir y parar un rato en los miradores, pero temprano porque a la noche van las parejas —pronunció en tono picaresco.
—¡Ah! Como sabes vos —bromeó Mati.
—No, no, no —negó con el índice—. El actual me invita cuando tiene casa sola, no hace falta El Cerrito, ni el parque —presumió.
—¿Quién es? —pregunté curiosa.
El Abuelo tenía varios secretos, de los cuales nosotros sabíamos unos pocos. Como por ejemplo, que solía juntarse con algunos chicos en esos lugares. Sabía que una vez había tenido problemas con la policía, por eso, que casi se lo llevan detenido por agredir al yuta que lo sorprendió con su pareja.
Por eso tenía mala fama por agredir policías, pero nadie sabía bien qué había hecho, solo nosotros y los pocos amigos que tenía fuera de la escuela.
—Es uno que no conocen —dijo rascándose la nariz—. Bueno, el sábado subamos al Cerrito, ya que lo arreglaron y remodelaron. —Cambió de tema.
Con Mati estuvimos de acuerdo con nuestro amigo, por eso quedamos con que iríamos a la tarde en las bicicletas; cada uno llevaría algo para comer y también beber. Me entusiasmaba la idea de disfrutar de la naturaleza y las vistas del cerro con mis amigos.
Mientras conversábamos en el aula se escuchaba el típico bullicio de escuela, algunos charlaban como nosotros y otros hacían estupideces al frente como Thiago y Nacho que jugaban al fútbol con una pelota de papel. Natalie estaba sentada viéndolos y conversando con Pilu, Milagros y Cami; de a ratos se reían y Nati como siempre se veía preciosa...
—Hoy no voy a ir a gimnasia. —Miré a los chicos y vi como ambos abrieron los ojos.
—¿Cuántas veces has faltado? —Mati preguntó un poco preocupado.
La verdad que si seguía faltando me iba a llevar la materia y sería bastante ridículo de mi parte llevarme educación física. Pero no quería recibir más insultos por parte de Mili por no saber jugar bien al vóley. Además, tenía otro motivo para faltar.
—Hoy voy a ir a almorzar con David. —Apreté los labios, sintiéndome un poco nerviosa—. Mi mamá me pidió que hablara con él —suspiré recordando la charla que tuvimos—. David quiere reconstruir nuestro vínculo.
—Bueno Verito, tené cuidado, a pesar de todo es casi un desconocido —advirtió el Abuelo.
—Sí, si querés vamos a andar cerca —Mati agregó.
El corazón se me estrujó otra vez al ver cómo mis amigos se preocupaban. No sé qué sería de mí sin ellos, por eso estaba tan agradecida con la vida por haberlos puesto en mi camino.
—Tienen que ir a gimnasia, pero cualquier cosa los llamo. Todavía tengo crédito.
Nos pusimos de acuerdo, porque ellos no confiaban en David. Yo confiaba en él y mi mamá también, por eso me había sugerido que almorzara con él después de clase. Según ella, el hombre tenía mucho para hablarme y a pesar de no mostrarme entusiasmada debía admitir que en el fondo si quería ir a escucharlo... Y por fin compartir algo con él.
A la salida de la escuela la mayoría fue al patio donde estaban las canchas para entrar a la clase de educación física. Yo me sentí a gusto por no tener que soportar esa clase y salí de la escuela con los demás de otros años.
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Aquel último año
Teen FictionA Verónica Leiva le entusiasma empezar su último año de secundaria, su objetivo es disfrutarlo a más no poder junto a sus mejores amigos y el próximo año marcharse a la universidad para comenzar una nueva etapa. Cuando las clases están a punto de e...