Capítulo 3

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Mamá está angustiada.

Papá no tanto.

La comida se hizo incómoda, cada quien llegó a la mesa cuando le dio la gana, nadie hizo comentarios, apenas nos mirábamos los unos a los otros.

—Una boda no puede pararse así por así —comentó mi madre, pasando una mano por su rostro, tratando de quitarse de encima el agobio—. ¿Qué tenía el príncipe de Suecia en vuestra contra?

Oh, maldición, ya sé por dónde está yendo esto y no me gusta en absoluto.

—No lo sé —murmuré por lo bajo.

—¿No lo sabes o no quieres que nosotros lo sepamos? —inquirió, molesta—. Elsa, como me entere de que te entregaste a Richard o algo así, te juro que te desheredo. Olvídate del trono.

Solté los cubiertos al instante, levantando la mirada cargada de indignación. Claro, todo era tan fácil como echarme a mi la culpa.

Los matrimonios no se paran como en las películas, la única razón para detener una boda es con una denuncia. Si se presentaba una objeción, el procedimiento es detener la ceremonía y la persona que ha denunciado debe presentar alguna prueba legal de que alguno de los contrayentes está casado o está siendo forzado al matrimonio en contra de su voluntad. Por lo que no logro entender que ha pasado, yo no estoy casada, él tampoco... Y ninguno de los dos está siendo forzado a casarse, ¿qué diablos había presentado entonces como prueba para hacer esto posible?

—Creo que estás hablando de más —advirtió mi padre, mirándola con una ceja arqueada—. Parece mentira que no conozcas a tu hija, ella no sería capaz de hacer algo así, ya lo sabes... o deberías de saberlo.

—Yo ya no sé nada, lo único que sé es que todo se ha ido por la borda —dramatizó, levantándose de la mesa para irse del comedor.

Papá me miró y negó con la cabeza, como si no tuviera remedio. Él me comprendía, era la única persona en el mundo que lo hacía. No estaba feliz por el matrimonio, ahora se le notaba relajado, como si se hubiera quitado un peso de los hombros.

Ulrik había sido un buen chico todo el tiempo, pero papá siempre lo miraba con aires de desconfianza, con el paso de los meses fue en aumento. Mamá decía que eran los típicos celos de padre, pero a mi siempre me pareció que había algo más.

—¿Has tenido algo que ver? —pregunté—. Papá, quiero que seas sincero.

—No, Elsa, no he hecho nada para impedir ese matrimonio. Bien es cierto que yo no estaba de acuerdo, pero tú tomaste la decisión de casarte y yo la respeté —me hizo saber.

—Richard es tu amigo.

—Conocido —corrigió—. Como cualquier otro monarca.

Tomé aire para después expulsarlo en forma de suspiro. Me sentía emocionalmente agotada. Habían pasado muchas cosas en un solo día, deseaba irme a mi habitación, encerrarme y no salir nunca más de ella.

—No me he acostado con él —susurré—, sé que mamá piensa eso, pero no ha pasado... Solo hablamos en dos ocasiones.

—Lo sé, Elsa, no tienes que darme explicaciones —sonrió de lado—. Tiene que haber algo más, pero no por tu parte sino por la de Ulrik, quizá deberíais de hablar.

—¿Crees que está casado con alguien más? ¿Que se casa por obligación? ¿Que está metido en aguas turbias? Estoy confusa, papá...

—Lo investigué, pero te prometo que en su historial no había nada relevante, quizá debería de volver a hacerlo y asegurarme por mi cuenta.

Vuelvo a suspirar. He convivido meses con un tipo que quizá tiene secretos oscuros y o oculta algo importante. Magnífico por mi parte. Deberían de darme un aplauso.

—Iré a verlo, es lo mínimo —digo al levantarme.

—No irás sola, después de lo de esta mañana...

—Ya —hice una mueca, después de esta mañana sería difícil andar sola por ahí porque la prensa estaría como loca y no tardaría en sacar conclusiones.

Yo no quería conclusiones, quería soluciones, y estaba muy lejos de ellas.

Até mi cabellera rubia en una coleta y fui a por mi abrigo antes de salir, fuera me esperaban ya dos de los guardias reales a mi disposición. La dirección de Ulrik se la sabían de memoria, así que ni siquiera me preguntaron, simplemente me llevaron allí.

Un audio negro que no pertenecía a Ulrik estaba estacionado frente a la puerta de su casa. Era lujoso, como los de la realeza.

—Podéis esperar aquí —le indiqué a los guardias en cuanto salí del coche, caminé hasta la puerta y toqué esta. No tenía llaves, tampoco él las tenía de la casa real, aunque la situación no fuera la misma.

Mordí mi labio con impaciencia hasta que esta se abrió, Ulrik estaba tenso al otro lado, pero no era el único individuo allí. Por las escaleras bajaba Richard, acomodándose el traje, con una sonrisa de labios pegados. Me miró sin disimulo y pasó por mi lado, sin saludarme a mi, sin despedirse de él.

Abrí la boca pero no fui capaz de decir nada, en su lugar me giré para verlo entrar en el audi, a mis espaldas se escuchó un carraspeo.

—¿Qué haces aquí?

—No, ¿qué hacía él aquí? —cuestioné—. ¿Es amigo tuyo? ¿Le has mandado tú parar la boda porque no querías casarte conmigo?

—¿Qué? ¡No! Por supuesto que no —tomó mi rostro con mis manos casi con desesperación—. No hay nada que desee más que casarme contigo, lo de hoy fue...

—Una mierda.

—Si —suspiró, apoyando su frente con la mía—. No he podido averiguar la razón por la que se le permitió detener la boda, si estaba aquí es porque quería conversar con él y que me dijera algo, pero fue en vano. Ese tipo es frío y arrogante. Será un jodido déspota cuando reine.

Mis ojos se cerraron e internamente maldije todo: al príncipe heredero de Suecia, a la boda y también a hombre que tenía delante.

—Estabas preciosa con el vestido —susurró.

"El vestido es hermoso, por cierto, creo que a partir de ahora el blanco es mi color favorito."

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