Capítulo 4

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No podía dejarme llevar por unos ojos bonitos y unas palabras encantadoras, al menos no hasta que supiera lo qué había pasado.

Por mi parte estaba muy tranquila, yo no había fallado, mi expediente estaba más que limpio y no tenía ninguna carga de conciencia.

—Si por lo que sea descubro que me estás mintiendo...

—Elsa —me interrumpió, negando con la cabeza como si yo estuviera delirando—, creo que estás de los nervios por lo que ha pasado, te vendría bien descansar y no pensar demasiado en ello. Podremos solucionarlo, siempre podemos.

Yo no estaba de los nervios. Yo estaba desconfiando de quien se supone que nunca me iba a traicionar.

Pero la vida da muchas vueltas, ¿no? Y nunca terminamos de conocer a las personas de verdad, porque solo muestran esa parte agradable que quieren que nosotros veamos para así confiar. Eso me había pasado a mi, eso le estaría pasando también a muchas otras personas.

Le gente es mala por naturaleza. No digo mala en el sentido más oscuro de la palabra, lo digo con un razonamiento lógico detrás. Mala porque oculta cosas todo el tiempo para obtener sus propios beneficios. Mala por mentir. Mala por el chantaje emocional. Mala por desear a lo callado cosas que no debería. Mala porque si, porque le apetece serlo. Eso de que "los monstruos se crean" es muy de Disney y esta es la jodida realidad.

—Ulrik, nunca he hablado tan en serio —murmuré, quizá en un tono amenazante—. Papá va a investigar, si encuentra algo en tu contra...

—No va a encontrar nada.

—¿Puedes dejar de interrumpirme? —gruñí—. ¿No te han enseñado que a las princesas se les tiene que dejar hablar? Bueno, a cualquiera, pero en especial a las princesas.

Eso, Elsa, hazte la arrogante.

Sus cejas se elevaron, no se esperaba la contestación para nada, yo tampoco pero me había salido de manera natural y no pensaba disculparme por ello.

—Disculpe, majestad —respondió con un tono irónico.

—No te burles, no es el momento —resoplé.

—Venga, no te pongas así —susurró, acariciándome las mejillas con sus manos—. Entiendo que estás estresada porque nos han arruinado la boda, pero eso no significa nada.

—Significa muchas cosas —dije, poniendo mis manos sobre las suyas—. Significa, por ejemplo, que has hecho algo no suficientemente grave como para que no pudiéramos casarnos. Dime, ¿acaso estás casado con alguien más? ¿Tuviste alguna conversación donde dijeras que no deseabas casarte conmigo?

Soltó un suspiro largo y pesado.

Vale, entendía que estaba siendo una pesada de campeonato, me iba a ganar una medalla por ello; pero él tenía que entenderme a mi también.

—No estoy casado con nadie, nadie me interesa más que tú, deseo con todas mis fuerzas contraer matrimonio contigo —dijo—. No vuelves a hacer preguntas tan estúpidas como esas, me conoces lo suficiente como para saber las respuestas.

Asentí con la cabeza, decidida a dejar el tema y que fuera alguien más quien investigara por mi.

Porque la verdad es que no lo conocía tanto como él decía. Lo conocía poco, bastante poco como para decidir casarme con él. Era un buen hombre, o eso pensaba hasta el día de hoy, ahora tenía más dudas al respecto. Lo tenía todo para ser el futuro rey del país, no fui la única en darse cuenta, mi madre en seguida enloqueció con la idea. Las primeras apariciones frente a una cámara también hicieron que el público estallase a favor de la relación... Y todos esos factores juntos provocaron una boda.

—No han cancelado la fiesta de esta noche —me hizo saber, con una sonrisa en los labios que indicaba a que quería ir a esa fiesta fuera como fuera, conmigo o sin mi.

—No sabía ni que hubiera fiesta —admití.

—La fiesta de nuestra boda, como es lógico.

—Entonces no tiene sentido que haya fiesta si no hubo boda.

—Eres una amargada, Else —me apretó las mejillas—. Ha sido cosa de nuestros amigos, desde luego que no estarán nuestros padres ni demás familiares, solo tú, yo y la gente que nos cae bien. Como cualquier otra fiesta.

—Eso suena a que tengo que ir...

—Claro que tienes que venir —murmuró con obviedad—. Lo único malo de esa fiesta es que probablemente esté Richard.

—¿Eso te preocupa?

Era una pregunta trampa, por supuesto. Quería ver cómo reaccionaba, ver qué me decían sus ojos, porque sus labios siempre pueden mentir.

—No —se encogió de hombros, restándole importancia—. Ya nos ha arruinado la boda, no dejaré que también arruine la fiesta.

—¿Te importa más la fiesta que la boda?

—No digas tonterías —repitió—, no sé qué te pasa hoy que estás todo el rato a la defensiva. Ha sido un mal día para ambos, pero hay que seguir adelante, ¿vale? Quiero que te prepares para esta noche porque iremos a esa fiesta y demostraremos que ni siquiera un idiota como él puede separarnos, que somos más fuertes que todo esto.

—Fuertes no sé, pero optimistas desde luego que si —me mofé.

Por un instante decidí dejar lo demás a un lado, tampoco era cuestión de agobiarme. Con eso no quería decir que fuera a bajar la guardia ni mucho menos, estaba con todas las alertas encendidas y preparada para todo. Pero necesitaba también respirar, quizá esa fiesta fuera de gran ayuda. Quizá, solo quizá, que estuviera el príncipe de Suecia en ella también me daba un empujón a ir.

Que si, que él no me caía bien, pero tenía muchas más respuestas que yo... Y por mucho que me jodiese admitirlo, lo necesitaba.

Porque él había parado la boda, él habría tenido sus motivos para hacerlo, él era la clave en todo este juego que yo no sabía jugar, solo él podía enseñarme. Aunque él no estuviera dispuesto a enseñarme las reglas.

Richard Camacho era imposible de descifrar.

Era fácil de admirar, si.

Pero sobre todo era fácil de odiar, tenía todo lo que la gente detestaba en personas como él.

Quizá eso lo hacía tan único, a su manera.

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