Capítulo II

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II - SEGUNDA SEMANA

Tw // intubación, procesos médicos varios, mención de recaída, angustia

Respira. Su pecho sigue subiendo y bajando. Volkov contornea sus idas y venidas con la mirada y exhala entrecortadamente.

Han pasado tres días, es diecinueve. Horacio sigue sin despertar y los médicos parecen recelosamente reservados en cuanto a una bajada de propofol próxima. El pico de mejora se está demorando y la plantilla parece unánime en comunicar que Horacio no está listo para funcionar por su propio pie.

Volkov siente que se ahoga. El trato y la atención están siendo fantásticas, pero es inevitable pensar en las salvedades. A colación de su sueño sempiterno, Volkov se ha bombardeado a más preguntas. ¿Qué le está pasando? ¿Es un ritmo dentro de los parámetros? ¿La tardanza sin cambios es alivio o pesadilla? ¿Puede significar retroceso? Se lo plantea todo a Marisa, como un niño curioso que pregunta todo cuanto el universo le ofrece. Está igual. Nunca podría quedarle mejor su postura de familiar.

A cada alteración o estadía, Volkov pregunta. No es locuaz, se enrolla hasta los confines del habla pero rara vez inicia diálogo con nuevas caras. Se empeña con sus agentes y su familia, con Horacio le florecen las ganas de interactuar por sí solas, mas no se consideraría extrovertido ni bendecido con don de gentes. Y, aun así, no puede callarse. Se hace ubicuo en cada conversación por la cantidad de interrogantes: "¿qué le ponen?", "¿eso significa que Horacio empeora?", "disculpe mi insistencia, pero, ¿alguien le ha informado del motivo por el cual las dosis aún no se retiran?". Su postura es espástica, totalmente rígida, y Marisa siente que se embota por el asedio inintencional de Volkov. Así que, en una de las tantas manifestaciones de su agobio al ver que examinan las vitales de Horacio con más detenimiento, Marisa le agarra de las manos y lo sienta, apartándolo suavemente, para que no entorpezca su labor. Es consciente del duelo que está pasando, así que le explica la situación con destreza y empatía.

"Tranquilícese, señor Volkov. No ha pasado nada, ante cualquier retroceso se lo haremos saber, pero relájese y no se cruce entremedias de los médicos si ve que están cerca de las máquinas, ¿sí? Puede ocasionar un accidente sin preverlo y será más estorbo que ayuda".

Desde ahí, Volkov no ha vuelto a perseguir a los sanitarios, disculpándose por su actitud cansina. Marisa le ha dicho que tampoco se sulfure o martirice, que no es un toque de atención para escarmentarlo sin miramientos, sólo un reafirmante para no perjudicar su trabajo o el de sus compañeros y asegurarle la recuperación efectiva a Horacio. Ya han hecho bastantes excepciones con dejarlos pasar la noche y no mandarlos a casa, la unidad de cuidados intensivos es un sitio delicado y requiere completa soltura a la hora de actuar, por lo que Volkov se instala en su butaca y procura agrupar la paciencia con la que afrontó la primera semana, ahora distante por el nerviosismo.

Pero se pone tieso como una tabla al ver que, en esta mañana, Marisa entra con un compañero que él no conoce. No es uno de los médicos intensivistas que se presentan recurrentemente. Charlotte se incorpora en su asiento también, dejando que la manta deslice por sus hombros entumecidos. El paso de un nuevo médico suele ser sinónimo de recaída.

—Buenos días, familia— saluda Marisa, sonriente. Su jovialidad es morfina para los nervios de punta de Charlotte y Volkov—. Hoy toca lavarle el pelo a Horacio, no se asusten.

Volkov y Charlotte vuelven a respirar. Maia se ha ausentado para turnarse la tutela de Mika y Webonauta con Nikolai, quien hará su primera visita a Horacio esta tarde.

Días felices - [Volkacio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora