DESPIERTA

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Todo estaba oscuro salvo por una luz blanca intermitente que, con cada parpadeo, se hacía más fuerte. Agua, mucha agua y muy fría. Falta de aire y boca abajo. ¿Qué está pasando? Mi subconsciente me pedía gritar para poder despertarme, pero no salía ningún ruido de mí, solo me ahogaba cada vez más. Otro grito, más agua en los pulmones. La sensación es la peor que había experimentado en toda mi vida. Abrí los ojos y en seguida tuve que cerrarlos al estar en contacto con esa agua helada. Noté que la luz era más intensa hacia arriba y, con la poca fuerza que tenía, nadé a la superficie. No podía ser verdad lo que estaba viendo. Tenía que estar soñando, todas las ideas locas que se habían metido en mi cabeza estaban empezando a pasar factura. Me negaba a creer que lo que tenía frente a mis ojos era cierto.

Dicen que cuando quieres despertar lo mejor es pegarte un pellizco, pero después de dejar mi muñeca roja como cuando te quedas dormido a las tres de la tarde en la playa, yo seguía en ese sueño. Cuando sueñas, no puedes leer y sueles tener un número diferente de dedos, pero yo podía contar cinco en cada mano y leer perfectamente el cartel que tenía justo delante de mí: sujeto 18.397.

- ¿Dónde estoy?

Estaba en un tanque de metal lleno de agua y con diversas vías conectadas a mi cuerpo, una de ellas a mi nariz. Me quité todas y al bajar de él, pude reconocer que estaba en una sala del tamaño de dos estadios de fútbol llena de tanques con más personas en ellos. No podía reconocer ninguno de esas personas, no podía recordar absolutamente nada, salvo que este sitio no era normal. Había algo con mi número que no dejaba de sonar en la cabeza. 18.397. Por algún motivo no dejaba de pensar que era algo importante, algo que debía saber, pero no terminaba de hacer clic en ella.

Caminaba entre los pasillos intentando encontrar algo, a alguien que me explicara todo, pero solo veía más tanques. Podían medir perfectamente 2 metros y medio de alto, con diferentes máquinas y ventiladores anclados a los lados, en un lado tenían una pared de cristal por la que podías ver a la gente dormida, y a los pies de cada tanque encontrabas un número.

Hubo un número que llamó mi atención, resaltaba en mi cabeza como el mío. En él había una chica morena con la piel olivada, su nariz estaba un poco torcida y tenía unos labios finos. No sabía por qué esta chica me cautivaba tanto, por qué no podía dejar de mirarla y, por qué era tan importante para mí que despertara. La cabeza empezó a dolerme. Sentía martillos golpeándola mientras que ráfagas de imágenes no dejaban de aparecer en mi mente, una tras otra, cada vez más rápido, en lugares que no reconocía, algunas más nítidas que otras. Sonidos, muchas risas, palabras que nunca descifré. A estas alturas estaba de rodillas en el suelo, frente al tanque y cubriéndome los oídos mientras apretaba los ojos.

- ¡Aaaaaah! ¡Para, por favor, para! – era un grito desgarrador el que salió de mi garganta -

Me dolía muchísimo la cabeza, sentía que iba a estallar, pero todo paró con una última frase: tu brazo izquierdo.

Aporré el cristal y grité a esa chica, necesitaba que despertara. ¿Por qué al verla a ella me entró este dolor de cabeza y no con el resto de personas? ¿Por qué era importante? ¿La conocía? ¿Era una amiga? ¿Mi hermana? ¿Mi madre? ¿Una compañera de clase? ¿Quién era el sujeto 211.093?

Una puerta cerrándose y unas voces hablando a lo lejos ¿era esta mi salvación? ¿me iba a explicar alguien por fin que estaba pasando?

- ¡Hola! ¿Pueden ayudarme? – grité mientras me acercaba-

Los señores con batas blancas parecieron sorprendidos de verme, su mirada solo detonaba confusión y culpabilidad. Ese, junto con toda la situación vivida anteriormente, debería haber sido el detonante para correr en dirección contraria y buscar una salida, pero, estando en una situación como la que me encontraba, mi cuerpo solo pedía buscar ayuda en cualquier ser humano despierto que tuviese cerca.

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⏰ Última actualización: Nov 20, 2022 ⏰

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