Soltar

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Quisiera decir que no es tan difícil vivir con un recuerdo tatuado en la mente, pero he de confesar que te extraño como no pensé que lo haría y más de lo que me hubiese permitido admitir."

***

Sin duda, en algún momento de mi vida he leido esta frase: "No dejes ir lo que de verdad quieres". Hoy me doy cuenta que esas palabras guardan algo de razón; no obstante ¿Y si "soltar" es la única alternativa?

Dicen que dejar ir es un proceso natural de la vida; dejar ir a quien tanto amas o incluso alejarte de ese ser tan importante y especial, esa persona que te hace sentir aquella calidez tan amena siempre que están juntos es, en ocasiones, tan necesario ya sea una u otras las situaciones que nos haya llevado a esa decisión. Aunque nos rompa, desgarre y duela por dentro, sabemos que es lo mejor para todos.

O pretendemos saberlo, e incluso, a veces nos obligamos a creerlo, aceptarlo a pesar de que no nos sintamos del todo convencidos de haber acertado en nuestra elección porque, la mayoría de las veces y aunque lo queramos desmentir, queda esa pequeña espinita clavada en lo más profundo de nuestro ser, día a día imaginando, preguntándonos: "¿Y si...?".

Pero eso ya no tiene importancia, ya está.

Lo hemos dejado, lo hemos terminado y en ese último segundo antes de que todo acabe, sientes la necesidad de gritar, decirle que no se aleje, que no es lo que realmente deseas pero, no lo haces. Te retiras, con ese nudo de arrepentimiento en tu garganta que no te permité hablar y que no lograste liberar. Te vas en silencio intentando controlar aquel sentimiento violento cómo tal caballo salvaje que te impulsa a querer regresar y devolver tus palabras y acciones pero no puedes. No te permites hacerlo.

Aunque lo desees, intentas reprimir, no llegas a decir esas palabras.

Porque es lo mejor.

Porque es lo que debiste hacer.

Es lo correcto.

Y cuando es demasiado tarde para volver, te arrepientes. Te quiebras en miles de pedazos. Lloras, gritas  y lamentas lo que ya está hecho, queriendo regresar.

Deseas llamar. Deseas buscar a esa persona, hablarle y escucharla aunque sea una vez más.

Pero la otra parte de ti sigue creyendo que era lo que debía, aunque te arrepientas, aunque te duela.

Yo lo sé.

Yo lo sentí.

Y cuando sabemos que no hay más por hacer, solo queda ese vacío, una grieta que se nos hace tan difícil ocultar y deseamos tanto que haya algo, algun medicamento que nos sea de ayuda para aliviar nuestro pesar pero desgraciadamente, lo sabemos, no existe y aprendemos a vivir con aquella sensación punzante en el pecho que lastima segundo a segundo.

Y si, el mundo nos dice que soltar es necesario aunque el dolor nos haga creer lo contrario. Dicen que es todo sentimiento, incluso el dolor puede llegar a ser efimero y por mas potente que sea, con el tiempo pasara.

Pero es tan asfixiante.

Y es que arde tanto.

Porque a pesar de tan necesario que pueda ser, nos causa una marca tan grande en en el pecho, que nos hace pensar que no lograremos sobrevivir ante aquel dolor.

Nos apartamos con la excusa de no lastimarnos a pesar de que eso implica terminar hechos pedazos, nos apegamos a que el tiempo nos ayudará a olvidar pero este solo oculta la herida...

Una herida que sentimos y sabemos a ciencia cierta que, no será tan sencilla de cicatrizar.

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