Dos semanas.
Habían pasado dos semanas desde que aquello ocurrió.
Nadie en el precinto sabía cómo comportarse o de qué hablar.
Se miraban unos a otros y sabían lo que los demás estaban pensando, porque todos lo hacían, pero nunca lo decían en voz alta.
Después del funeral cada uno se encerró en sí mismo y se dedicaron a sufrirlo por su cuenta, cada uno a su manera. El capitán Holt les había ofrecido la oportunidad de ir a su oficina a conversar si alguno lo necesitaba, incluso comenzó a dejar su puerta abierta hasta el final del turno, mas nadie nunca se pasaba por ahí. No sabrían ni por dónde empezar.El lugar era cada vez más silencioso. Escuchaban teléfonos sonar y teclas presionarse, conversaciones sobre cualquier cosa en la que estuvieran trabajando y montones, montones de personas entrando y saliendo como si nada hubiera pasado, pero todo ese ruido, les parecía, jamás llegaría a ser suficientemente fuerte como para cubrir los espacios vacíos que ella había dejado.
Ya no la escuchaban celebrar cuando cerraba un caso, ni la veían escabullirse para fumar un cigarrillo cuando creía que nadie la estaba mirando. Ya no olían su perfume, el que en realidad usaba una sola vez cada luna llena pero que de cualquier manera les recordaría a ella cuando lo detectaran en alguien más.
No lo querían en nadie más.Ya nunca escuchaban las puertas del ascensor y volteaban para verla salir de él.
Charles pensaba en eso durante aquella mañana de martes; intentaba recordar cuándo había sido la última vez que prestó atención al verla llegar y qué ropa habría vestido entonces. De la nada, escuchó esas mismas puertas abriéndose; dio un saltito en su silla creyendo que estaba perdiendo la cabeza. Se giró, aturdido por un momento, y entonces lo vio a él y sintió su estómago contraerse como nunca creyó que lo haría en su presencia.No obstante no parecía ser el único que había olvidado cómo funcionar: todos estaban pasmados, casi aguantando la respiración. Tan en shock como para si quiera tratar de acercarse.
El hombre caminaba sin prestarles atención. Apenas estaba llegando a su escritorio cuando alguien reaccionó. El capitán Holt salió con paso apresurado de su oficina, disimulando su expresión consternada que quizá Boyle habría tenido más tiempo de analizar de no ser porque se sentía exactamente igual.
--Peralta.-lo llamó-¿Qué hace aquí? Lo dejé libre por los siguientes...
-Vine a trabajar.-interrumpió secamente-Me estaba volviendo loco en casa, necesito volver a hacer algo, ir a las calles, hacer papeleo, lo que sea.
-No me parece que sea lo más conveniente.-señaló-Por favor, vaya a descansar.
Jake le dirigió una mirada vacía, escrutando el rostro del hombre como si no comprendiera porqué su punto era tan difícil de entender:-¿No me oyó? Necesito estar aquí.
-Lo escuché.-aclaró Holt tratando de apaciguarlo-Sólo pienso que sería más factible para usted tomarse un tiempo.
-Con todo respeto, capitán, no me interesa lo que piense.
-Jake.-lo llamó Terry como una advertencia, mientras se levantaba de su asiento y el resto del equipo compartía miradas desconcertadas.
Ese no era el chico que conocían y para su desdicha, darse cuenta de aquello sólo los deprimió más. No tenían ni idea de cómo traer al sonriente y bromista Jake de vuelta o de si él si quiera seguía siendo parte suya.
Nadie quería admitirlo, pero la posibilidad de que ese lado de Peralta se hubiera ido también estaba ahí, flotando sobre sus cabezas.Holt levantó su mano derecha en un ademán hacia Terry para hacerle saber que estaba bien y que no hacía falta que interviniera. Mantuvo los ojos sobre Jake al tiempo que este buscaba algún archivo en su escritorio y, con voz muy tranquila, volvió a hablar.
ESTÁS LEYENDO
No Le Cuentes Al Precinto // (Peraltiago One-Shots)
FanfictionJake y Amy se conocían desde hacía años. A veces sólo hacía falta que se miraran para saber lo que el otro estaba pensando y en casos como este, era bastante obvio: no le cuentes al precinto. Todas las historias que nuestra pareja favorita nunca le...