Alerta sísmica.

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—Oh no, va a suceder de nuevo —Jack habló desde el baño.

—¿Otra vez no puedes hacer del baño? Agh, traeré el laxante —dijo Elsa levantándose con pereza del sillón.

—No, no, si puedo hacer bien. Hoy es 19 de septiembre —interrumpió rápidamente Jack—. Ya sabes, sismo, alerta sísmica, simulacro —enunció.

—Oh no —Elsa se paró en seco.

—Oh sí ¿Apostamos? —Jack salió del baño sacudiendo sus manos— Yo digo que si tiembla el día de hoy.

—No lo sé, no creo que sea mucha coincidencia —Elsa jugó con algunos rulos de su cabello—. Yo digo que no sucederá nada el día de hoy.

—Si gano, tu compras el pan de muerto en la esperanza y si yo pierdo, yo lo compro —sentenció Jack y estiró su mano— ¿Tenemos una apuesta doña pelos?

—Tenemos una apuesta loco del metro —Elsa juntó su mano a la de Jack.

(...)

—No mames ¡Está temblando! —gritó Jack tras escuchar el inicio de la alerta sísmica.

—¡Es el simulacro, imbécil! —replicó Elsa tomando las llaves del departamento—, salgamos, así nos enteramos de chismes.

—Me encanta cuando nos ponemos modo doñas del mercado —el peliblanco se levantó de su silla y junto a Elsa, salieron del edificio.

El simulacro transcurrió de lo más normal, la gente salía poco a poco y se agrupaba en las calles mientras que la molesta alarma sísmica sonaba con fuerza.

—¿Habrá salido Adriana? —cuestionó Jack metiendo sus manos en las bolsas de su pantalón.

—No, y tampoco salieron los perritos —siguió Elsa.

—Deberían poner ese tono como alerta sísmica, ya sabes, esa canción que hicieron, Adriana Salte —dijo entre risas Jack.

—O al menos una de Bob esponja... Si pusieran cumbias como alarma, estaría bueno —Elsa miró como las personas entraban de nuevo a los edificios una vez acabado el simulacro—. Genial, voy ganando en la apuesta.

—Venderé chicles en el metro para comprar el dichoso pan —gruñó entre dientes el peliblanco comenzandona caminar.

Ambos iban subiendo las escaleras del edificio cuando el sonido de la misma alerta volvía a sonar. Se quedaron observando los colgantes del edificio y no se movieron para nada esperando sentir algún movimiento.

Por una gran sacudida fue como ambos salieron disparados por la escalera, el trauma del sismo había regresado.

Jack fue más ágil, y rápidamente logró esquivar a las personas de la entrada del edificio y de la calle. Elsa por su parte, fue más lenta en reaccionar.

—¡Elsa, salte! —gritaba Jack desde la calle— ¡Adriana Salte! —comenzó a dar vueltas en su mismo sitio, se mareaba en el proceso— ¡No pude sacar a mi novia, no pude! —cubrió su rostro con sus manos. Seguramente decía tantas idioteces por el nerviosismo del momento.

Elsa llegó corriendo abrazándolo por la espalda. Por fortuna logró escapar del resto y llegó a tiempo a la zona segura.

—Maldita sea, compraré el dichoso pan de la Esperanza —murmuró Elsa aún aferrada a Jack.

—Lo importante es que estás bien —Jack se volteó a abrazarla—. Pero si hablamos de ello, me enorgullece ganar una apuesta a base de desastres naturales.

—Cuando sea 19 de septiembre, debemos irnos de aquí. Detesto esto —gruñó Elsa.

Tal vez la UNAM deba pensar iniciar una investigación con este sismo. 

Jelsa a la mexicana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora