lección cuarta

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ten un plan de respaldo.

[ how to have a cleaning day]

Rachel le estaba contando con toda emoción cómo el protagonista de la serie que estaba viendo había engañado a su novia. No sabía cómo habían terminado allí pero, gracias a esa distracción, su humor había mejorado un poco.

—Oye, hablando de amantes —Draven le dio una mordida al budín antes de continuar, en su boca quedaron rastros de migas—. Me encontré con Marianne ayer.

La pelirroja bajó el café y miró al estudiante con curiosidad.

—¿Y a qué vino?

Rachel Wortie podría considerarse, según su contrato, como la enfermera de turno del instituto Way. Según los alumnos, como la persona que solo ven cuando están lesionados. Y, según, Draven Whitall, como su mejor amiga. Por ende, no había persona más calificada como para discutir ese asunto.

—De eso quería hablarte —él sacó del bolsillo de su saco un arrugado sobre y lo dejó en el escritorio—. Me entregó esto.

—¿Qué es? —Rachel tomó el envoltorio de papel y sacó la hoja que contenía.

—Una carta.

Ella frunció el ceño.

—¿Quién usa cartas en estos tiempos?

—¡Exacto! —se la quitó de las manos. Rachel no protestó; no quería leerla, de todas formas— Además está escrito lenguaje completamente formal: "Querido señorito Whitall", desde aquí me dan ganas de vomitar. Frederick mandó a su secretaria a escribirlo y a su amante a traermelo —hizo un ovillo al papel y lo arrojó al pequeño bote de basura cercano al escritorio—. Joder, ¿es tan difícil para él llamar, como un padre normal?

Excepto que si el señor Whitall le llamara, Draven no contestaría.

—Lo importante es que intenta comunicarse contigo, de una forma extraña e inusual... ¡pero lo intenta! —dijo ella, optimista—. ¿Qué decía la carta, a todo esto?

—Quiere verme porque debemos hablar. Está de viaje hasta noviembre o algo así, no me importa.

Rachel sonrió.

—¿Te das cuenta que te mandó una carta porque era la única forma de que no lo ignores? Está desesperado por verte.

Draven se cruzó de brazos. El señor Whitall, ¿desesperado? Por favor, imposible. Cada movimiento de su padre era uno calculado a su beneficio. Todo lo que hacía estaba rigurozamente pensado antes, incluso los asuntos familiares (¡en especial los asuntos familiares!): no estaría haciendo eso sí no hubiera algo que buscara de su hijo; Draven tenía asumido que no sería la restauración de su cariño.

"Desesperado", casi sonrió, en su lenguaje no existía tal expresión; "frígido" iría más con él.

—¿Entonces qué harás?

—Debo ir, no hay alternativa —Sí las había, pero no quería pensar en las consecuencias de esas—. Tengo casi un mes para prepararme mentalmente.

—¿Hace cuánto no lo ves?

El joven aparentó analizarlo.

—¿Cuánto tiempo duraron las vacaciones?

—¿Intentas decirme que no lo ves hace tres meses?

—Más este mes de clases. Más el intermedio de ahora hasta noviembre. Son como cuatro meses y medio...

—¡Draven!

—¿Qué? Simplemente no se dieron las ocaciones: él estaba ocupado en el trabajo y yo estaba ignorándolo.

SingularWhere stories live. Discover now