- ¿Has hablado con Eros? - cuestionó mi amigo mientras mis dedos tecleban las teclas del aparato frente a mí. Mis ojos rápidamente rodaron por su obvia pregunta.
- ¿Me ves cara de haberle preguntado? - lo miré entrecerrando los ojos. Eros era mi jefe, un rubio de 1.80, egocéntrico hasta las muelas, que trataba a todas las personas como un objeto y no como una persona con razonación, conocimientos, y sentimientos. Sobre todo a mí, estaba cansandome cada vez más de él, y quería ponerle algún alto aunque él fuera mi jefe, eso de hacerle "trabajitos" como el que justo ahora estábamos haciendole Joe y yo, no me agradaba para nada ya que supuestamente era nustro día libre.
- Tienes que hablar con él, yo soy demasiado cobarde. - tapó su rostro con uno de los cojines de el sofá donde se encontraba sentado.
- Mejor deja de pensar en eso y ayúdame, ya me duelen los dedos - sobé mis dedos con los mismos y en cuestión de segundos Joe ya había pasado a la mesa dónde yo antes me encontraba sentada. Me sentía acalambrada, aproximadamente ya llevaba unos cinco cigarros los cuales habían sido en vano - ¿Joe? - susurré mirando el techo desde el sofá.
- Dime - pude sentir su mirada curiosa sobre mí, sabía que esto lo sacaría de sus casillas, pero debía de decirlo.
- ¿Qué pasa si le vendo mi alma al diablo? - la pregunta inmediatamente hizo que sus ojos se abrieran por completo, por lo que una risa se escapó de mis labios - ¿Qué?
- Ni se te ocurra decir eso otra vez - me señaló con su dedo índice - ¡Que tu boca se haga a un lado, Priscilla! - tomó la cruz de oro que colgaba sobre su cuello con fuerza y negó.
- ¿Qué tiene de malo? - reí por sus acciones mientras alcanzaba el paquete de cigarros de la mesita de centro.
- ¿Cómo que "qué tiene de malo"?, ¡¿Estás loca?! - volvió a acomodarse y comenzó a escribir - Sabes lo que pienso, prefiero ver a la mismisima parca frente a mí, o al Chucky, que ver al señor rojo de cuernos.
- Pues adivina ¿qué? - bacilé mientras le daba una calada a mi sexto cigarrillo y me ponía de pie - ¡Le vendo mi alma al diablo por algo que exactamente no sé qué es! - grité alzando las manos con una gran sonrisa de diversión plasmada en mis labios.
- ¡Cállate! - me amenazó - Nunca vuelvas a decir eso en tu vida. Deja de subestimar a lo que no conoces, Priscilla. - dicho eso se desapareció por el marco de la puerta que daba a la cocina.
Me quedé ahí unos minutos, la noche se hizo bastante larga, pronto Joe se fué al departamento de su novio que estaba solo a unas pocas cuadras, hoy era maratón de películas para ellos, terminamos el maldito trabajo a tiempo y se lo enviamos al jodido de Eros para poder descansar por fin. Si eres una persona que odia los ruidos de los coches y los bullicios de las personas en la mañana, este no era realmente una vivienda apropiada para ti. Los rayos de sol que entraban por la ventana pegaban contra mis pies, desperté por el calor y me alisté rápidamente para ir al trabajo.
La idea de estar tumbada en un asiento dentro de una oficina, con un traje que me apretaba todo el cuerpo era algo demasiado cansado, mis pechos y trasero lucían en él, pero eso no quitaba el odio que le tenía a ese uniforme. Sin embargo, los tacones eran una parte que no podía odiar, son demasiado lindos.
Salí de mi departamento lista, con mi bolso colgando en mi antebrazo derecho, crucé la calle y me seguí de largo para llegar a una cafetería muy buena donde pido mi café que se ha vuelto una rutina algo dañina para los dientes. Mientras continuaba caminando con el choque constante de mis tacones y el movimiento lento de mis ondas castañas, mis nervios se hicieron presentes al notar que poco a poco las calles se volvían más solitarias, eso era bastante extraño, ¿Acaso había una cuarentena o algo similar?. Seguí mi camino aún no tan convencida, hasta que comencé a sentir la presencia de alguien detrás de mí, como pude caminé más rápido, pero los pasos detrás de mí aún sonaban, decidí entrar a un callejón para acortar el paso y con el poco valor que tenía me giré para ver de quién se trataba.
Pero no había nadie, el alivio se presentó en mi pecho y suspiré, hasta que de nuevo me di la vuelta y me topé con él.
- ¡Por el amor de Dios! - salté un paso hacia atrás poniendo mi mano derecha en mi pecho, este hombre estaba para matar.
- ¿Por qué siempre lo nombran a él? - cuestionó y por fin levanté la mirada para observarlo bien.
Cabello castaño, peinado con demasiado gel, 1.70 quizá, vestido completamente de negro, ojos café claro, algo musculoso y un pequeño mechón de cabello gelificado que caía sobre su frente, tenía un buen porte. No debería de decirlo, pero este hombre estaba como para pedirlo para llevar.
Fruncí el entrecejo retomando su pregunta - ¿Qué?, ¿Quién eres?, ¿Acaso alguien te mandó a seguirme? - soltó una risa negando, para después sonreír ampliamente sin mostrar sus dientes. Admitía que en ese callejón hacía un calor irreal, y con él mirándome sentía que me iba a derretir en cualquier momento.
- Hola, linda. Me dijeron por ahí que anoche me anduviste nombrando. - ignoró mis preguntas y siguió como si nada, no entendía para nada a lo que se refería, hice una mueca de confusión y rápidamente di unos pasos hacia atrás.
- Me gustaría mucho quedarme a charlar, pero tengo cosas que hacer... - y antes de que me alejara por completo, él caminó hasta quedar a un paso de mí y habló.
- Un gusto - dijo aún con ese tono tan despreocupado y egolatra, alzando sus cejas levemente - Soy el Diablo.
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𝐃𝐎𝐍'𝐓 𝐏𝐋𝐀𝐘 𝐖𝐈𝐓𝐇 𝐓𝐇𝐄... | Alex Turner
Fanfiction"¿Nunca pensaron en venderle su alma al diablo por conseguir todo lo que quieren en la vida? Yo sí, lo pensé mucho tiempo, y después lo hice. Pero, nada nunca pasa como lo planeas, ¿qué pasa si... a parte de llevarse tu alma, se lleva tu corazón?" ...