Si esto me hubiese pasado cuando tenía 6 años, creo que habría creído que ese hombre era algo como uno de los "Hombres de negro", lo suficientemente ingenua como para crear esa tonta idea en mi cabeza. Pero ese no era el caso, la realidad era demasiado difierente en todos los aspectos, ¿Acaso él sí era el "Diablo"?, no lo sé, no tenía ni la menor idea, y preguntarle a Joe o a mi abuela, harían que terminara de rodillas frente al padre preguntándome "¿Por qué carajos les pregunté?".
Una bola que parecía ser de estambre rojo, rodaba por las cuatro paredes de mi mente, convirtiéndose cada vez más diminuto con el pasar de los largos segundos.
- ¿Prisci? - Joe abrió un poco la puerta azomando su cabeza, sacándome de donde quiera que estuviese, el tiempo había pasado volando, pues a través de los grandes cristales de la oficina, ya se lograba distinguir la ciudad en plena noche, claro, decorada con todas aquellas luces despampanantes.
¿Cómo no lo había notado?
- ¿Mmmh? - lo miré rápidamente, actuando de manera extraña al no saber como actuar, me sentía estúpida.
- ¿No piensas irte o qué? - cuestionó alzando una de sus pobladas cejas - Te esperé media hora porque pensé que aún no terminabas algún papel, Eros y los demás se fueron temprano, pero ya casi son las 8, y además ya tengo sueño, Priscilla. - seguido de la última palabra, masajeó su frente con la palma de su mano con frustración.
- Perdón, ya... Ya acabé. - como pude, apagué la laptop rápidamente, guardé unos bolígrafos y tomé mi bolso junto a mi abrigo para así salir de una vez de el edificio.
Joe ya no dijo nada más de camino al departamento, se mantenía callado e intentaba no cerrar los ojos, y no lo culpaba. Él era un tipo el cual se cansaba con facilidad, él era como una rosa fresca, tan bueno, leal, y frágil, aún no sabía qué era lo que había echo para merecerlo.
En cuanto pusimos un pie sobre la alfombra de la entrada, Joe desapareció por las escaleras hasta entrar a su habitación, por otra parte, yo aún no podía dejar de pensar en él. En ese tipo tan extraño que de casualidad se convirtió en uno de mis tantos jefes. Me deshice de mi abrigo al aventarlo sobre el sofá junto a mi bolso, y por último de mis tacones, que a este punto podía sentir como se clavaban como dos alfileres debajo de mis talones. Caminé descalsa hasta la cocina para preparar algo que no fuese café, probablemente la cafeína también estaba creando un efecto nada sano en mí.
Prendí la estufa y puse algo de agua a hervir, un té me vendría demasiado bien, o eso era lo que yo pensaba, hasta que me giré y pude ver de nuevo esa mandíbula marcada.
- Dios mío... - susurré poniendo mi mano derecha sobre mi pecho, mientras que mi otra mano se encontraba detrás de mí tomando parte de la barra de la cocina.
- Ugh, harás que me ponga celoso - comentó arrugando un poco su nariz, aún sin despegar sus grandes ojos de mí, seguido de eso tomó una manzana de el frutero que yacía frente a él - No sé por qué siempre lo nombran a él.
- ¿A "él"? - pregunté sin comprender.
- Dios - frotó la manzana en su gran gabardina negra - ... Él se enojó mucho cuando hice esto - Alardeó y mordió la manzana, relamiemdo sus labios para limpiar el néctar que los bañaba.
- ¿Se enojó? - fruncí el entrecejo.
- Sí, y no sabes cuánto - reprimió los labios intentando no reír - Esa vez se enojó tanto que se formaron mares gigantes en su frente por esas grandes arrugas, pero yo le dije "Barba, tú tuviste la culpa, ¿Para qué haces frutas que no quieres que coman?", con eso... Se enojó aún más.
Y de repente, recordé que no tenía la menor idea de ese extraño y sus intenciónes.
- Necesito que te vayas - las palabras salieron de mi boca con dificultad pero lo hicieron. Necesitaba qué se fuera, no me gustaba para nada ese juego enfermo al qué estaba jugando.
- ¿Qué? - frunció el entrecejo - Pero si tú fuiste la que me llamó, mujer.
- ¿Crees que voy a seguir creyendote esa mentira? - me separé de la barra y di unos cuantos pasos hacia delante para enfrentarlo por primera vez en todo el día - Es absurdo. Así que por favor, toma lo poquito que tienes de dignidad y sal de mi jodido departamento si no quieres que llame a la policía.
Lo que siguiente que hizo, me tomó por sorpresa, como la mayoría de las cosas que decía.
El ataque de risas llegó a su cuerpo, inundando mis oídos con su irritante voz.- Cállate, mi amigo duerme - lo amenacé con uno de mis dedos.
- Descuida, su sueño ahora es igual de pezado que tú en este momento - y sonrió egocéntricamente - Y.... No, linda. No me iré a ningún lado.
- ¿Ah no? - le pasé por el lado hasta llegar al sofá y sacar mi celular de mi bolso, marqué los tres dígitos lo más rápido posible bajo la intensa mirada expectante de aquél hombre, hasta que un chillido fue lo que se escuchó a través de la bocina de el aparato.
- ¿Qué era lo que decías? - comentó dirigiendose hacia mí a grandes pasos bastante lentos.
Mis piernas ahora querían fallarme.
- ¿Qué es lo que quieres de mí? - pregunté cuando lo tuve lo suficientemente cerca de mi cuerpo, con el corazón bombeando con rapidez.
- Deja de hacer preguntas tontas - subió su mano derecha hasta mi mejilla y la deslizó lentamente por mi mandíbula y cuello - Hiciste un trato conmigo.
- Me retracto - subí mi mirada hasta sus grandes ojos - Ya no quiero nada.
- No, así no es como funcionan estas cosas, ¿sabes? - alzó una de sus cejas - Tu voz ya fue escuchada allá abajo, todos lo saben... Saben a qué vine.
- No me importa. - le corté.
- Ni en un millón de años me podría largar de aquí sin llevar la cosa por la cual vine. - demandó.
- Yo ni siquiera te lo pedí. Además, no sé si eres real, quizá todo esto es un invento de las galletas de marihuana de hace tres días. - di dos pasos hacia atrás - Así que por favor, largo.
Me di la media vuelta para comenzar a caminar hasta la puerta de la entrada, podía escuchar sus grandes y pezados pasos siguiendome, incluso podía oler ese perfume varonil, o eso era hasta que abrí la puerta y me giré para mirarlo.
Él no estaba detrás.
- Oye... - volví a cerrar la puerta y caminé de nuevo por el departamento, fracasando en el intento de encontrarlo y despedirlo como es debido. - No me gustan este tipo de bromas, Señor Diablo. - le llamé entrando a la cocina, el único lugar que no había revisado desde que salimos de ahí. La manzana que había mordido hace unos minutos se encontraba sobre la barra, intacta, parecía no haber sido mordida.
Pero también había resultado ser un total fracaso, ahora era obvio que se encontraba en cualquier otro lugar, menos en mi departamento.
Puse seguro a todas las ventanas y dejé las luces encendidas de casi todo el departamento, me sentía terriblemente horrorizada y extraña, ¿qué se suponía que tenía que hacer?, no podía dejar nada así, y menos teniendo a Joe dentro de mi vida, no podía ponerlo en riesgo por algo tan tonto. Y ahora no esperaba que otra cosa saliera mal, al menos no tan mal como lo anterior, solo intentaría descansar toda la noche para dejar de pensar.
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𝐃𝐎𝐍'𝐓 𝐏𝐋𝐀𝐘 𝐖𝐈𝐓𝐇 𝐓𝐇𝐄... | Alex Turner
Fanfiction"¿Nunca pensaron en venderle su alma al diablo por conseguir todo lo que quieren en la vida? Yo sí, lo pensé mucho tiempo, y después lo hice. Pero, nada nunca pasa como lo planeas, ¿qué pasa si... a parte de llevarse tu alma, se lleva tu corazón?" ...