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El sol mañanero rápidamente atravesó las cortinas blancas en cuanto tuvo su oportunidad, agradecía haber caído en un sueño tan profundo en cuanto toqué el colchón.

- Buenos días, bella durmiente - me saludó Joe cuando me vió entrar a la cocina con mi uniforme ya puesto.

- Buenos días  - sonreí ante sus palabras y comencé a preparar dos cafés bien cargados para tener la energía suficiente.

Cuándo por fin puse las dos tazas de café sobre la barra y me senté sobre una de las largas sillas, Joe puso frente a mí un plato con dos panqueques. Estaba más que agradecida.

- Entonces... ¿Ya lo conocías? - cuestionó mientras endulzaba su café.

- ¿Qué? - lo miré atónita.

- El nuevo jefe y tú... pude ver algo en sus rostros, y no me lo puedes negar - sonrió malicioso - se nota desde millas que los dos se atraen.

Y mi corazón comenzó a latir rápido en una manera exagerada.

- ¡No! - grité, y segundos después me di cuenta de lo exagerada que había sido - es decir, no, obvio que no, es solo que, estos días no he podido dormir bien y eso me hace sentir extraña las 24/7...ya sabes. - le di un sorbo a mi café.

- Mmmh - asintió masticando un bocado - bueno, te creeré - me señaló con su tenedor amenzadoramente - pero, creo que ahora más que nada te hace falta alguien.

- ¿Alguien? - reí por lo bajo comenzando a comer de mi desayuno.

- Sí, es obvio - se enderezó en su lugar - no sé si es por el clima o algo así, pero esta no es la Priscilla que yo conozco.

- Y, ¿Cómo es la Priscilla que tú conoces? - alcé una de mis cejas con desaprobación.

- Extrovertida - sonrió ampliamente - segura, sensual, demandante, capaz, libre y sobre todo una amante de el combate cuerpo a cuerpo - esta vez hizo una expresión de picardia que solamente me hizo reír.

- Oh, ya sé a lo que te refieres - ahora sabía la razón por la que mi amigo se encontraba dando todo un show esta mañana - digamos que me estoy dando un descanso, eso cansa aunque no lo creas - alcé mis dos cejas con aires de superioridad.

- ¿Priscilla “descansando”? - bufó - Por Dios, que gran mentira.

Y volví a recordarlo, ¿Acaso hoy también lo vería?, ¿qué es lo que haría?

- ¿Priscilla? - me llamó la atención Joe.

- ¿Qué?, sí, no... digo - tosí levemente para después tomar de mi café - tranquilo, solo es que no he conocido a alguien que encaje en mi prototipo.

Después de la platica sobre mi comportamiento extraño durante estos días, mi buen amigo y yo nos dirigimos de nuevo al trabajo, esta vez los dos llegábamos juntos y a tiempo.
Entré a mi oficina donde rápidamente me despojé de mi abrigo, avancé solo unos cuantos pasos dejando mi bolso en un pequeño sillón qué estaba debajo de el perchero, hasta que noté que algo no era normal.

El sillón detrás de el escritorio se encontraba dándome la espalda.
Mi corazón intentaba salirse de mi pecho conforme me acercaba a él, hasta que de pronto se giró y pude verlo directamente a los ojos, no, claro que no al sillón, sino que a la persona que se encontraba sentada en sobre él.

- Hola. - sonrió amigable provocando que mi sangre se congelara.

- ¿Qué carajo haces aquí? - le pregunté con inquietud, lo cual a él no parecía afectarle.

𝐃𝐎𝐍'𝐓 𝐏𝐋𝐀𝐘 𝐖𝐈𝐓𝐇 𝐓𝐇𝐄... | Alex TurnerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora