4. Dedos

127 23 3
                                    


¿Por qué nadie hablaba de lo maravilloso que es tener un novio?

Bueno, en general todas las redes sociales hablaban de ello. Por no decir que cada pareja feliz que conocía era una propaganda andante de la vida romántica. Pero no es lo mismo escucharlo, leerlo, añorarlo. Vivirlo era una experiencia en sí misma.

TaeMin había salido con otros chicos, había besado otras bocas, pero ninguna como la de MinHo.

Era un adicto al hombre.

Aquél sujeto con cara de actor y personalidad de príncipe era su novio. A veces todavía creía que era otro de sus sueños anormales después de comer algo pesado en la noche. Era un alivio continuo saber que no es así. Su parte irracional y primitiva revivía al sentir que MinHo era suyo, de su propiedad.

     —¿Otra vez en las nubes? —le preguntó Choi mientras le besaba el cuello. Ya se les había hecho costumbre escaparse a los edificios de artes, los baños del último piso eran territorio olvidado, excepto por ellos dos.

TaeMin se pegó al pecho de MinHo, solo con él se permitía mostrarse así de necesitado y ridículo -palabras de JongIn-. No se mortificaba por el qué dirán, con MinHo el mundo le venía sobrando.

     —Sabes que si me tocas así... —habló con un hilo de voz. Sus manos se apretaron en la espalda de MinHo y sus labios acariciaron uno de los lóbulos contrarios—. No estás jugando limpio.

A MinHo le gustaba tentar los territorios prohibidos de TaeMin. Besar su cuello, ahuecar sus glúteos, enredar sus piernas para que la fricción fuera una tortura agradable. Se divertía de solo morderle la quijada y arrancarle quejidos que se perdían por el eco.

     —¿Y quién dice que estoy jugando?

     —Estás jugando porque no estás yendo al grano —dijo TaeMin antes de que MinHo lo empujara contra una de las paredes y la chispa se convirtiera en fuego.

Nunca habían llegado más lejos que esto. Camisas abiertas, hebillas desechas y sus manos explorando el cuerpo del otro. MinHo empujó su rostro hacia el de su novio en cuanto éste le tocó directamente la entrepierna.

     —M-más despacio.

La mayoría creía que Choi MinHo era un dios del sexo, el gurú del amor. Llegó a escuchar que tenía fama de un buen amante.

Pero,

Su padre le aconsejó que debía entrar al servicio militar apenas cumplió 18 y, como en aquél entonces era un tipo más bien tímido y reservado, nunca pudo ir más allá que un par de citas con algunas personas.

Saber que TaeMin estaba en un caso similar al suyo, fue gratificante. No ser el único inexperto lo hacía menos patético. Por lo que con su novio daba rienda suelta a su imaginación.

     —Te dije más despacio —gruñó en sus labios. TaeMin movió con más rapidez su mano y MinHo se quedó en blanco—. Te mataré después.

La amenaza dicha como un suspiro no asustaría ni a un conejo, al contrario, le sacó a TaeMin una risa satisfecha.

     —¿Ah sí?

MinHo le bajó los pantalones directamente, el grito de sorpresa de TaeMin le supo a gloria, aunque después se convirtió en un gemido ahogado que retuvo con besos húmedos.

Una cosa había sido la revelación divina de haber sostenido la polla de su novio, y otra muy diferente era tener los dedos de MinHo tocando en lugares en los que nadie más que él había hecho -exceptuando a sus familiares, hace unos cuantos años y en situaciones muy distintas, gracias al cielo-.

Choi estaba masajeando sus testículos con la palma de la mano, y dos de sus dedos rodeaban su entrada. La mente de TaeMin era la repetición de: «¿Y sí? ¿Y sí? ¿Y sí?»

¿Si había dedos ya podría considerar que había perdido parte de su virginidad?

El padre siempre decía que-

¿Qué mierdas hacía pensando en un maldito sacerdote?

     —TaeMin... ¿Puedo? —MinHo no necesitaba extender su pregunta, los dos supieron a lo que se refería.

Y a punto de asentir, la alarma de la universidad sonó en todo el plantel.

Culpa de los nervios, del clima, del sacerdote en el que pensó TaeMin... De lo que fuera. Tuvieron que ponerse la ropa a las prisas, los botones no quedaron en los agujeros correspondientes, y el cabello se les veía peor que cuando se levantaban de la cama.

Si los juzgaron con la mirada, los dos hicieron un pacto de silencio para no hablar de ello.

Así que cuando apareció JongIn, TaeMin suspiró. No tuvo que esperar, su mejor amigo ya estaba riéndose de él. El maldito no podía ni respirar, estaba ahogado en su propia respiración.

     —Al menos dile a MinHo que deje de apuntarme —soltó JongIn.

Tan siquiera la buena fama de MinHo reviviría más que nunca en esa semana.


🐥

Not Me [2Min]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora