IV: Idiota engreído

42 20 34
                                    

El tenso silencio que dejó Nathan con su "te haré pasar vergüenza porque quiero" lo rompe Hope cuando suelta una risita divertida.

—Menudo rechazo el que te han dado —dice con un tono de voz que no pasa desapercibido.

Menuda estúpida que eres.

Ian la mira mal.

—¿Quieres hablar de rechazos, Hope? —le pregunta, satírico.

Los ojos de esta pasan de la diversión a un evidente enojo, pero eso le sirve para cerrar su boca, porque, al parecer, nadie en esta sala está dispuesto a escucharla.

—Bien, creo que deberíamos irnos —dice Diane, poniéndose de pie y fracasando en el intento gracias al alcohol en su cuerpo. Cae encima del moreno, lo que le provoca una risita coqueta.

»Ahora creo que quiero quedarme —cambia de opinión acomodándose mejor en el regazo de Andrew.

Volteo los ojos.

—Estate quieta, enseguida nos vamos —le indico poniéndome de pie.

Pero ¿recuerdan las inmensas ganas de hacer pis que tenía? Bueno, pues han vuelto, y necesito expulsar todo el alcohol –que fue poco– que he consumido.

—¿Dónde está el baño? —le pregunto a Ian directamente, y no me pierdo la miradita de odio que Hope me lanza.

—Arriba, primera puerta a la derecha —responde este sin darme mucha atención, ya que está utilizando su teléfono móvil.

—Gracias —murmuro, pero, al parecer, está muy enfocado en su móvil, porque creo que no me escucha.

»¿Podrías ocuparte de ella por un segundo? —le pregunto a Andrew—. Sin responder a sus coqueteos, claro —aclaro—. Sí eres un hombre de respeto, no te pasarás con una chica borracha.

—Soy un hombre de respeto —responde este un poco ofendido.

Asiento y me apresuro a subir las escaleras.

Cuando llego arriba, busco rápidamente la puerta que Ian dijo. Y, al intentar abrirla, está cerrada. Intento una vez más, pero fracaso en el intento.

O sea, ¿por qué, de todas las puertas que tiene esta casa, esta, precisamente la que necesito, tiene que estar cerrada?

Pues nada, tú y tu mala suerte.

Tú cállate.

Miro a mí alrededor, pensando que, a lo mejor, otra puerta puede estar abierta; pero, entonces, la puerta del baño se abre.

Me giro para ver quién es, encontrándome con el idiota de Nathan.

Pero valla idiota de Nathan.

Valla que sí.

El idiota engreído de Nathan está acabado de duchar. Su cabello castaño oscuro húmedo se ve precioso, parece más de un negro muy oscuro. Y una toalla está alrededor de su cadera, dejando ver la perfecta V que va más allá.

Lo cierto es que esta toalla no deja mucho a la imaginación.

Lo examino cuidadosamente, comiéndomelo con la mirada.

¡Santo Dios! ¡Tiene unos perfectos abdominales!

Los cuáles deseas lamer.

Yo no miento, ni desmiento.

Creo que no respiro.

¿Estoy respirando?

No, no respiras, solo tomas aire por la nariz.

Anhelo ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora