Trato

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La ciudad Okatura, pueblo de los humanos era visitada por los gremios del sol, antiguos compañeros de batalla que el día de hoy acudían al llamado de auxilio de sus compatriotas, un grupo de vampiros se habían infiltrado con el propósito de liberar a su líder, el vanguardista "Quimon el profanador", y la élite de soldados sagrados, dirigidos por el joven Luminus les hacía frente, ningún vampiro parecía ser rival para el joven iluminado, quien con sus enormes golpes de energía, arrasaba con todo lo que se le atravesara, el guerrero disfrutaba hasta cierto punto del combate, sin embargo, el aburrimiento no demoraría en invadirlo, siempre era igual, ningún ser proveniente de las tierras del norte podía hacerle frente, y como iban a poder, estas tierras desechas e infértiles, no eran capaces de formar a un digno guerrero, no comprendía la razón de su estadía aquí, su hermana se lo encomendó, si no fuera por ella, jamás hubiera aceptado, pero esto era absurdo, estaba perdiendo el tiempo y la guerra no iba tan bien como para darse ese lujo, en el frente lo necesitaban con mayor urgencia.

"Los vampiros tienen que estar muy necesitados, si mandan a un grupo de insignificantes centinelas para salvar al que se supone, es su líder" Pensó mientras caminaba por las calles de Okatura, despreocupado iba de aquí para allá, esquivando lanzas y espadas, partiendo cuellos, desintegrando a sus oponentes con la potente ráfaga de luz que expulsaba de sus manos, no tenía la necesidad de blandir arma alguna, su cuerpo era resistente como el acero y su mano emanaba la poderosa mágica luminosa, la cual podía emplear tanto para la defensa como para ofensiva, en definitiva, el instrumento ideal para luchar contra cualquier forma de vida que proviniera de la oscuridad.

Los soldados que acompañaban al excepcional guerrero, no podían hacer otra cosa más que observar, frente a su capitán, ellos parecían inútiles, sin embargo, el orgullo no les limitaba hacer un simple estorbo, mientras su jefe, luchaba solo contra todos los vampiros, ellos se encargarían de evacuar a los civiles, por casa en casa, fueron sacando a los habitantes, casi todos ancianos, debido a que los jóvenes, entregaron sus vidas en la guerra.

Una hoz se abalanzó sobre el rostro de Luminus, sorprendido el joven tambaleó, pero la lluvia de golpees no le permitió recobrar la compostura, algo le abrumaba, sus brazos respondieron al ataque, agarrando con firmeza a su rival, el chico empleó su magia para lanzar por los aires al misterioso sujeto, una bocanada de humo se elevó hacia el cielo, gotas de sudor, recorrían el rostro del joven, fue entonces cuando pudo sentir el dolor en su mejilla, lo habían herido, por fin alguien, en mucho tiempo logró cortarle.

Todos los soldados quedaron estupefactos, algunos petrificados del miedo, habían tocado a su comandante, la cosa que lo lastimó, tenía que ser muy fuerte, el humo empezó a desvanecerse, del otro lado, una joven de cabellos negros apareció, llevaba consigo una enorme hoz, sus ojos negros reflejaban una mirada lunática, la sonrisa de oreja a oreja, dejaban al descubierto sus colmillos, en su cuello pálido la marca de una mordida se alcanzaba a divisar, un esqueleto morado cubría su pecho, revelando los hombros grises y desnudos, el izquierdo tenía una quemadura, causada por el golpe mágico que Luminus le propinó, un pantalón de seda café, cubría sus posaderas.

-No lleva ropa de combate. Se dijo Luminus.

-Vaya, vaya, que tenemos aquí, eres el primero en todo este cuchitril que logra tocarme. Exclamó la vampira con una sonrisa siniestra, dejando la hoz en el suelo, la chica comenzó a bailar en señal de burla, su rostro sucio le propiciaba un aura infantil.

- ¿Cómo te atreves? Luminus iracundo, ordenó a sus tropas retirarse, quería mitigar todo el daño posible, frente a un oponente así, lo mejor era alejar a cualquier estorbo de su camino.

-Oh no, ni lo pienses. La vampira con un salto, se movió rápidamente hacia los soldados y civiles, solo en cuestión de segundos, todos habían muerto, la sangre embadurnó la ciudad, viseras adornaban las calles, los cuerpos destrozados estaban en todas partes, las puertas y ventanas de cada estructura terminaron de color rojo, únicamente ella y el joven guerrero se encontraban exentos de aquella porquería putrefacta, que minutos antes habían sido personas, con sueños y esperanzas.

Las leyendas del abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora