Capítulo cuatro

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Norah recorrió el pasillo sin soltar la mano de Thomas

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Norah recorrió el pasillo sin soltar la mano de Thomas. De alguna manera se sentía atraída por los dos, pero él le hacía sentir que nada malo pasaría mientras estuviera con él.

- ¿Qué habitación es? - preguntó Norah.

-Esta- respondió Sebastian parándose frente a una puerta.

- ¿69? ¿No había algo más tópico? - quiso saber Norah divertida

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- ¿69? ¿No había algo más tópico? - quiso saber Norah divertida.

-Así soy yo preciosa- respondió encogiéndose de hombros- Me gusta el sexo, no escondo lo que quiero y mientras la otra persona esté de acuerdo, no tengo limites- dijo mirándola intensamente.

- ¿Y qué es lo que quieres esta noche? - preguntó mordiéndose el labio inferior. Sabía cómo seguirle el juego, y eso iba a hacer.

- ¡Oh preciosa! Ahora mismo todo lo quiero es que entres en la habitación - dijo abriendo la puerta- te desnudes y follarte toda la noche. Claro, si Thomas no te quiere para él solo.

Norah sintió una oleada de calor recorriéndole todo el cuerpo. Aquella noche prometía ser inolvidable.

Se giró a mirar a Thomas, que aún le sostenía la mano. Este no dijo nada, tan solo la miró, suplicando para sí mismo que Norah no se echara atrás. Era la primera vez que realmente deseaba cruzar aquella puerta.

Y como si ella le hubiera leído la mente, no se lo pensó más y entró.

Cuando vio la habitación, se decepcionó un poco.

Al contrario que el resto del local, aquí predominaba el negro y el morado. Unos preciosos muebles de madera negra resaltaban con las luces que iluminaban desde el suelo. Al fondo de la habitación un sillón colgaba del techo, lleno de cojines y mantas moradas. Si bien era una de las más espectaculares que había visto, ella esperaba más. Y Sebastian se lo vio en la cara.

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Habitación 69Donde viven las historias. Descúbrelo ahora