Capítulo Seis

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Irasue

—¿¡Qué dices!?

—Si puedo besarte.

—Claro que no, no somos pareja y...

—¿Esa es tu excusa?

—Simplemente no.

—Te recuerdo que me besaste en la fiesta sin mi consentimiento, sin embargo yo te soy preguntando.

—Eres mi jefe, no puedo ni quiero involucrarme sentimentalmente.

—¿Por qué?

—Tengo responsabilidades que me obligan a no hacerlo.

—Dímelas.

—No tengo por qué, además, ¿cree que alguien cómo usted puede si quiera gustarme?, tan sólo mírese y míreme a mi, no somos iguales, señor Inu no Taisho, mis gustos son difíciles de encontrar y créame cuando le digo que sólo lo besé para seguir con mi papel de novia, el contrato me obliga estrictamente a hacerlo.

Permaneció callado mirando sus manos con ligera rabia y disgusto.

Creo que debí callarme y enterrar todas las cosas que pensé.

—Puedes irte.

—¿Qué?, usted dijo que...

—Vete de mi departamento.

La regaste Irasue.

Un golpe no me serviría de nada, yo y mi maldita lengua suelta.

No comprendo porqué me afecta si prácticamente no somos nada, no debería importarme en absoluto su comportamiento tan tosco.

Sólo fui honesta, demasiado, sentí mucha presión aunque no por su parte, quería besarlo pero debo mantener la postura de jefe y empleada, no debo permitir ser presa del deseo porque no me llevará por buen camino.

Nada cambio tras dos semana, bueno, quizá un poco, Toga no me dirigía la palabra ni mucho menos una simple y rápida mirada, al pedir alimentos prohibió que sea yo quien lo lleve. En resumen, arruiné nuestras relación amistosa por mi actitud y ahora por alguna extraña razón que escapa de mi conocimiento me importa. ¡Me importa!

No quiero que me importa pero lo hace, jamás he sido buena para interactuar con personas pero trato de hacerlo, no puedo decir que la empatía abunda en mí, sin embargo debo hacer el intento de entender la actitud de mis allegados.

El teléfono sonó alejándo mis pensamientos agobiantes, una de las muchachas retocó su maquillaje y alistó la bandeja con el pedido.

—Yo lo llevaré —dije al sujetar la charola, ella me miró con desconfianza.

—Pero tienes prohibido subir al...

—No más —aseguro yendo al ascensor.

Los latidos de mi corazón se aceleraron cada vez que daba un paso, debía disculparme o de lo contrario tengo el despido asegurado.

No me gusta admitirlo pero extraño su compañía. Eso no tiene ningún sentido porque nos conocemos hace poco.

—Adelante —habló desde adentro tras escuchar mi llamado.

Distraído en sus asuntos miraba por los enormes ventanas en dirección al cielo resplandeciente.

Lo único perceptible es el sonido de mis tacones, me senté en uno de los sofás y decidí hablar.

—Tenemos una conversación pendiente.

Giró abruptamente, su expresión serena se vio perturbada por mi presencia.

—Di órdenes explícitas de no dejarte traer mis alimentos.

—Mira Toga, cómo tú novia no puedes ordenarme —crucé las piernas—. Dejando eso de lado, quiero dis—

—Fuera de mi oficina —interrumpió.

—No.

—Señorita Irasue, no ponga a prueba mi paciencia.

—Usted tampoco, jefe.

—Le suplico que se marche antes de  que llame a seguridad, por su bien y el de su trabajo abandone mi oficina.

Con que quieres jugar así, bien, jugaremos.

Para tu desgracia detesto perder y dudo que puedas soportar mi osadía.

—Si me voy perderás una novia.

—Ya no importa.

—Quedarás en ridículo ante tus amistades.

—Me resbala la opinión de los demás.

—¡Qué hombre más testarudo! —solté agobiada, caminé hacia él y lo sujeté de la corbata para obligarlo a inclinarse para quedar a mi tamaño.

—Tú eres la testaruda.

—Deja el papel de indignado, a mi me queda mejor.

—Ninguna mujer a sobrepasado los límites cómo tú.

—Pues me alegra ser la primera.

Sin esperar o decir algo más junté nuestros labios, fue involuntario pero sentí la necesidad de hacerlo, para mi alivio no me rechazó y siguió mi ritmo torpe y lento.

Sus manos bajaron a mi cintura y me levantó hasta dejarme sentada en su escritorio, algunos papeles se cayeron pero eso no nos importó en lo más mínimo, el calor en mí cuerpo comenzó a subir cuando se abrió paso por mis piernas quedando al medio de ellas.

—¿Ya no estás enojado? —cuestiono al separarnos.

—Con tus besos se me pasó el enojo.

—Ahora que podemos hablar sin amenazas de por medio... —miré sus ojos perfectamente dorados—. Lamento mi actitud tan cruel hacia ti, en ocasiones mi boca es más rápida que mi mente.

—También tengo parte de culpa, pero me intriga saber qué sientes.

—¿Ahora mismo? —asintió—. Calor, mucha calor.

—Eso no, me refiero a tus emociones.

—Aún no sé qué siento, lamento si mi respuesta no es suficientemente clara.

—Existe la posibilidad de seguir conociéndonos y quizá pueda surgir algo más entre nosotros.

—Es una opción, pero tendría que ser un secreto, no quiero que hablen de nosotros.

Frunció las cejas.

—Somos adultos conscientes de sus actos, no deberían hablar de nosotros.

—Pero lo harán, no me queda mucho tiempo hasta que...

—¿Hasta qué?

—Hasta que venga por mi.

—¿Quién?

—Mi prometido.

Romance Inoportuno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora