Capítulo 6

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Fiel a su palabra, no pasó ni una semana y Lillian le había conseguido a Lena un lugar en el Gremio de Ciencias. Cuando su madre llegó a casa y se lo dijo, podría haber llorado, llena de un sentimiento de propósito y emoción por segunda vez en su vida. La primera había sido el día en que salvó a su hermano y su breve experiencia como heroína, pero dado que le habían prohibido realizar más actos heroicos, el Gremio de Ciencias era un sueño hecho realidad. Desde que tenía uso de razón, Lena había querido unirse, ser como su padre y su madre, y luego como su hermano, que había crecido y había sido admitido en el gremio. Siempre se aferró a la fantasía de que le permitirían ingresar, sin darse cuenta de que estar confinada en su piscina de agua, con breves descansos en una silla, era todo lo que le deparaba el futuro. Tenía diez años cuando se dio cuenta de que su madre nunca alentó sus deseos de ingresar de la misma manera que lo hacía con Lex, porque Lillian no podía mentir a sus hijos, pero no se atrevió a frustrar las esperanzas de Lena a una edad tan temprana. Sin embargo, ella misma se había dado cuenta, porque no mejoraba.

Pero ahora las cosas eran diferentes. Su propia investigación la había conducido a una forma de liberarse por momentos del dolor agobiante, y si podía encontrar una forma de mantenerlo, se le permitiría salir del apartamento. Lena podría ir al Gremio de Ciencias, pasar los días trabajando en un laboratorio mientras se dedicaba a los proyectos, dando forma al futuro de Krypton con su trabajo, tal y como había hecho su madre. Era todo lo que había pasado años pensando que nunca tendría, y ahora estaba a su alcance. Pero primero, Lillian le había explicado con severidad que tendría que someterse a pruebas. Primero, tendría que dejar que su madre la ayudara a estabilizar las lámparas solares azules, para que no fallaran y no se quedara tirada en su silla en medio de una ciudad en la que nunca había salido. Tuvo que invertir horas de entrenamiento para no salir disparada accidentalmente por la habitación cuando alcanzara algo, o para no pulverizar herramientas hasta convertirlas en trozos de metal retorcido con sus propias manos, en lugar de intentar armar un dispositivo con delicadeza. La fuerza y el poder eran aún desconocidos, y si quería integrarse, tenía que dominarlos.

Con obstinada determinación, Lena se lanzó a ello. Permitió que Lillian la pinchara con agujas, descubriendo que, cuando la irradiaban, su piel era impermeable a todo lo que se les ocurriera, sin marcas y con un notable factor de curación. Su fuerza fue probada, tan fuerte que había sido capaz de aplastar el metal más duro que Lillian tenía a mano con muy poco esfuerzo, tan fuerte que mataría a alguien con un movimiento equivocado, o aplastaría sus huesos si perdía el control. Su oído era tan agudo que era capaz de captar la voz de su hermano desde el Gremio de Ciencias, a kilómetros de distancia de su apartamento, su vista tan aguda que era capaz de ver las manadas de Zuurt que vagaban por las áridas llanuras fuera de los límites de la ciudad.

Luego estaban las lámparas solares reales. Después de muchas deliberaciones, que provocaron numerosos debates y discusiones sobre qué cálculos eran más precisos, habían llegado a la conclusión de que una lámpara solar más grande desarrollaba un núcleo más inestable. Por eso había muerto cuando volaba de regreso de rescatar a Lex. Para combatir eso, hicieron múltiples versiones en miniatura, tan pequeñas que apenas eran más grandes que la uña del pulgar de Lena. También serían más fáciles de esconder, especialmente si estaba en silla de ruedas fuera del apartamento, y sería menos probable que funcionaran mal por sobrecalentamiento o uso excesivo.

Toda su habitación irradiaba luz azul, y poco a poco se fue adaptando a sus nuevos cambios fisiológicos, y pudo ver la sacudida que recorría a su madre y a su hermano cada vez que entraban en su habitación, ya que la radiación azul de las estrellas los bañaba con mayor intensidad. Aunque nunca abordaron el tema con ella, Lena sabía que también se preguntaban qué podría hacer su descubrimiento por los kriptonianos. La gente sería invencible, capaz de volar a donde quisiera, de realizar trabajos físicos con facilidad. Pero había un riesgo tácito, que Lena sólo arriesgaba porque la idea de permanecer atrapada en el dolor hasta que finalmente muriera era aún más insoportable. Sin embargo, su madre y su hermano no arriesgarían su salud por lo que las lámparas solares pudieran darles, así que en su lugar se dedicaron a ayudarla.

El peso de un sol rojo (SuperCorp)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora