-Su Majestad- anunció José al entrar en la espaciosa habitación de faraón Amenhotep I- He recibido su llamado. Aquí estoy, ¿en qué puedo servirle?- preguntó
Dentro de la estancia, vislumbró al faraón sentado en el alfeizar de un gran ventanal. Aún estaba vestido con la delicada bata, que usaba para dormir, y bebía vino de una copa, de tal forma que se podía notar a leguas que se encontraba muy preocupado por algo.
-José- murmuró al escucharlo- Gracias por venir tan deprisa a estas horas
-¿Qué puedo hacer por usted, Majestad?
Rápidamente echó a todas las personas presentes, cosa que preocupó a José. El hecho de que el faraón lo llamara a mitad de la noche, y que ahora, quisiera hablar en privado, le resultaba muy extraño.
Cuando lo miro bien, notó la inquietud con la que se movía, y siendo un rey, el hombre dedujo que lo que fuera que estaba pasando, era un asunto serio.
-Siempre te he considerado un buen amigo, más que un servidor- dijo Amenhotep- Siempre recordaré la ayuda que le prestaste a mi padre, y la forma en la que tu profecía salvo a Egipto
- Agradezco sinceramente sus halagos Majestad- dijo José- Pero creo que no he recibido su llamado tan tarde en la noche, para albar las cosas que Dios ha hecho a través de mí
Amenhotep dejó escapar una media sonrisa. A pesar de ser todavía, relativamente joven, la mirada angustiada de sus ojos, lo hacía parecer mucho mayor.
-Me gustaría que interpretarás un sueño- dijo. José se sorprendió, ya habían pasado varios años desde la última vez que lo había hecho
-Si Dios así lo quiere, podré darle una respuesta satisfactoria- dijo el hombre, esperando a que su soberano comenzará a contarle lo que le tenía tan preocupado
Girándose, y con la mirada fija al paisaje que tenía enfrente de él, el faraón comenzó su relato:
-Me encontraba caminando por un inmenso pasillo, repleto de ventanas. Al principio era una pasillo común, sin embargo, mientras más caminaba, más lujoso se volvía. Tras haber pasado cuatrocientas cincuenta ventanas, me detuve frente a una puerta que había a mi lado. Esta, estaba hecha de oro y cubierta por enormes joyas, nunca había visto algo tan hermoso en toda mi vida.
Al abrirla, me encontraba frente a una sala del trono llena de personas que vestían con atuendos elegantes, e increíblemente costosos. La comida era espectacular, y la decoración, digna de los propios dioses. Todos reían y disfrutaban, era la fiesta perfecta.
De repente, entraron dos jóvenes, vestidos como reyes, con hermosas coronas en sus cabezas. Uno miraba todo a su alrededor maravillado, mientras que el otro, era ciego, y solo miraba hacia al frente.
Ante esta entrada, todo se oscureció.
La comida se pudrió, la decoración comenzó a desintegrarse, y las personas comenzaron a correr, gritando y llorando desesperadas. Y a pesar de todo el caos a mí alrededor, vi al joven, que antes miraba todo con alegría, con la corona del faraón en su cabeza, inclinado ante el joven ciego, quien parecía mirar todo con tristeza...
Tras finalizar su relato, el faraón se giró hacia su amigo, y le preguntó:
-¿Puedes interpretar mi sueño?
José suspiro pesadamente, para después levantar su mirada hacia el soberano. Una mirada, que ocultaba la llegada de una inminente tragedia.
-Esta es la interpretación de su sueño, Majestad- hablo por fin el gobernador- Las cuatrocientas ciencuenta ventanas, simbolizan cuatrocientos cincuenta años. Dentro de cuatrocientos ciencuenta años, cuando el Imperio se encuentre transitando su periodo de mayor esplendor; un herdero de su sangre, que no sera cautivado por la belleza que hay a su alrededor, provocará la caída de Egipto. Generando que hasta el propio faraón, deba inclinarse ante él...
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Mi Perdición... (Historias en el Museo 1)
Fiksi PenggemarLos alumnos de las todas clases de la UA, visitan Museo de los Héroes, uno de los lugares más importantes de todo el mundo, con el objetivo de aprender más sobre los héroes del pasado. Sin embargo, las historias que este recinto alberga terminan por...