II

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Fue en la noche del 3 de diciembre cuando me percaté de que mi vida había cambiado por completo. Luego de comer algo ligero y ver algunos programas basura decidí irme a la cama para acabar con el ya acostumbrado sentimiento de aburrimiento. Antes de quedarme completamente dormido sentí un leve movimiento sobre la sábana pero, como estaba seguro que había sido por el aire que entraba por la ventana, pasé de largo eso.
Al día siguiente continuaba con mi monotonía matutina. Unos tristes huevos casi podridos fueron mi gran desayuno y con un poco de café traté de reactivar mis energías. Me fui al trabajo observando que me daba tiempo de sobra para caminar con calma pues apenas amanecía. Llegué hasta la alcantarilla en la que tengo que trabajar para poder mantener mi inexplicable existencia y traté de gastar mi tiempo de trabajo lo más rápido posible.
Una vez acabada mi faena salí a la superficie para tomar un poco de aire fresco y casi por instinto, me eché hacia atrás al ver que todavía estaba amaneciendo. No me explicaba cómo era posible que hubiera hecho todo mi trabajo en tan corto periodo de tiempo. Me creía un super héroe y comencé a imaginar una vida llena de rescates y damiselas enamoradas. Con un orgullo envidiable me trasladé hacia mi casa para confeccionar mi super traje.
Al dirigirme hacia mi dormitorio, un nuevo acontecimiento se estrelló en mi cara. No me impresionó el hecho de que todo mi cuarto estuviera desordenado o que mis pertenencias desaparecieran, si no que mi desangrado cuerpo se encontraba tendido aún en la cama, con un puñal clavado en el pecho. Y entonces entendí dos cosas: que yo no había dejado la ventana abierta y que en el mundo de los muertos el tiempo no transcurre.

Horrores y sonrrisas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora