VI

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Hace unos días me visitaba el amigo más cercano de mi país, el apagón. Como vino de improviso no pude prepararme para tener algo que hacer mientras él se encontraba en mi casa. Sin móvil, sin tablet ni laptop no me quedaba más remedio que pararme en el balcón de mi casa para ver si algo interesante ocurría. No tenía nada de suerte. Solo observé dos robos, una violación y un accidente de tráfico. Me sentía tan agobiado por ver las cosas comunes de la vida que decidí entrar. Justo antes de dirigirme hacia la sala escuché un ruido tentador. Provenía de una discusión que tenía un anciano con el apagón que también había visitado su casa. El pobre hombre lo acusaba de haberlo atormentado desde la década de los noventa hacia acá. Le decía que su presencia era un impedimento para el desarrollo de su vida y que quería eliminar todas las relaciones que los unían. Finalmente le gritó que uno de los dos se tenía que ir para siempre de la ciudad. A los pocos minutos el anciano, por culpa de la oscuridad que le rodeaba, cayó desde su balcón y se estampó en la calle. Mientras, su amigo lo miraba complaciente y pensaba cual sería la próxima vivienda en que estamparía su eterna presencia.

Horrores y sonrrisas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora