¿Qué pasa en la vida de una persona que decide ser escritora? ¿qué pensamientos la mueven? ¿qué experiencias hacen que busqué constatemente la página en blanco?
Parece que olvidamos que el proceso creativo adviene de la observación de nuestras prop...
Prisa, es la palabra que me ha perseguido, la veo en todas partes.
Últimamente he tenido esa sensación de estar con demasiada prisa, con un afán casi que no puedo describir porque no veo que tenga motivo alguno.
A veces pienso – sin querer ser fatídica – que quizá el tiempo esté queriéndome decir algo, a veces siento que todo puede acabar. Pero a eso no se debe mi prisa, también tenemos prisa cuando queremos escapar.
Después de todo, quizás y hasta es lo mismo.
Corremos cuando queremos alcanzar algo y corremos cuando queremos escapar de algo.
Como sea, la prisa sigue ahí, en mi cabeza.
Tenía prisa de sentarme a escribir sobre ella y, he llegado aquí y casi que no se me ocurre nada. ¿Acaso tendría que ocurrirse?
Estoy escribiendo estas páginas mientras escucho un poco a Melendi, mientras tengo demasiado sueño y mientras permito escribir lo que hay en mi cabeza; yo lo llamo "depuración". A veces escribo y escribo sin sentido porque es eso para mí, una depuración del "demasiado" que me habita, a ver si ese demasiado se filtra un poco y encuentro algo que pueda escribir o encuentro con mayor exactitud lo que quiero decir; y me sorprendo porque, inmediatamente le doy permiso a ese demasiado, inmediatamente siento que es todo lo que hay que decir, no lo que quería, sino lo que hay, solo eso.
Y eso es lo que está pasando justo ahora, y aunque quisiera llegar depurada a este diario, no es así, porque para eso son los diarios, para darnos el permiso de ser un todo confuso y caótico y no un poema perfectamente estructurado y que además rima.
Yo a veces soy un poema, pero esas veces me duran poco y luego, cuando vuelvo a ser una historia caótica, creo que entonces no voy a gustar, no me van a amar y dejaré de ser atractiva. Y mi caos intenta explicarme que, sin él, entonces mis otras historias tampoco existirían. Y he llegado al punto en el que no me importa, porque soy más un diario a depurar que una novela o un poema a elogiar.
La prisa se ha ido, la prisa ya no está porque ahora tengo tiempo de decir lo que vaya saliendo. Así que, posiblemente la prisa presente ha sido atendida y no me vuelva a buscar, excepto cuando esté donde me he dicho "tengo que ir" y no donde quisiera estar.
Se va la prisa cuando me dejo llevar con la música,
Se va la prisa cuando disfruto el presente sea lo que sea que esté haciendo, entonces no existe nada más;
Se va la prisa cuando le hago caso a mi inspiración;
Se va la prisa cuando escribo.
Entonces ¿la prisa es mala?
Mi inconsciente parece pensar que sí, porque es lo que ha estado expresando a lo largo de este texto.
Y ya que lo veo de esta forma, la prisa no es mala solo si me está alertando para que no deje pasar lo que de verdad quiero hacer.
***
El libro que escribo está descansando antes de pasar a ser editado. Dicen que es bueno dejar descansar la historia y luego mirarla con nuevos ojos, una mirada fresca y menos sesgada por el cansancio. Yo no la dejé descansar por lo que dicen, sino porque de verdad me sentía bastante llena con ella. Llegó un punto en el que supe que no quería ni quitarle ni añadirle más, quizá sea intuición – porque experiencia como escritora novel no tengo –. Quizá sean esas corazonadas que nos guían, esas que te dicen "por aquí" o "esto es suficiente".
Algo así fue lo que sentí.
Escribir sobre el proceso de escribir es liberador, ya lo he dicho en páginas anteriores, pone mi mente y mi vida en orden, me permite verlo todo con otra perspectiva y también limpiar mis ideas.
Dice Julia Cameron que escribir no se trata únicamente de escribir, sino de tener experiencias, experiencias que contar y así la escritura no atrapa tu vida, sino que la llena.
Esas palabras que, posiblemente yo les di mi toque personal al apropiarme de ellas, me dieron un descanso, sentí que la escritura no era algo que yo tenía que "hacer", sino mas bien algo que necesita ser traído.
Que no es algo para lo cual yo me siento y pujo a ver si sale algún escrito decente que merezca ser publicado o presentado. No, al contrario. He sentido que la escritura está ahí todo el tiempo: observando, escuchando, recopilando datos, pensamientos, ideas, para luego, interrumpir sin importar dónde ni cómo y crear una extraña sensación de "necesito escribir todo esto". Quizá la escritura sea una forma de procesar la vida, sobre todo para aquellas personas que, como yo las llamo. son "demasiado", me incluyo en ellas.
Demasiado pensar, demasiado hablar, demasiado sentir, demasiada necesidad de expresarlo todo, de nombrarlo todo, de entenderlo todo, de amarlo todo, de poseerlo todo, en fin...
Vivimos en ese mundo donde a pesar de demasiado, paradójicamente, tampoco es suficiente.
Demasiadas ganas crean demasiada necesidad.
En mi caso, eso lo he suplido con la escritura ya que, no creo que existan personas (a veces a excepción de mis amigas) que puedan escucharme divagar y profundizar en la vida por tanto tiempo o con tanta intensidad.
Sin embargo, cuando me siento a escribir, ese demasiado empieza a tranquilizarse, empieza tal como un rio de fuerte corriente a encontrar su cauce, y entonces, no es que se calme, es solo que encuentra un lugar donde ser, un lugar donde existir.
Para mí, esa es la página en blanco.
MI ecuación perfecta:
>> Demasiada sensibilidad junto a una presencia que observa y oye es igual a una escritora feliz.
Cuando mi vida escasea en experiencias, empiezo a ponerme algo ansiosa. Cuando a mi vida la invade la rutina, y el escribir se vuelve un "trabajo", entonces ya no tengo nada que escribir, ya todo parece haber sido dicho. Y entonces ahí quizá también aparezca la prisa.
Por eso – y quizá les pase a todos los artistas – demasiado no es malo, demasiado solo necesita un espacio donde poder existir y recrear a partir de ahí.
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