Nuestro primer día después de una vida sin verte

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Había quedado con Miguel en ese aula pero parecía que se había retrasado; o eso pensaba yo. Seguí sentado esperándolo. La sirena sonó y mi desesperación aumentó. ¿Se había olvidado de que era profesor? Saqué el teléfono del bolsillo de mi chaqueta y abrí mi chat con Miguel.

"Miguel, ya estoy en el aula que me dijiste. Te espero :)"

Suspiré. No me apetecía quedarme rodeado de adolescentes, tenía suficiente con el "QUE BUENO ESTÁ" de una rubia aquella mañana mientras enviaba un audio a saber quién. La clase empezó a llenarse poco a poco. Esperé otros cinco minutos. La puerta se abrió y mi ilusión por ver a Miguel aumentó, pero desapareció al ver a la misma rubia de aquella mañana. Iba acompañada de otra chica de pelo negro. Las dos iban mirando el móvil embobadas. El día que me deparaba iba a ser muy largo. Los murmullos se hicieron notables y yo solo sentía que volvía a estar dentro del reformatorio. El sonido de una notificación hizo que cogiera el teléfono esperando ver el mensaje de Miguel. Era Rachel. Abrí nuestro chat viendo una foto de mi hijo. Sonreí inconscientemente al verlo sentado en la silla de paseo mientras levantaba los brazos. Le envié un emoticono de corazón. Miré la hora, ya eran las ocho y cuarto y Miguel seguía sin aparecer. Bufé y me levanté de la silla.

-Bueno, yo soy -caminé unos pocos pasos hasta la pizarra de color verde para coger una tiza y escribir mi nombre. -James Martin -di media vuelta para mirar a los chavales. ¿Porqué me miraban con ansia? Tragué saliva con miedo y sonreí ocultando mi nerviosismo. -Vuestro profesor de filosofía me llamó para un trabajo que debéis hacer durante unas semanas y quiere que le dé el visto bueno mientras os conozco. -¿Conocerlos? No, solo quería irme de allí. -No debe de tardar, seguramente en los próximos minutos esté aquí presente -mas le vale estar. Los chavales empezaron a reír. Vi a la morena ponerse las manos en la cara agobiada. La miré atento y ella agachó la cabeza al darse cuenta. -¿Estás bien? -pregunté preocupado. Lo que menos quería aquel día era que alguien le diese un chungo. -Si te encuentras mal puedes ir y lavarte la cara, o avisar a tus padres para que te recojan -sugerí.

-No -escuché una voz femenina riendo haciendo que dirigiese mi mirada a una chica de cabellos castaños -Galatea no se puede ir, hizo una promesa con la jefa de estudios de que no podía faltar tanto como en la ESO -habló entre risas -No rompas tu promesa, Galatea -vociferó.

¿Había escuchado bien? ¿Galatea Munua? ¿Mi Galatea? Perfecto día para querer suicidarse. Ni escuché su respuesta. Cruzamos miradas y ella se levantó de su pupitre tambaleándose, seguramente por el mareo. Dios, como había cambiado. Se dirigió a la puerta y de un segundo a otro estaba vomitando en la papelera. La rubia, de aquella mañana, fue corriendo hacia ella para recogerle el pelo. Los murmullos volvieron a estar presentes y mis pies hicieron que caminase hacia ellas. Giraron un poco la cabeza para mirarme. Galatea volvió a inclinarse para seguir vomitando. ¿Qué se hacía en estos casos?

-Creo que te tiene asco -giré mi cabeza viendo una chica aguantando su risa. ¿Tú crees? Porque yo también lo creo.

-A ver, vamos a pensar un poco -nervioso era poco de lo que estaba -Puede que tenga un virus estomacal.

-Te tengo asco -espetó con rabia por lo bajo.

La rubia empezó a descojonarse viva. No la culpo, yo también me tendría asco si fuera ella. Me agaché a su lado viendo su mirada perdida en la papelera.

-Quitando que me tienes asco, ¿quieres que te recojan y descansas?

Ella negó con la cabeza. ¿Tan tozuda es? Suspiré. Puse una mano en su frente notándola bastante caliente. Lo mejor sería que el delegado fuese a por un termómetro a secretaría. Me levanté y miré a los chavales.

Sí, eres tú (Versión James)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora