Tocaron a la puerta de su habitación en la casa del Lord.
Eran Mulciber y Nott, sucios y con moratones, pero sanos a sus ojos.
-¿Pasa algo?
-Te traemos un regalo de nuestra última excursión- Dijo Nott.
Parpadeó. A veces la gente le traía ingredientes raros de las incursiones en las otras casas y moradas mágicas: Botellas de vinos caros, artefactos oscuros... Cosas así. Antes de decir nada, Mulciber hizo un pase de varita y un cuerpo flotó de detrás de él a sus pies. Lo reconoció en seguida.
Desmayado, pero vivo, tenía a medio centímetro de su suela a Sirius Black.
-De nada- Dijo riéndose- Me voy a que mi mujer me remiende las heridas- Le tiró la varita de él.
Su corazón se aceleró, le cogió de las piernas y tiró de él habitación adentro hasta la alfombra frente a la chimenea.
Impasibilizó y silenció la estancia. Aunque igualmente rara vez bajaba nadie, igual que rara vez subía él. Tenía un elfo propio que le traía lo que necesitaba, como comida, y solo acudía a su llamado: lo mejor para el pocionista personal del Lord.
Lo cuál no estaba mal para los diecinueve años que tenía.
Se sentó y lo examinó brevemente sin tocarle mucho. Parecía que estaba desmayado por un golpe en la cabeza ya curado con magia, y no por ningún hechizo o maldición. Pasó la varita por su cabeza y no parecía tener ningún tipo de contusión interna, aunque el color de las finas líneas que dibujó el pase por su brazo, indicaba que estaba deshidratado, con el azúcar y el hierro bajos y con la presión arterial alta.
Se sentó en el suelo, a su lado, con los codos en las rodillas, que tenía alzadas, y las manos en la cara. ¿Cómo se comporta uno delante del abusón hijo de perra del cuál había estado enamorado toda la vida, el cuál está secuestrado y K.O. en tu habitación?
Lo dejó donde estaba y se sentó en el sofá delante de la chimenea a mirarlo.
Con su piel blanca, sus pestañas grandes, los ojos plata absolutamente preciosos cerrados, sus labios rosados, la cara tierna pero socarrona, su rostro casi imberbe. Era precioso. Por no hablar del cuerpo de escándalo, algo más bajo que él, pero de hombros más anchos por el Quidditch, con esos abdominales medio marcados de Cazador que tenía y que deseaba secretamente lamer.
Merlín.
Lo tenía delante de él.
Horas después despertó y cuando se levantó y se ubico, le miró con los ojos entrecerrados y con furia.
Se odiaban.
Cada uno representaba lo que más odiaba el otro. Lo que más detestaba.
Pero a la vez, lo que más amaba en su caso.
-Dime que estoy vivo y que esto no es el infierno y tengo que aguantarte el resto de la eternidad.
-Estás vivo, todavía...- Simplemente ignoró que tenía la varita alzada y le estaba apuntando con ella. Fue gracioso verle intentar huir. Se quedo sentado a verle abrir la puerta de su habitación, correr por el pasillo hacia la izquierda y aparecer por la derecha. Lo hizo dos veces más.
-Lo has hechizado como un bucle...
-No lo he hecho yo, pero sí, así es. Sin una Marca Tenebrosa o agarrado a alguien con ella, no se puede entrar o salir.
Volvió adentro y continuó su vida allí dentro.
Parecía en shock.
No hablaron mucho, él comía en su laboratorio, el otro en el salón-habitación. Él dormía en su cama, el otro en el sofá. Un día, cuando volvió de una misión, Sirius Black estaba vestido con ropa suya de cuando tenía 16-17 que ya no le venía. Al fin y al cabo, él era una cabeza más alto que el sangrepura y no había dejado de crecer.
Se miraron. El otro apartó la mirada- Me he duchado y te he cogido ropa que ya no te viene.
-Bien- Dijo únicamente.
Pero no podía dejar de admirar como el color negro le quedaba tan bien. Todo de negro excepto las botas marrones oscuras por encima del pantalón y el cinturón del mismo color.
Precioso.
¡Y con su ropa!
Esa noche lo pilló sentado en una silla mirando la falsa ventana que imitaba los jardines exteriores suficientemente modificados para que el ex-Gryffindor no pudiera ubicarse.
-Echo en falta el aire fresco- Se giró a mirarle- ¿Por qué me retienes? No lo entiendo.
Porque te amo.
-Puedes resultarme útil como moneda de cambio.
Puso una ligera mueca- Entiendo... ¿Puedes darme faena para no aburrirme?
Parpadeó. Lucir bonito en su cama no contaba como trabajo, ¿no?- Puedes recoger mi laboratorio.
Se levantó- Iba a decir: ¿No tienes miedo de que te envenene y use tu cadáver con la Marca para salir de aquí? Pero luego recordé que eres tú y sería muy estúpido por tu parte no ir con antídotos en los bolsillos.
-¿No es muy estúpido contarme "tu plan"?
Se giró y le encaró ligeramente- Si meto la mano en tu bolsillo del pantalón, ¿voy a encontrar un bezoar?- Se dio la vuelta- Repito, no te considero tan estúpido.
Pasaron los días, y con ello, las semanas.
Era una especie de ayudante-amo de casa. Tenía el laboratorio siempre limpio (él lo mantenía ordenado, pero Black dejaba el suelo limpio y siempre le tenía la cafetera llena), la cama siempre hecha, la ropa doblada, la cena en la mesa e incluso a veces, la bañera llena.
Ya había dicho alguna vez que era cosa del aburrimiento pero le gustaba mucho. Era como si fuera... Suyo. O algo así. Una especie de marido.
El mismísimo Señor le citó y le mandó a una misión. Unos planos escondidos, que podrían bien (o no) pertenecer a Azkaban.
-Me voy, no se cuándo volveré. La comida seguirá llegando, casi nadie sabe que estás aquí.
-¿Te vas a ir mucho tiempo?- Se acercó mientras se ponía el abrigo- Es decir, se lo que acabas de decir, pero aproximadamente...
-Dos días, una semana, semana y media... No lo sé.
El otro asintió- Ehh... Yo... Es decir...- Le miró. ¿Le estaba dando un ictus?- Ten cuidado, ¿vale?- Se quedó estático y estaba seguro de que le estaba mirando como si le hubiera salido una segunda cabeza al lado de la suya- ¡No me malinterpretes, Snape! ¡Llevo aquí semanas y casi nadie sabe que estoy encerrado! Si os morís todos... ¡Me moriré yo también!
Estuvo tentado a darle un abrazo.
Solo le miró y se fue- Adiós Black.
-Adiós Snape.
Casi se muere en esa misión.
Pero lo agradecería toda la vida.
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El verdadero amor de Sirius Orión Black
FantasyGracias a su magnífico poder y sus habilidades, Severus Snape destaca entre los Mortífagos. Tiene una buena vida, de hecho tiene una habitación para él solo, recibe peticiones personales del mismísimo Señor Tenebroso y se ha labrado una reputación e...