Morir en Vida

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Todo comenzó aquel verano donde todo era una locura alrededor, la ola de calor era insoportable. Estaba en vacaciones y podía despertar un poco más tarde en las mañana, se podía respirar tranquilidad y con eso hablo de mi novio Taylor Santana y yo; él era algo tímido, pero era la mejor persona sin duda, que había conocido. Era el nuevo chico del instituto aunque ya teníamos 3 años conociéndonos; fue como verlo por primera vez; su cabello castaño rojizo largo y muy bien cuidado en un corte de hongo, sus cachetes gordos, sus labios rosa, sus ojos verdes, bajito y relleno. Le gustaba mucho la música clásica y la gelatina de piña, por lo cual siempre llevaba ese olor a cítrico con él en su piel.

Teníamos muchos planes para el verano como; estaba en el primer año de secundaria y el, en el cuarto año, nuestros horarios no eran sincronizados, pero podíamos vernos en el recreo, el almuerzo y a la hora de salir; aprovechábamos cada minuto, pero eso había terminado. Ahora teníamos todo el día, las horas que quisiéramos para estar juntos.

Nuestra relación tiene 5 meses y un año, quizás hasta mas, pero nos va mejor, el es muy atento y quisiera que dejara de ser tan tímido. Su familia tenía mucho dinero; habían llegado de Argentina por negocios y se instalaron en el país y debido a su agenda se mudaron, se trajeron a su único hijo y se quedaron a vivir en un abrir y cerrar de ojos, tenían 8 años en Venezuela, ya no se la pasaban mucho en casa y Taylor por ello sufría mucho. El no era un chico malo, pero si llamaba la atención de todos en el instituto; chicas, chicos y sobre todos los gays. Eso me hacía sentir inseguro aunque; el siempre me ha sido fiel, su único problema son los celos y su constante voz mandona cuando quería que las cosas salieran bien. A veces eso me molesta, aunque sé que tiene la razón y me molesta aun más.

- ¡Tock tock! – golpean la puerta de mi habitación y el sonido de la madera me era tan molesto, pesado y tan lejano a la vez. De la nada un sacudón por el brazo, tan fuerte que me despertó - ¡Despiértate! – me grito mi mama, señalando con el dedo, el reloj de la mesa de noche y era demasiado tarde.

- ¡Ya voy! – me arrope de nuevo, mi cuerpo no quería salir de la cama, tampoco quería dejar de dormir pero bueno (...) Reglas, son reglas; solo tenía permitido dormir hasta las 09:00 A.M, ni mas, ni menos. Sonaba a un buen plan, hasta que mama se metía en la habitación a despertarme de manera brusca, daba y daba hasta que lo lograba.

Esta era mi vida, algo aburrida, pero la tenía que animar porque había mucho que hacer. Mi papá estaba en el comedor leyendo el periódico; se despertaba muy temprano hacer ejercicios, caminatas por el vecindario y pasar por su kiosco favorito y por ultimo desayunar en familia.

-Se dice; ¡Buenos días! – dice sin dejar de mirar el periódico, cuando me acerco al comedor y me siento en la mesa.

-¡Buenos días! – Digo. nuestra relación era algo complicada. habían días buenos y otros ni tanto, pero era papa un hombre fuerte de carácter que no dejaba que me saliera con la mía, siempre que quisiera. Era el único que decía que no, para que me ganara las cosas - ¿Cómo van los negocios? – pregunte tomando un sorbo de mi taza de café.

- Bien, esperando a que te gradúes de contador o economista de la universidad – me sonríe, dejando el periódico a un lado.

- ¡Max! – reclamo mama que entraba a la cocina con su delantal rosa.

- ¿Qué querida?- responde el sorprendido de que nos pillara hablar de sus negocios en la mesa.

- No se hablan de negocios en la mesa – le reclama, guiñándome el ojo. había evitado esa conversación con mi padres por años, el soñaba con que tomara el control de las empresas familiares, pero yo no, tenía otros planes; estudiar comunicación social. Por ese tipo de cosas amaba a mama, salvándome cada vez que puede, aunque sabíamos que algún día tendríamos que conversar. Mama sirvió el desayuno.

El Ultimo VeranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora