La luz del amanecer entrando a raudales por su ventana sorprendió a Renaud aún con el cuerpo pequeño y firme del omega acurrucado entre sus brazos.
Se había dormido, o tal vez desmayado, apenas dejó salir su miembro flácido de su interior. Pero Renaud no había logrado pegar ojo. Se había movido hasta quedar semi recostado en la cama, con la espalda apoyada en el cabecero, asegurándose de que el omega estaba cómodo, y había pasado la noche contemplando su rostro de querubín y recorriendo cada músculo de su cuerpo con la punta de sus dedos.
Pensaba. Recapitulaba escena a escena todo lo que había sucedido desde el momento en que Hugo llamó a su puerta. Se sentía más alfa que nunca. Siempre había tenido consciencia de quién era y lo que era, pero había reprimido sus instintos tanto y durante tanto tiempo, que solo después de haberlos dejado salir, se daba cuenta de que realmente jamás se había visto a sí mismo como un alfa, al menos no como un alfa de verdad.
Pero lo era, vaya si lo era, y lo que había hecho con el omega que dormía entre sus brazos era la prueba de ello.
Había estado a punto de hacer una tontería, casi lo marca, Renaud lo deseaba y Hugo se lo había pedido, se lo había suplicado. Aún ahora, en medio de la quietud y la calma sosegada de su habitación, no lograba creerse del todo que hubiera sido capaz de contenerse.
No era que no lo desease, jamás se había sentido atraído por un omega hasta ese punto, y realmente dudaba de que fuera a ser capaz de dejarlo escapar. Pero dejarse arrastrar por el calor del momento hubiera sido un error. Una marca no era algo que debía ser tratado a la ligera, con ella se establecía un vínculo indisoluble que los unía en vida y en muerte. Y aunque a Renaud le constaba que había alfas que marcaban omegas en contra de su voluntad, a él hacer algo así le parecía a aberrante. Esa era una decisión que debía ser tomada en conjunto, con la cabeza fría y los pies en la tierra, sopesando pros y contras y siendo consciente de todas las consecuencias. Y desde luego, no debía hacerse en medio del primer encuentro carnal entre un alfa y un omega, eso habría estado muy mal.
Hugo se removió inquieto entre sus brazos, los rayos de sol bañando su rostro atemporal y sacándole de su letargo. Renaud contuvo la respiración mientras este despertaba, parpadeando desconcertado para acostumbrarse a la luz.
La mirada somnolienta que le dedicó mientras escapaba de su estado de vigilia llenó el interior de Renaud de calidez y confort. Podría acostumbrarse a eso, no le importaría en absoluto despertar cada mañana acunando el rostro de aquel omega entre sus manos.
—Buenos días. —Susurró de manera tentativa, acariciando con parsimonia uno de sus perfectos rizos que había caído desordenado sobre su frente.
—Buenos días. —Contestó el omega de vuelta, estirándose aún dentro de su abrazo.
Tenía una sonrisa relajada, los ojos hinchados y el cuerpo laxo. Era adorable, tanto, que Renaud pensó que si le decía que lo suyo solo había sido cosa de una noche, no sabría cómo seguir con su vida después de eso.
Súbitamente, todo el cuerpo de Hugo se tensó, y su rostro se transformó en la viva imagen del pánico. Llevó una mano hasta su cuello, y suspiró visiblemente aliviado al notar la piel lisa, sin marca alguna que la mancillara.
—Gracias... —Terminó cerrando los ojos lentamente y relajándose de nuevo, presa del alivio.— Gracias por no hacerlo.
—No iba a marcarte en contra de tu voluntad, yo no soy de esos. —Contestó un poco molesto, sin saber seguro si su repentino enfado se debía a que Hugo pudiese considerarle alguien capaz de hace algo así, o a la clara insinuación de que no deseaba ser marcado por él.
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El Mundo Es Un Escenario (Omegaverse)
RomanceEl mundo es un escenario y nosotros simples actores. Renaud nunca fue un alfa como los demás. Él tenía un sueño, un sueño inaceptable para alguien de su condición. El mundo del teatro, la ópera y el ballet, eran monopolio absoluto de los omegas, y q...