Capítulo IV

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Todo el cuerpo de Renaud vibraba, hacía calor, demasiado calor, sentía la sangre ardiendo en el interior de sus venas. Su alfa rugía como no lo había hecho nunca, reclamando su dominio sobre él, exigiendo ser liberado y dar rienda suelta a sus instintos como Renaud jamás le había permitido.

Aquel pequeño omega estaba encima de él, montado a horcajadas sobre su regazo, con las rodillas dobladas y apretujadas contra sus piernas en el minúsculo espacio de aquel sillón. Le besaba, le besaba con fuego y lujuria, podía sentir cada músculo firme y definido a través de la escasa tela de la camiseta de tirantes que lo cubría. Los brazos de Renaud actuaron por cuenta propia, envolviendo la cintura del omega y apretándolo contra sí, su manos se deslizaron en garras por su espalda, una caricia ruda y desesperada que solo le hacía ansiar más y más de aquella piel, tomar todo lo que ese pequeño cuerpo pudiera ofrecerle.

Su autocontrol aprendido actuó donde sus instintos trataban de reclamar el absoluto dominio, imponiendo un ápice de cordura a su cerebro nublado de feromonas. Hugo era un omega, un omega precioso, el omega más perfecto que alguien podría desear, pero era su compañero de reparto, la estrella en ciernes de la compañía. No podía tenerle, no era para él. Que lo desease ya era peligroso, que lo probase podía ser letal.

—Espera, espera. —Logró balbucear, usando toda su fuerza de voluntad para abandonar los suaves y carnosos labios del omega.— Esto no está bien.

—¿No te gusta así? —Preguntó Hugo ajeno a todos sus dilemas mentales— Dime como te gusta, dime qué es lo que quieres y lo haré.

Renaud gruñó sin poder evitarlo, tanta entrega era demasiado, ¿Como podría resistirse a algo así? ¿De verdad tenía un motivo para hacerlo?

—No es eso. —Pronunció en contra de su voluntad, forzándose a sí mismo a poner fin a aquello antes de que cruzaran un límite del que no podrían regresar, mientras su alfa se revolvía y rebelaba dentro de sus entrañas.— Tú y yo... Nosotros... Somos compañeros.

No lograba expresarse correctamente, era una vergüenza para él, era un actor, se ganaba la vida con su elocuencia y su capacidad oratoria. Pero estando frente a aquel omega único en su especie, su amplio léxico quedaba reducido a un montón de gruñidos, balbuceos y expresiones vagas.

A pesar de todo, la mirada ceñuda de Hugo le dio a entender que comprendía perfectamente lo que trataba de decirle, y que su negativa no le gustaba en absoluto.

—Tú me deseas, a mí, solo a mí, de entre todos los omegas de la compañía. Tanto donde elegir y tú solo te fijas en mí, en nadie más. ¿Por qué iba a estar mal hacer algo que ambos deseamos?

—Es peligroso. Soy un alfa, puedo controlarme, pero mi condición, mis instintos...

—Eres el alfa que cualquier omega del mundo del arte desearía tener, Renaud. Me consta que muchos lo han intentado, y tú los rechazaste a todos. Pero no a mí. Ni siquiera te busqué, no traté de seducirte, no usé mis feromonas omega para atraerte. Y aún así, me reclamaste en mitad del escenario, delante de todo el mundo. Estuviste a punto de perder el control, por mí, solo por mí. ¿Sabes lo halagador que es eso para alguien como yo? Me deseas Renaud, y yo te deseo a ti, deja de buscar impedimentos donde no los hay.

— Yo... Yo... —Trató de seguir resistiéndose, pero Hugo esbozó una sonrisa ladina, y cortó abruptamente sus titubeos con un beso capaz de derribar montañas.

—Deja de resistirte —Habló sobre sus labios— Te deseo, te deseo desde la primera vez que te vi. Te necesito... Por favor, por favor, alfa, no me rechaces.

Verle suplicar no debería haberle encendido tanto como lo hizo, pero al fin y al cabo él seguía siendo un alfa, un alfa atípico, sí, pero no por eso dejaba de ser quien era. Sus instintos estaban ahí, dormidos la mayoría del tiempo, pero no extintos, y que un omega le necesitase, le suplicase... Eso realzaba su condición y su más pura esencia. Seguir reprimiéndose nunca fue una opción tras escuchar esas palabras.

El Mundo Es Un Escenario (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora