-Enmendar-

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Aprender a cerrar - Capítulo 4. 
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La herida nunca pudo cerrarse adecuadamente, y en este caso Izuku nunca había deseado tanto que se tratará de algún común hueso roto. Porque la pesadez en su corazón no podía curarse con un beso regenerativo, o algunos pares de vendas. No era un hueso roto o algún tejido rasgado, e Izuku no estaba seguro de poder soportarlo mucho más.

Estaba agotado, y las gruesas lágrimas que abandonaban sus ojos no estaban pensando en darle tregua.

Se había escondido en la azotea de uno de los edificios cercanos, pero no creía poder permanecer ahí durante mucho más tiempo. Porque su respiración no paraba de agitarse, y sus gritos contenidos estaban a punto de explotar en su garganta.

Izuku no sabía que hacer, y estaba perdiendo la cabeza.

Recuerda entonces el grito de Katsuki, llamándolo en cuanto sus pies comenzaron a moverse, e incluso entonces puede jurar que el rubio debe de estar buscando indicios de su paradero aun cuando está seguro de que han pasado unos buenos minutos desde su tiempo compartido en el lago.

Incluso había abandonado su deseo de despejar la mente un rato en aquel lugar tan pacífico. Izuku considera que no habría sido mala idea haberse quedado para contemplar la llegada del alba desde su rincón favorito del cuerpo de agua. 

Lastima.

El ruido sordo de algo golpeando el suelo sacó cualquier tema de la cabeza de Izuku, y su atención se desvió debidamente de sus propios pensamientos.

Katsuki, abajo, había lanzado sin ningún tipo de piedad una pobre lata contra el suelo. Otra víctima que agregar a la situación.

El pecoso intento secar sus lágrimas lo mejor que pudo, en un pobre intento de mejorar su difuminada visión, sea por las lágrimas o por la espesa neblina que comenzaba a formarse a esas horas de la madrugada.

Sus piernas tomaron fuerza, se levantó lo más silencioso que pudo de su lugar, y tomó un par de profundas y necesarias respiraciones antes de llamar a aquel hombre causante de sus males y pesares.

El nombre abandonó sus labios en un tono prudente, suficiente bajo como para no alertar a nadie, pero lo suficientemente alto como para que llegara a los oídos de Katsuki. La mirada rubí cayó fulminante sobre él. Ardiendo en ira mal contenida y resplandeciendo extrañamente ante la vista de Izuku en la cima, lloroso y rodeado de aires melancólicos.

Izuku soltó el nombre de Bakugo por segunda vez, peor simplemente se perdió como un sollozo quebrado.

Katsuki pareció reaccionar ante eso, corriendo y tomando impulso para posteriormente usar leves explosiones para subir hasta el techo, intentando no detonar demasiado ruido.

—Nerd, nerd idiota.—Izuku no pensó jamás que alguien podría verse tan afectado por su culpa. Pero el rostro de desesperación en Katsuki le era tan impropio y ajeno, y removía tantas cosas en su interior, que realmente no supo cómo sentirse al respecto.

Aunque lo que tomó desprevenido al peli verde fue la simple acción de Katsuki al tumbarlo al duro y frío pavimento. Agazapándose sobre él, inmovilizándolo como aquella vez en Ground Beta, sólo que está vez con cierta desconcertante, y de nuevo, impropia, delicadeza.

—¿K-kacchan?

—Cállate. Cállate, cállate. Nerd jodidamente loco, huyendo como si nada. ¿Qué creías? ¿Que no iba a querer respuestas?—la respiración irregular en Katsuki aún estaba presente, creando neblina al exhalar, provocado por las bajas temperaturas.

Izuku no pudo evitar el pensamiento de que se veía magníficamente atractivo.

La paz volvió un poco al pecoso. El hecho de notar que Katsuki no se veía realmente molesto, o con dejos de desprecio por la situación anterior, tranquilizó agradablemente el corazón desbocado de Izuku.

Aún sin saber cómo proceder, Izuku simplemente dejó que su corazón tomará cargo de sus palabras.

Ya había comenzado, ¿por qué parar entonces?

—Se sintió raro, Kacchan. Decir algo de esa magnitud, tan de repente... realmente me asusto.

Katsuki ahogó una risa ronca, que llenó el espacio en el aire más como un gutural gruñido que como una muestra de diversión.

Izuku tomó confianza y decidió jugar un poco, lanzando una mirada indignada hacia su contraparte.

—No es gracioso—refunfuñó por lo bajo, haciendo que Katsuki casi suelte una carcajada. Casi. En cambio, un bufido tomó el lugar de una estrepitosa risa.

—No estamos aquí para juegos, idiota con cara arrugada.—Izuku arrugó el entrecejo ante el apodo.—No me mires así. Hiciste ese estúpido puchero infantil, no esperes que no diga nada al respecto.

—Kacchan es cruel.

—Cruel es que estes alargando la explicación, Deku. ¿Acaso te da vergüenza tener ese tipo de sentimientos por mí, bastardo?

El rostro de Izuku explotó en rojo puro.

—No, no. N-no me mal entiendas, Kacchan. Nunca quise decir nada similar.—sus manos se agitaban en un intento de enfatizar su punto, y también en un gesto bastante común en él.

—Entonces explícame.—ordenó. Ni petición, ni pregunta. Katsuki exigía una explicación, e Izuku no podía con su existencia.

—¿Q-qué parte necesitas que explique?—Katsuki no respondió, solo lanzó una mirada muy atemorizante y una mano se dirigió a su cara con una explosión lista para detonar.—¡Bien, bien! E-entiendo tu punto. Yo solo pienso que eres realmente increíble, Kacchan. Y a-al principio fue muy confuso, sigue siéndolo en realidad. Pero yo entendí que no es solo algo como admiración o sentido de superación. Tu eres excepcionalmente listo, astuto, fuerte, veloz, invencible y admirable. Y tengo tantas cosas que se remueven dentro de mí cada que estas cerca, pero yo tenía también tanto miedo de todo esto. De lo que podía pasar, de cómo podrías reaccionar. Estaba muy asustado, y-

Unos labios fríos se estrellaron contra él, seguido de unos fuertes brazos encadenando su cuerpo.

Izuku reaccionó lento, adormecido por el experimental tacto. Tanto como el roce que recibían sus labios como el que recibía su cuerpo eran experiencias totalmente nuevas para él, y se embobó un poco debido a que se trataba de Kacchan.

Rápido y sin dar tregua, Katsuki experimentó con su lengua, pidiendo permiso para ingresar a la cavidad bucal ajena. Izuku le concedió el permiso de inmediato, ansioso por el contacto.

La falta de aliento llegó un tiempo después, y Katsuki se separó a duras cuestas. Y en cuanto sus rostros estuvieron un par de centímetros lejos, con su aliento gélido aún chocando entre sí, Katsuki hizo que Izuku se derritiera en su lugar.

—Tú también me vuelves loco, Izuku.

















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Imágenes del tema: Michael Elkan

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Aprendiendo a Relajarnos /KatsuDeku/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora