Las brisas de primavera nunca le habían gustado tanto, aunque no sabía exactamente el por qué. Tal vez era gracias a los trapos sucios y ensangrentados en el suelo, a ese colchón inmundo en medio de la sala desconocida, tal vez era gracias al punzante dolor en el costado de su cabeza. Tal vez, era gracias a esa antigua ventana, que daba directamente a un parque frondoso y lleno de verde. Desde ese segundo piso se podían apreciar algunos pequeños brotes de futuras florecitas, naciendo sin miedo alguno, como si la tierra no hubiera cambiado, como si todo siguiese justo en su lugar, y la primavera estuviera lista para mostrar sus románticos colores por todas las calles.
Una cosa era segura, él había muerto a mediados de invierno. Sus pensamientos se habían congelado en el mismo segundo que algo golpeó fuertemente contra su cabeza, y tal vez un par de segundos de consciencia le acompañaron para admirar cómo su persona favorita salía corriendo entre disparos.
No sabía exactamente, si estaba vivo o no. Ahora que por fin tenía tiempo para pensar, había sido una muerte bastante penosa, nadie le recordaría por caer simplemente muerto al suelo en un callejón mientras otro grupo les perseguía. Era patético, pero tampoco le afectaba. Jisung siempre había sido un poco patético.
Desde el día en el que todo inició, desde que corrió a la casa de su mejor amigo en lugar de ir con su familia, desde el día en el que se enteró que su hermana había muerto. Desde el principio él había sido patético, y de no ser por el hecho de que correr se le daba de maravilla, habría acabado muerto en las primeras semanas en las que esas criaturas salieron de entre las grietas del asfalto.
Los apocalipsis sonaban mucho más entretenidos dentro de las películas, días llenos de adrenalina y acción, miedo acechante en cada esquina.
Pero en el mundo real, en esa realidad que ahora afrontaban, para cuando se cumplieron tres meses desde el primer día apocalíptico, las criaturas volvieron por dónde habían venido, y desaparecieron otra vez, dejando a la humanidad completamente destruida, y desorientada.
Era gracioso, el saber que en solo tres meses todo se había ido a la mierda, y que luego de siete años aún luchaban por recuperar un poco de lo que solían ser sus tiempos, aquellos donde ser un adolescente estaba permitido, y podía pasarse las noches en vela jugando algún estúpido videojuego de acción donde las decisiones importantes no afectaran en nada. Una vida guionada, eso sí que sonaba bien hoy en día.
Se preguntaba si en este guión que le había tocado por vida había sido próspero. En esos últimos siete años había formado parte de un grupo, había ayudado a crear las barricadas que ahora se tomaban por frontera, había logrado comprender mecánica básica para volver a utilizar coches y motocicletas, había podido besar a su pareja más de mil veces en solo un día. Sí, definitivamente, su personaje había sido patético.
Aún con esa sabienda, una parte de su cabeza no podía evitar pensar. Pensar que esto no era el cielo. Porque claro, ver un hermoso parque desde una ventana con la brisa primaveral se sentía bien, pero eso definitivamente no era lo que en su religión tenía entendido por "cielo".
Nunca había sido una persona creyente, pero al menos esperaba que, al momento de morir, se encontrase con un sitio donde pudiera pasar el descanso eterno sin tener que recordar nada de su vida, de sus incontables y patéticas aventuras.Se esperaba algo más como un predio blanco, con ilusiones que asemejaran a su familia, sin ningún tipo de sonido, simplemente paz. Se esperaba no sentir nada en el cuerpo, ni una presión de culpa en el pecho. Se esperaba verlo a él.
Y tal vez Dios no era muy fanático del diseño de interiores para sus menos devotos, pero el hecho de que ni siquiera hubiese una foto de su más profundo amor en ese cuarto, le partía ligeramente el corazón. Lamentaba no haberse mantenido más tiempo a su lado mientras estaba vivo.
¿Cómo habría pasado Seungmin el resto del invierno? ¿Terminó por morir también esa noche entre los callejones repletos de basura? ¿Qué fue lo último que vio antes de morir ese día? Esperaba que no hubiese sido su cuerpo. Se sentiría aún más culpable por ello.Aunque tal vez era mejor así, era otro efecto mariposa con el que debería lidiar.
A los largo de esos últimos años habían descubierto que el futuro estaba guiado hasta por las decisiones más pequeñas, y si sus pequeñas y patéticas decisiones les habían llevado a morir esa noche, sin poder ver ni un rayo de luna entre la neblina, pues debía hacerse cargo. Podía ser patético, pero se consideraba alguien bastante responsable.
Mierda, qué ganas tenía de verle otra vez.
Muchos habían sido los efectos mariposa que le llevaron a correr hacia la casa de Seungmin tantos años atrás el día de la emersión. El hecho de dejarse su mochila allí, el hecho de saber que su chico siempre solía tomar siestas durante esas horas, el hecho de que la familia contraria no se encontraba en el país. Fueron pequeños efectos que le llevaron a decidir, a elegirle por encima se sus propios padres, de su hermana.
Siendo sincero, él no sabía que todo acabaría como lo haría, creía que ellos se las arreglarían, que tomarían sus propias decisiones. Ese fue su error, asumió demasiado, y se hacía responsable. Había llorado cientos de noches de solo pensar en que, si se hubiera detenido a llamarles, a explicar su razonamiento, ellos seguirían vivos.
Pero tomó una decisión, en ese escaso tiempo que tuvo, y no se arrepentía.
A su hermana le encantaban las mariposas, portaba un tatuaje entero sobre sus fases evolutivas a lo ancho de los hombros, y amaba lucirlo en verano cuando el calor invitaba a estar con poca ropa. Jisung había aprendido a odiar a las mariposas, a sus aleteos, a sus fases evolutivas.
De nada servía generar alas si quedaban desprotegidas por meses, de nada servía tener alas si un simple aleteo era capaz de llevarte a las garras de una araña, de nada servía tener una falsa libertad que al fin y al cabo estaba dirigida y no podía controlarse.Si ese era su primer día en el cielo, si su cielo era un edificio derroido con vista a un parque plagado de plantas y mariposas, entonces Dios le estaba castigando, ese no era un lugar de descanso. El aire en sus pulmones no era un descanso, los latidos rápidos en su pecho no eran un descanso, las lágrimas sobre sus mejillas, definitivamente, no eran un descanso. Y no sabía, aún si se hacía responsable, el por qué le había tocado este tipo de tortura.
¿Era por ser patético? Tal vez, ¿Por no tomar decisiones más grandes? Probablemente, ¿Lo merecía? Eso era seguro, de una o más formas, se merecía ese final, se merecía ese cielo.
Para cuando los primeros sollozos se le escaparon de los labios, pudo comprobar que aún mantenía su voz, áspera y ronca por el aparente desuso. Tenía voz, podía gritar, podía maldecir a ese Dios, a ese cielo. Era un alivio.
Un chillido bajo le resonó en las orejas, podía oír perfectamente también, podía escuchar su alrededor, podía escuchar los pasos que se detuvieron lejanos, en esa puerta que antes se encontraba cerrada. Y al desviar la cabeza de la ventana descubrió que, efectivamente, podía mirar. Podía admirar el rostro del chico que tanto había amado en vida, un poco más descuidado y delgado de lo que recordaba. Y notó que recordaba, también recordaba, y todo le dolía, absolutamente todo dolía, y todo se sentía mal. Y todo se sentía bien.
Y su chico mandó a la mierda cualquier provisión que tuviese entre las manos, se acercó, tenía percepción de distancia, tenía olfato, buscaba su olor. Estaba ahí, Seungmin estaba frente a sí, arrodillado sobre ese destrozado suelo, sobre esas vendas que se había quitado, con los ojos llorosos. Él también le veía, le olía, le sentía, le escuchaba. Le estaba escuchando llorar, le estaba viendo ahí, le veía vivo. Estaban vivos. Seguía malditamente vivo.
Y Jisung nunca creyó en los milagros, así como tampoco creía del todo en ese Dios. Pero si este le había condenado a vivir, si aún tenía más decisiones patéticas que tomar en ese mundo, si aún debía acompañar a la persona por la que daría su vida entera en un segundo, entonces aceptaría la tortura. Con gusto lo haría. Seguiría como una estúpida mariposa en ese mundo de telarañas, donde cada aleteada lo cambiaba todo.
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OS Skz
FanficRecopilación de one shots sobre Skz con distintos ships basados en canciones.