8-.No permitas que lo haga

2 1 0
                                    

A pesar de que pasaban más de las 10 de la mañana, no quería levantarme, no pretendía hacerlo. Un silencio inundaba mi habitación, quizá el mundo ya me había abandonado para siempre y aquella oportunidad que creía era tan solo ilusoria.

Era extraño que después de lo que pasó anoche mi madre no subiera a despertarme o tal vez, no se acordaba de que le estrelle en la cabeza una de sus botellas ¿Estará bien? Una pregunta inquietante me invadió pero temía el comprobarlo, no por lo que descubriera, sino por el hecho de que ese pensamiento fuera erróneo y simplemente recibiera mi propio final, así como ella pretendía dármelo anoche.

Había intentado dibujar algo en una de las libretas que tenía en los cajones de la mesa de noche pero simplemente nada salía de mi mente, no con esos recuerdos de aquel ser que de pronto había aparecido ¿Lo habré soñado? ¿Cómo es que logro empujar a mi madre antes de que me diera con la botella?

Y de pronto, una imagen llego a mi mente, el rostro de Erick y sentí como en mi rostro triste poco a poco se formaba una sonrisa.

—No es solo un reproche o un capricho querer tener a alguien, es una necesidad tan grande que te quema cada día, el pensar que a nadie le interesas, el pensar que a nadie le importas, quieras o no es algo que siempre está en tu mente. Es un daño que no sé de donde viene pero esta allí, presente y lastima cada noche cada día —recitaba mientras me levantaba de golpe y encendía el ordenador—. El error no está en aconsejar, sino en no entender, en no comprender cuando hablas con una persona que sufre por algo, muchas veces no es un consejo el que se necesita, sino un abrazo, un simple beso —Aquel era un escrito que había hecho ya hace algunos años atrás y que me vino de pronto a la mente, nunca antes lo había sentido tan personal.

—Al menos tengo a alguien ahora —susurre.

De pronto un fuerte ruido se escuchó, estaban intentando abrir la puerta pero para mi suerte, le había puesto candado anoche y aquel sonido pasó a convertirse en uno más familiar, ahora sonaban llaves que entraban lentamente por el cerrojo de la puerta.

—Mi madre...

Inmediatamente corrí al rincón del cuarto y tomé un tubo de metal con el que atrancaba la ventana cuando la abría y me coloqué enfrente.

La puerta se abrió de golpe y me dirigí con rapidez preparada para dar el golpe.

Me detuve en seco, impresionada y a la vez asustada.

—Violeta... —dije al verla parada.

—Hola, disculpa que llegara así, tu madre me dijo que estabas acá y me dio las llaves —Una sonrisa inquietante comenzaba a dibujarse en su rostro.

—¿Qué haces aquí? —preguntaba mientras retrocedía.

—Ya lo sabes Elizabeth ¿Creíste que me quedaría de brazos cruzados?

—Por favor, vete Violeta. Yo insistí en que él no me hizo nada pero no me quisieron creer.

—¿Y esperas que te crea maldita interesada? —preguntó y seguido de eso se abalanzo contra mí. Sin pensarlo, tomé con fuerza aquel tubo y golpeé directo el pecho de ella provocando que se cayera al suelo y gritara de dolor—. Te dije que desearías estar muerta y a eso he venido —me dijo y allí sobre el suelo lanzó una patada que causo que tirara el tubo.

Se levantó y se lanzó contra mí, ambas caímos al suelo. Me golpeaba y jalaba del cabello y yo a cómo podía intentaba quitármela de encima pero me era imposible, realmente era pesada. A como pude use mis brazos para cubrirme de sus fuertes golpes y en un descuido de ella por tomar aquel tubo me abalance con todas mis fuerzas para lograr meter mi rodilla por debajo de sus piernas y lanzarla lejos de mí.

Ella quedó de pie mientras retrocedía por el empuje, pero regreso de nuevo a mi corriendo y gritando. En un solo movimiento lancé una patada en contra de ella para hacer que retrocediera una distancia, al menos para poder ponerme de pie.

Ella lanzó el primer golpe pasando justamente por un lado de mi rostro, yo lancé el siguiente que golpeo su estómago y de una forma rápida le di otro en la costilla. Ella aprovecho ese momento para sujetarme y darme con la cabeza en la barbilla. Me aleje.

—Por favor Violeta, no sigas con esto.

Corrió hacía mí y tomó de mis piernas sin darme tiempo a reaccionar siquiera, intenté sujetarme de algo y me agarré de un mueble a mi costado pero este cayó de igual manera con ambas. Violeta se levantó y coloco uno de sus pies encima de mi pecho, aplastándome. Luego solo comenzó a patearme mientras yo buscaba la forma de salir de esa posición, solo podía cubrirme con mis brazos y piernas, aunque algunos golpes lograban entrar y darme en las costillas. Dos preguntas se interpusieron en mis pensamientos ¿Por qué hasta ahora después de tantos días había decidido venir a reclamar?

Dentro de una de esas patadas logré sujetar una de sus piernas y de la misma forma la hice caer. Me levanté rápidamente y caí justo encima de ella para darle de golpes en el rostro.

—¡Te dije que te fueras! —le gritaba furiosa entre cada golpe que le daba.

No me di cuenta pero había sacado de su bolsillo una navaja y esta la encajó en mi pierna. Sentí un intensó frio que recorrió todo mi cuerpo y después de eso un mareo como nunca antes lo había sentido. No reaccione ante tal acto y ella solamente sacó la navaja sin miedo alguno y volvió a encajarla, así hasta que retrocedí arrastrándome hasta una esquina. Y fue allí donde miré la navaja, era la de Esteban y ahora permanecía incrustada en mi estómago.

Una increíble sensación de adrenalina recorrió todo mi cuerpo, tomé la navaja para sacarla y lanzarla a la nada, me levanté tomando una de las bocinas que había caído con aquel mueble y corrí hacia donde estaba Violeta tirada. A mi costado pude distinguir la silueta de aquel ser que me seguía, viéndome fijamente.

Llegué y el primer golpe fue en la mejilla. Tomé de nuevo la bocina, esta vez con ambas manos y agarré impuso alzándola en el aire para rematarla.

—¡Mátala! —me gritó ese ser.

Me detuve y dejé caer la bocina a un costado de ella. Me levanté retrocediendo, cubrí con mis manos mi boca para no gritar, sin importarme que estuvieran envueltas en sangre. La miré, tirada en el suelo, con el rostro lleno de sangre, su ropa rasgada, con solo verla parecía muerta pero tan solo se había quedado inconsciente.

—Debes matarla, sino lo haces ella lo hará contigo —volvió a decirme ese ser, a mi costado—. Toma la navaja y corta su cuello, la metes dentro de una de esas bolsas grandes que tienes en el baño y la escondes allí. Igual tus padres no entran a tu cuarto, ya más tarde podrías irla a tirar al rio que está a unos minutos.

No le respondía nada, solamente permanecía viendo a Violeta y viendo todo el desastre que por no pensar había provocado.

—Ella te engaño junto a su novio, su novio ahora está pagando en prisión pero ¿Ella? Debes hacerla pagar por el daño que ha traído en tu vida.

—¡No!

—¡Tienes que hacerlo Elizabeth! —gritó y con ello toda la habitación pareció estremecerse. 

Lágrimas EscondidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora