12-.No puedes negar quien eres

1 0 0
                                    

Ella me miraba con una sonrisa, sin si quiera parpadear y fue allí, entonces cuando mis labios se prestaron para hablar.

—¿Qué hiciste? —pregunté en voz alta.

Sin dudarlo un segundo ella corrió hacía mí, tirándome de la silla en la que estaba. Ambas caímos fuerte contra el suelo. Lanzó un golpe, el cual esquive por pura suerte y dio al suelo, pude escuchar cómo se reventaron sus nudillos al costado de mi oído y el quejido por parte de ella, aproveche el momento para empujarla para un lado. No podía pelear, estaba herida, no tenía fuerzas para seguirme defendiendo, pero tenía claro que rendirme solo significaría una cosa.

¿Cómo es que se había liberado?

De nuevo corrió hacía mí y yo sin poder hacer nada, me tumbo otra vez. Intentaba soltarme, pero me era imposible, ella comenzó a enredar el cable que traía alrededor de mi cuello y luego inicio a apretar.

—¡Ahora si te matare! —gritaba riéndose a carcajadas.

Desesperada, solo podía golpear débilmente las costillas de ella, le jalaba el cabello y la rasguñaba pero era inevitable, ella ya no sentía dolor alguno. La miraba, la tenía frente a frente, con ese cuerpo completamente desnudo y envuelto en sangre que poco a poco se iba volviendo borroso.

­—Erick —repetía una y otra vez en mi mente—. ¿Dónde estás?

De pronto me vi en un lugar totalmente blanco, sentía una paz increíble, era un vacío total y hermoso. Caminé entre la niebla que cubría el suelo, ni siquiera sentía mi peso, más bien era como si volara y así al ver hacía el suelo, me di cuenta de que todas las marcas en mis brazos ya no estaban, estaba limpia.

Sentí una alegría increíble, sea lo que fuera me provocaba un bien absoluto.

—Pequeña —escuché detrás de mí.

—Abuela —la miré, se miraba completamente hermosa y brillante. Me acerque a ella para fundirme en un abrazo—. Te he extrañado tanto.

—Y yo a ti pequeña.

—¿Estamos en el cielo abuela?

—No, aun no hija —me dijo apartando su mirada ¿Escondía algo?

—¿Dónde estamos entonces? —Llevé mi vista a mi alrededor, había personas caminando en diferentes direcciones y una niña pequeña parada, viéndome, llevaba consigo un respirador conectado a su nariz. Había también una pareja de ancianos caminando de la mano, todos sonreían mientras platicaban pero ella no, mi abuela no ¿Por qué?

—Pequeña —me dijo devolviéndome a verla—. Hay cosas que aún no terminas de entender, no te hace bien lo que estás haciendo.

—No quiero irme abuela.

—Debes soltarlo, no puedes negar la realidad, tu realidad.

—Tengo miedo. No quiero irme, no, no puedo dejar todo, no puedo seguir siendo la misma abuela.

—Pequeña, no puedes seguir ocultando quien eres.

De pronto sentí algo en mi nuca, algo que me llevó a voltear atrás. Todas aquellas personas que antes caminaban, ahora me miraban fijamente, se miraban molestas y de la nada cada una comenzó a desaparecer en una estela de humo y obscuridad, todo se volvía negro y con fondos rocosos, incluso el suelo blanco se iba volviendo entre lava y piedra negra filosa.

Entre la imaginación y el deseo unos ojos rojos aparecieron frente a mí, ese ser había vuelto.

—Te dije que me necesitarías ¿Sigues tratando de no hacerle daño?

Solamente lo miraba, en sus ojos podría verse reflejado el miedo, la angustia y la desesperación, quizá me quedaba poco oxígeno en realidad, tal vez todo esto que miraba era producto de que estaba perdiendo la conciencia, estaba muriendo.

—Tú tienes la elección ¿Vivir o morir?

Podía verme a mí misma a un costado, como aquel cable lentamente se clavaba más y más en su cuello provocando la caída de gotas de sangre y de pronto lo noté, la navaja a mi costado. Miré como lentamente acercaba mi mano para tomarla.

—¡Debes hacerlo! —La voz del ser cada vez era más múltiple.

Quizá a veces la vida nos lleva a situaciones tan extremas en las que debemos tomar decisiones forzadamente, elecciones que tal vez no son correctas pero de en el momento, son las mejores ¿Qué era lo mejor ahora? ¿Qué estoy pensando?

Giré mi vista hacía el ser, estaba sonriendo, dejándome ver sus colmillos dentro de su boca, manchados en sangre y en cada uno de los brillos que esta tenía podía verme a mí, riendo a carcajadas.

De pronto sentí un gran peso encima, sentía una intensa depresión que me atormentaba y un odio profundo en mi alma, esto provoco que cayera de rodillas y estas al chocar contra el suelo filoso se hicieron varios cortes. Entre las rocas pasaba el agua que lentamente se volvía en un tinte rojo, podía ver mi reflejo, me había convertido en alguien detestable, el tipo de persona que odiaba tanto.

—¿Dónde estoy? —pregunté.

—Este lugar no es más que tu propia mente. Mi hogar.

—No es posible...

—¿Qué te hago sentir Elizabeth? —me preguntaba mientras se acercaba y tomaba de mi cabello. Acercaba sus labios dejándome ver con cada latido mi muerte, ese aliento a muerto y esos labios desechos en melancolía, corrompiendo mi cuerpo y mi alma.

—No lo sé... —dije apartándome.

—Tú no perteneces a este lugar Eli, esta no es la primera vez que te lo digo y lo sabes bien.

—Necesitaba esto.

—Tú ya no necesitas nada, no la dejes esperando, solo la dañas.

—Lo necesito.

—Ya no hay nada que necesites, ambos están pagando de la misma manera, esos barrotes de metal son la justicia suficiente, ya no tienes razón para estar aquí.

—La tengo, por favor, déjame regresar.

—Lo único que vas a provocar es que se moleste.

—¡No me importa! Tú no eres nadie para decirme que hacer.

—¿Qué dices? Yo soy tú, después de lo que harás esta noche, tú me creaste y también yo soy la razón por la que vives en este ciclo interminable.

—Pensé que sería mejor demostrar que podía sola con todo, que no necesitaba quien me defendiera, me aferre a esa idea. Es tan difícil ser fuerte siendo buena persona, está bien, ya lo entendí y es por eso que ya no estás aquí. Tengo miedo, pero volveré las veces que sea necesario, necesito cambiar esto.

Todo en un instante pasó a convertirse en mi habitación de nuevo. Sentía una presión increíble sobre mi cuello y allí estaba ella, mirándome con un odio absoluto y en mi mano la navaja que había tomado. Gritando y con una desesperación increíble, encaje la navaja en su pecho, dejándola caer a mi costado. Caí por completo en el suelo para recuperar el aliento, ese oxigeno tan anhelado por mis pulmones.

Después subí encima de ella, mirándola. Respiraba agitadamente producto creo de que adrenalina que corría por mi cuerpo.

Su cuerpo ahora mutilado, quizá nuestros cuerpos ahora en cierta parte eran similares. La tomé del cabello y seguí encajando esa navaja, solamente miraba como la piel se abria producto del fijo, la sangre brotaba sin parar, eran como fuentes saliendo sin control alguno. Con cada apuñalada me sentía más libre, con más poder, con más fuerza y sentía que ahora nadie podría hacerme daño, que ahora nada podría salir mal en mi vida.

Y entonces lo recordé, el cable estaba roto. 

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 21, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Lágrimas EscondidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora