Capítulo 9

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"Me encantaría ser ella, aunque fuese por un solo día"

La universidad era un lugar extraño, lleno de gente muy desigual, con hormonas sobrevolando los aires en intensidades más desiguales, pero Katsuki siempre sobrellevaba todo de maravilla, comportándose como el adulto que apenas había empezado a ser. La vida universitaria era algo sencillo, si dejaba de lado las materias difíciles y los deslices regulares con sus compañeros de clase.

Le gustaría decir que fue otra etapa de su vida que vio pasar en blanco y negro, donde todo fue lo mismo de siempre, con la misma gente y los mismos obstáculos, pero Katsuki descubrió en tan solo un semestre una nueva gama de colores que pintaba el mundo con mil maravillas por descubrir, una nueva motivación que movió su interior más que cualquier otra meta que se haya impuesto. Deku.

El maldito nerd de mierda.

Deku era un inútil, pero un inútil muy útil. Tenía la fachada perfecta de un adulto simple y funcional, pero nadie además de él conocía la verdad detrás de esa máscara de sencillez. Katsuki conoció la versión más pura de Izuku Midoriya, aquella personalidad que aparentaba simplicidad se transformó con el pasar de los meses en algo que no tenía nada que ver con la palabra "simple", lo que le pareció curioso, pues jamás había sabido de un ser tan inteligente y tan verdaderamente puro, oculto bajo un manto enorme de normalidad. En cuanto a retos intelectuales (o cotidianos), Izuku podría tornarse en un rival perfecto, dar la vuelta a todo y convertir algo insípido en un manjar exquisito, una tarde lluviosa en un espectáculo de arcoiris, y no le importaría si Katsuki tenía manías raras o si debía de comportarse de cierta manera por ser superdotado, claro que no, porque Deku lo veía como alguien genial sin importarle siquiera si era o no más listo que los demás, lo veía como un chico asombroso, pero nunca llegó a poner expectativas alocadas sobre él, como siempre los demás habían hecho a lo largo de su vida. Tal vez era una mierda decirlo de esa forma, pero Deku, además de sus amigos en Miami, fue la primera persona en verlo igual a los demás, y aun así creer que era lo mejor del puto mundo.

A mediados del tercer semestre, se dio cuenta de que había caído rendido a los pies del bastardo que ni siquiera podía planchar su ropa adecuadamente.

Quiso negar esa idea, porque estar enamorado seguía siendo un concepto complicado para él, que apenas estaba aprendiendo a manejar sus emociones, era muy apresurado estarse enamorando así de quien consideró hasta hacía poco un rival, su amigo.

Al principio intentó reprimirlo, fingir que el latido acelerado de su corazón que aparecía solamente cuando estaba cerca de Deku, era falso. Mientras más lo pensaba, más inseguridades nacían en lo profundo de su cabeza, el miedo a separarse a causa de esos sentimientos no planeados que hicieron en algún momento una pequeña crisálida en su interior lo estaban consumiendo vivo.

Estaba enamorado de Deku, del bastardo con el corazón más grande existente. Se había enamorado de un perdedor con buena mano en la cocina, y lo odiaba, odiaba lo mucho que su corazón enloquecía cuando hacían cosas juntos, cuando hablaba sin parar de lo que le gustaba, también odiaba como su cuerpo se calentaba al verlo salir de la ducha, hacer ejercicio, o solamente existir. Joder, aborrecía cada mísera muestra de afecto desinteresado que le mostraba, porque solamente lograba que anhelara más que un contacto amistoso, más que un roce de manos sin ningún significado detrás.

Su prematura vida sexual había muerto muy rápidamente luego de darse cuenta de sus sentimientos, y contrario a lo que Sero y Mina creyeron cuando estuvieron en videollamada con él y les contó lo que sucedió, no sintió la necesidad de buscar dónde meterla, tampoco sintió algún tipo de pérdida. Sabía que tal vez se volvió un poco adicto al sexo, pero no podían culparlo, fue un adolescente hormonal muy atractivo rodeado de "lindas chicas" con coños aún más "lindos". Pero desde que empezó a ver a Deku, a admirar su físico, los fuertes brazos y torneadas piernas minadas de pecas, su pecho firme, y el bulto que siempre se notaba más de lo debido en ese bendito short que usaba para dormir, no le causó sorpresa alguna el hecho de descubrir que estar con esas chicas nunca fue algo satisfactorio para él, más allá de saciar la calentura del momento, o en pocas palabras, tener algo más que su mano para apretarle la polla.

Admitía que jamás le parecieron atractivos los agudos gemidos, ni los húmedos coños, tampoco los blandos cuerpos delicados y mucho menos los pechos, ya fuesen pequeños o voluptuosos, simplemente no le llamaban la atención en lo absoluto, pero pensaba que eso era normal. Fue un idiota al creerlo.

Conocer a Deku le había jodido su vida sexual y su propia heterosexualidad. Su mamá se volvería loca cuando se enterase de que era gay, y él estaba feliz de restregárselo en la cara. Aunque ella no era una mujer de mente cerrada, sería una sorpresa descubrirlo.

Sabía que reprimir sus sentimientos no fue buena idea, ya que solo incrementó el problema, pero Katsuki, a pesar de ser alguien increíblemente fuerte para una diversidad asombrosa de cosas, resguardó un miedo en su interior que devoraba su racionalidad, solamente dejando a su paso los rastros de las esperanzas que pudieron haberse formado alguna vez.

Tal vez tuvo que habérselo dicho antes, que estaba enamorado, si solo lo hubiera hecho posiblemente hubiese evitado todo lo que vino después.

A finales del cuarto semestre, Izuku, quien se había convertido para Katsuki en un farol incandescente sumergido en las lagunas más sombrías que consumían su joven alma, le confirmó su noviazgo con Ochako Uraraka. La que solamente sería la amiga de la infancia se había convertido de pronto en la posible futura esposa, en la pareja de su primer amor.

El bastardo hasta se lo había dicho con una sonrisa en su estúpido rostro, como si fuese algo bueno que ahora estuviese saliendo con alguien.

Recuerda perfectamente la sensación de vértigo, el desolado sentimiento de pérdida que jamás creyó que fuese capaz de sentir. Ese día lloró, tanto como pudo, compensando todos los años en los que no se había visto en la necesidad de hacerlo. Derramó lágrimas hasta que sus ojos se hincharon, y luego de eso, llegó la furia, un enojo devastador que solamente era fortificado con la ausencia de Izuku, quien aquella noche había abandonado su "pequeño refugio del mundo" (como ambos le llamaban al departamento que compartían) para salir con esa maldita perra de cara redonda.

Nunca creyó que podría odiar tanto a alguien; su voz, su presencia, e incluso su existencia. Katsuki odiaba a Ochako, aborrecía como ponía sus asquerosas manos forradas en pulseras y esmalte de uñas rosa sobre el hombre que amaba, le daba asco verlos juntos, acurrucados, tomados de las manos. Siendo una pareja.

No había sido tan consciente de su inmadurez hasta aquel momento, en el que el saco de box del gimnasio terminaba abollado por la fuerza que ejercía en sus golpes.

Le gustaba imaginar que el saco era Ochako, mitigaba un poco su ira pensar que ella no volvería a acercársele a Deku. Pero cuando regresaba a la habitación, y los veía a ambos tragando entre risas una comida preparada por las manos pecosas, la rabia volvía a burbujear tan vívidamente, que pensar que en algún momento hubiese desaparecido era una completa estupidez.

Los años pasaron, y junto con ellos, su amor por Izuku creció cada vez más. Todo se volvió peor, porque Izuku no había cambiado su manera de portarse con él, y Katsuki no sabía cómo decirle que ya no podía seguir con esos tratos tan amorosos que compartían, ya que su garganta formaba un nudo cuando lo intentaba, asemejándose a una pequeña suplica para que no detuviera lo único que llegaría a tener, un trato casi fraternal.

Los finales del sexto y último semestre habían llegado. Su odio por Ochako seguía tal y como el primer día, pero aprendió a controlarlo con el pasar del tiempo. Y él seguía perdidamente enamorado, jodido hasta las pelotas por los sentimientos que se negaron a dejarlo en paz.

No había más que hacer, muy pronto todo terminaría, y Katsuki no sabía si podría seguir aguantando toda esa mierda que estaba agobiándolo desde hacía tantos años.

Pero algo había ocurrido, un cambio tan leve que solo él pudo haberlo notado, y ese algo podría ser todo lo que necesitaba para unir los resquicios de esperanza que todavía llevaba consigo.

¿Era un maldito empedernido? Sí, por supuesto, ¿había notado a Deku un poco extraño con él desde hacía cuatro meses; más cariñoso, más nervioso?, oh, claro que sí, a él nunca se le pasaba nada si se trataba del nerd, ¿estaba tan desesperado por dejarse ir con lo que sentía que alteró la realidad y por eso pensaba que esta podría ser una señal de que Izuku estaba desarrollando sentimientos por él? Por supuesto que sí.

Katsuki Bakugō jamás abandonaba una partida hasta jugar todas sus cartas, y aún tenía un posible as bajo la manga.

_____

La esencia de los pasteles y las galletas dominaban en el departamento, endulzando todo el espacio. La canela y la vainilla nunca habían olido tan deliciosos como ese día, preparados por las manos más experimentadas en el campo.

Acomodó la bandeja de galletas sobre el mesón e inhaló gustoso, con una suave expresión en su rostro. Podrían no agradarle mucho los dulces pero en definitiva los aromas de sus creaciones siempre eran sus preferidos, y más cuando sabía que a pesar de que él no los disfrutaría como se debía, cierta persona sí que lo haría.

El hogar estaba impecable y no era para menos, él mismo había hecho la limpieza esa mañana, demasiado emocionado como para quedarse quieto en un solo lugar, razón por la cual, también hizo tal festín azucarado.

El reloj del comedor marcaba las cinco de la tarde. Sus ojos no podían despegarse de él aunque estuviese decorando los pasteles con betún de maracuyá. No podía evitarlo, en tan solo minutos Izuku regresaría con la nota de uno de los exámenes más difíciles que le había tocado a su curso hasta ese momento, pues era teórico, práctica y expuesto, un trabajo complicado teniendo en cuenta que Izuku pasó cuatro semanas enteras intentando recrear la receta ordenada por su profesor sin éxito alguno. Claro, hasta hace dos días.

Luego de mucho esfuerzo, lágrimas de parte de Izuku y gritos exasperados pertenecientes a Katsuki, lo había conseguido, Izuku logró recrear la receta dada por su profesor hasta mejor de lo que le exigieron.

Esa madrugada Katsuki puso la música favorita de ambos al cien, importándole poco si las paredes de las residencias eran excesivamente delgadas. Con una sonrisa y montones de groserías, sacó a Izuku a bailar en su propia sala.

Un cosquilleo en el centro de su pecho lo hizo refunfuñar, haciendo que continuara con su tarea de acomodar los dulces en una linda bandeja de mini All Mights con moños rosas, perteneciente a la extensa colección de mercadería que tenían ambos.

Debía concentrarse, debía...

El timbre del teléfono resonó y sus manos apretaron con mayor fuerza la manga pastelera, creando un desastre total de betún amarillo y frutos rojos. Perfecto, quién quiera que sea la persona que lo llamó e hizo que arruinara su maravilloso bizcocho, se arrepentiría por siempre de haber adquirido su número.

Tomó el celular en un fuerte movimiento, los dedos apretados contra la carcasa, listo para lanzar su listado de palabrotas. Respiró hondo, y aceptó la llamada.

—¡¿Quién putas mierdas...!?

—¡Kacchan, ábreme, por favor! Olvidé mi llave. Estoy abajo y hace muchísimo frío.

Era un sonido dulce, cálido, se escurría por sus oídos hasta generar choques eléctricos en su cerebro. Sus alrededores cambiaban de color, todo adquiría una tonalidad verde brillante que le acariciaba la piel de las mejillas. La voz de Izuku le recordaba al arrollo que visitaba en sus días de alpinismo, al viento salado del mar, le recordaba a todo lo bueno que había vivido en su vida.

Su corazón inició un martilleo irregular, las manos, que antes sujetaban el aparato con seguridad, temblaban por el meloso tonito que había utilizado para pedirle un simple favor.

—¿Hola? ¿Sigues ahí?

—Sí, cállate, ya voy a abrirte. Y no vuelvas a olvidar tu llave, la próxima vez que lo hagas, te dejaré afuera. No soy tu madre para andar detrás de ti recordándote las malditas cosas —dijo, cortando la llamada.

¿Cómo ese estúpido nerd, con esa estúpida inteligencia tan alta que tenía, no podía notar las reacciones que causaba en él?

Intentó mantener la compostura mientras abría la entrada de la residencia desde su teléfono, a la vez que se dirigía a la puerta para sacarle el seguro.

Era ridículo, parecía un mocoso con esos incontrolables temblores que lo embargaban. Debía calmarse, respirar, aparentar normalidad para que Izuku no se diera cuenta de lo que sentía y acabara con su amistad. Era raro para él ser pesimista, pero su relación con Izuku siempre fue una de sus mayores inseguridades debido a que ese estúpido muchacho de ojos verdes, desde el primer momento fue capaz de dejarlo descolocado y mirando estrellitas en el cielo. No quería perderlo, no a él, perder a Izuku se sentiría como arrancarse el corazón de un tirón, de solo pensarlo le provocaba un nudo en la garganta.

Caminó a grandes zancadas hasta la cocina, fingiendo que nada estaba pasando, que su pecho no vibraba por oír la voz del otro, que su cuerpo no reaccionaría a su llegada. Oyó el traqueteo de la puerta, y buscó con la mirada algo que hacer, algo con lo que pudiera distraer su mente para no pensar en él. Hubo pasos, luego el sonido de una pesada tela siendo colgada en la perchera y zapatos siendo tirados descuidadamente en el suelo. Carajo, le había dicho miles de veces que acomodara sus chillantes tenis rojos para que no terminara chocando con ellos cuando volviera a salir. Abrió la boca para gritarle que ordenara el espantoso calzado, pero su boca no llegó a producir ni el más mínimo sonido, pues la impresión fue tal, que llegó a robar sus palabras.

Izuku lo abrazaba desde atrás, fuerte, la cintura de Katsuki era apretada por esos grandes brazos enfundados en una playera de mangas largas. Podía sentir la suave respiración de Izuku en su cuello, al igual que las pequeñas cosquillas que le generaban los rulos.

Lo estaba abrazando como si fuese todo lo que necesitara, y gracias a esto, Katsuki pudo entrar en un modo de alerta extremo. El tonto nerd siempre era cariñoso, pero cuando daba estas muestras de afecto, todos sus sentidos se agudizaban, no solo por el contacto tan íntimo que compartía con el otro, sino por saber cuál era la causa que lo llevó a ese arrebato de cariño.

No sabía si ponerse nervioso o preocuparse, porque la respiración de Deku era muy lenta, y se notaba que estaba aspirando profundamente. ¿Había fallado en el examen? La mente de Katsuki maquinaba a cien kilómetros por hora, intentando saber qué había puesto a Izuku de esa manera.

Sintió su cuerpo siendo despegado del suelo, los fuertes brazos apretarse aún más a él. ¡¿Pero qué mierda le ocurría!?

—¡Kacchan, lo logré, lo logré, en serio lo logré! —Chilló Izuku, empezando a girar con él por toda la cocina, dando saltitos y levantándolo en el aire. Su pulso estaba descontrolado, la voz animada de Izuku se sentía como un toque al alma— ¡Pasé el examen y obtuve la mejor nota! El profesor me felicitó por mi creación, dijo que hablaría con uno de sus amigos en un restaurante de muy buena calidad para que trabajara como sous chef hasta que consiguiera mejores recomendaciones con sus jefes, ¿¡no es eso genial!?

Estaba empezando a marearse, pero las noticias en serio alegraban su negro corazón. Golpeó el hombro de Deku lo suficientemente fuerte para hacer que detuviera sus vueltas y lo llevara de nuevo al suelo. Todo giraba a su al rededor, pero entre todo ese montón de sombras que se entremezclaban con las luces de la cocina, podía admirar el tierno rostro de un chiquillo, un chiquillo demasiado grande para ser llamado como tal. La sonrisa de Izuku era tan radiante que cegaba su vista, así que la desvío para no caer en la locura. Se enderezó y tapó la cara de Izuku con una de sus manos, pues el mareo hacía todo mucho más difícil de discernir, solo lograba que su corazón se volviera más estúpido por ese hombre de ojos verdes.

—Bien hecho, tonto Deku. Sabía que lograrías patearle el trasero a ese montón de aficionados. —Deslizó su mano hasta la cabellera alborotada de Izuku, sacudiendo la melena verdosa. Izuku rio, pareciendo disfrutar el tacto que le estaba dando.

—No sabes cuánto te agradezco por haberme ayudado. Sin ti, seguro hubiese tenido un ataque de pánico en plena presentación. —Rascó su mejilla con nerviosismo, titubeando en sus risitas—. Puede sonar tonto para ti, pero mientras preparaba la salsa, vi que algunos de mis compañeros ya estaban metiendo el platillo al horno. Me puso muy ansioso pensar que no acabaría a tiempo, sin embargo, pensé en lo que tú harías si estuvieses en mi situación, y fue como... ¡como una explosión de seguridad! Pude oírte gritando en mi oído que no prestara atención a los demás "extras" y me concentrara en mi "mierda". Eres el mejor, Kacchan, incluso tu presencia onírica es increíble. —Katsuki soltó una risotada al oírlo, sintiendo a su ego crecer con cada palabra. Izuku lo miró a los ojos, estos brillaban como dos luceros en el preámbulo de la noche, tan fascinantes que era más que sencillo perderse en ellos. Suspiró, ejerciendo más fuerza en las caricias.

—¡Por supuesto que soy el mejor, soy el jodido Bakugō Katsuki! El único capaz de enseñarle a un chef inútil como hacer un buen platillo.

Jaló un poco de los rulos para molestarlo, haciendo que Izuku soltara un quejido. Katsuki volvió a reír, pero retiró la mano del alborotado cabello. Entonces, se dio cuenta de un pequeño detalle: las manos de Deku seguían rodeando su cuerpo, solo que ahora, en vez de estar aferrado a su espalda, estaban frente a frente, tan cerca que el aire se entremezclaba entre ellos. Tal vez era él romantizando cada contacto que tenían, pero podía sentir la respiración pesada de Izuku golpeándole los labios. Izuku dirigió los ojos a su boca y él hizo lo mismo con lade Deku. Maldición, quería besarlo, las ganas empezaban a rasgar su vientre como un animal enjaulado, exigiendo dominarlo y hacer a Deku suyo.

—Sí, eres el mejor de todos —susurró Izuku.

Katsuki soltó una bocanada de aire al sentir las manos pecosas jugando con los pliegues de su camiseta, Izuku relamió sus labios, tragando saliva un segundo después.

El agarre en su cintura se apretó, haciendo que un escalofrío recorriera su piel. No, esto no podía ser un invento de su cabeza, Deku lo veía con los mismos ojos con los que lo veía él: hambre, un hambre tan voraz que demandaba la carne del otro, morder la piel hasta dejar marcas, enrojecerla. Katsuki empuñó las manos en el pecho de Izuku, y este recorrió un pequeño tramo de la piel de su espalda con sus dedos.

El tacto le quemaba, la respiración encendía un fuego en su pecho que solamente podría ser calmado al explorar el cuerpo de Izuku.

«Bésalo».

Se acercó con lentitud, tanteando terreno, Izuku se quedó estático, sin hacer más movimientos que los necesarios.

Quería besarlo, necesitaba hacerlo.

Humedeció sus labios, y se acercó unos centímetros más, manteniendo un reducido espacio entre ellos. Si esto iba a ocurrir, Deku tendría que dar el primer paso.

No sabía lo que estaba haciendo, tal vez solo era el momento apoderándose de él, pero aun así, le encantaba la sensación de estar junto a Deku.

Cuando Izuku por fin parecía haberse decidido si avanzar o no, el timbre partió el aire con un desagradable estruendo. Ambos se alteraron y se apartaron el uno del como como si quemaran. Katsuki respiraba de forma casi errática, e Izuku corrió entre tropezones hacia el intercomunicador.

El bastardo estaba escapando.

—¿¡Quién es!? —Oyó a Izuku desde la cocina, su voz sonando nerviosa.

—Soy Ochako. Traje algo de té para celebrar, ¿todo está bien, Deku-kun? —la baja voz proveniente del intercomunicador crispó su piel en segundos.

—Sí, sí, solo me tomaste desprevenido. Te abriré, dame un segundo.

Luego de eso, volvió a oír pasos, y supuso que Deku estaba abriendo la entrada desde el celular.

«¿Qué carajos acaba de pasar? ¿En serio iba a besar a Deku? No puede ser, ¡le hubiese comido la boca al bastardo y ridículamente sexy nerd estúpido si tan solo esa Gordaraka no hubiera aparecido! Me cago en todo».

Casi podía ver el humo saliendo de su nariz, como un enorme dragón enojado. Sería capaz de quemar una aldea llena de aldeanos si estos tan solo tuviesen el horrible rostro de Uraraka. Joder, que no hubieran podido besarse era culpa de la Urraka y Deku, él por haberle valido tres hectáreas de mierda lo que estaban a punto de hacer, y ella por existir. Era culpa de ambos.

Envenenar los postres que estaban en la mesa no era tan mala idea ahora que lo pensaba.

Deku estaba detrás de él, seguro en el marco de la entrada a la cocina, lo sabía porque podía sentir sus ojos nerviosos fijarse en su espalda, como si sintiese algún tipo de culpa como para acercársele un poco más. Su corazón se apretó.

Katsuki tomó algunos frutos rojos que yacían en una pequeña cesta, y los esparció sobre el betún de maracuyá. Algunos pasos tímidos a sus espaldas lo hicieron distraerse un poco de su tarea, los pasitos siguieron resonando hasta detenerse al lado suyo. Izuku suspiró encantado.

—¡Guau, Kacchan, esto es magnífico! Todo se ve increíblemente delicioso, ¿a qué se debe que hayas prepara...? No puede ser, —Observó de soslayo el verde brilloso de sus ojos, y como tapaba su boca con una mano para que no lo viera salivar. Rodó los ojos, siempre se portaba así cuando preparaba algún dulce—, ¡galletas de dinosaurio y pasteles de betún de maracayá con frutos rojos! ¡Son mis favoritos!

—Lo sé, por algo los hice. Son para ti, por aprobar el examen —dijo en forma vaga, terminando de esparcir las frutillas—, y deja de babear sobre ellas, pareces un maldito san bernardo.

—L-lo siento —Habló bajito, ruborizándose casi al instante—. Por All Might, en serio eres increíble, ¿cómo sabías que iba a aprobar? ¿Tanta confianza me tenías? E incluso te tomaste las molestias de preparar mis postres favoritos. Es un alivio que haya aprobado, me hubiese carcomido la culpa haber aplazado y que tú hubieras hecho esto por nada. No te merezco, de verdad no lo hago. Muchísimas Gracias.

—Primero: sabía que aprobarías porque no me hubiera desvelado por algo inútil, además de que yo no ayudo a perdedores. Segundo: sí, fue una jodida molestia hacer esta mierda, así que espero tragues estas porquerías hasta reventar porque yo no lo haré. Y tercero: no importa cuántas veces digas lo increíble que soy y como claramente no me mereces, no te daré nada hasta que llegue tu "querida" invitada.

—¡Kacchan!

Izuku lo miró por unos segundos, con esos enormes ojos tan expresivos como los de un borrego. Gruñó, tomó una de las galletas en forma de dinosaurio y, harto de que pusiera esa cara de niño regañado, se la acercó a su lastimero rostro.

—¡Tómala y lárgate a acomodar la mesa para la tragona de tu novia!

Izuku sonrió, pero en vez de tomar el dulce e irse, agarró la galleta de la mano de Katsuki con su boca, mirándolo en todo momento, con una intensidad que Katsuki había visto tan solo unos minutos antes, cuando estaba a punto de besarlo. Izuku sonrió, con el pequeño dinosaurio aún atrapado entre sus dientes.

—Wof, wof. —Ladró Izuku, antes de salir corriendo hacia la sala.

Katsuki sintió su pulso descontrolarse, podía percibir el hormigueo en la mano donde anteriormente estaba la galleta. Frunció el ceño, intentando mitigar la sensación, pero cayendo más en la enorme grieta en la que se encontraba atrapado.

Un rato después, Ochako fue recibida con un cariñoso abrazo de parte de Izuku, incluyendo un beso en la mejilla que ella aceptó gustosa. Tuvo que soportar que ella lo felicitara por la victoria en el examen, dándole un montón de sus asquerosos "cariñitos" en todo el pecoso rostro. Le hervía la sangre, podía incluso escuchar el bajo gruñir que estaba emitiendo de forma inconsciente. Ella lo saludó con camaradería, como si fuesen amigos. Le daba repelús que fuera tan buena persona, porque siempre lo hacía quedar como el malo ante los ojos del nerd, con esos repulsivos orbes marrones y mejillas sonrosadas. A penas entendía cómo lograba sobrevivir en el mismo espacio que Uraraka sin destrozar su cara de ángel bonachón contra la cerámica.

Se sentaron en la sala de estar, Izuku y Ochako compartiendo una animada conversación, mientras que Katsuki los veía con un potente aire sombrío que ignoraban en su totalidad. Era algo de rutina, Katsuki se quedaba con ellos, como una manera de que no pasaran a mayores (un chaperón, mejor dicho), y cuando los veía muy acaramelados, se retiraba a su habitación a ahogarse en música coreana o a molestar a Kirishima y Kaminari por videollamada, no sin antes oír a Deku reclamarle su partida.

No podía creer que existiera alguien tan ciego como ese maldito chef. ¿No se daba cuenta de todo el dolor que le causaba?

Cuando Uraraka empezó a hablar sobre los nuevos trajes de baño que usaría para la fiesta de graduación en la casa de un extra, supo que era la señal para retirarse. Oír a Deku decirle: “te verías hermosa en lo que sea que elijas” o “esperaré con ansias ese día para verte” no estaba en ninguno de sus planes, para nada.

Estaba a punto de levantarse, cuando Deku señaló con curiosidad una cajita roja en las manos de Uraraka.

—¿Ese es el té que mencionaste? —Uraraka quedó estática, notando que había sido cortada de tajo. Ella asintió, teniendo una sonrisa apenada.

—Mmm, sí. Nos entretuvimos hablando y olvidé dártelo.

—¡Gracias, Uraraka-san, se ve muy bien! —Celebró Izuku, tomando el té que le extendía Ochako y levantándose del sofá— Iré a preparar un poco para comer con los postres que hizo Kacchan. Eres libre de probarlos, ¡están deliciosos! Kacchan en serio es un gran repostero. —Dirigió una pequeña mirada a Katsuki, que se la regresó de igual forma—. Vuelvo en un momento —dijo, desapareciendo por el marco de la cocina.

Se había quedado solo con la Gordaraka, que llevaba de tanto en tanto un glaseado dinosaurio a su boca. Un silencio incómodo embargó el aire. Se miraron entre sí, sin saber bien cómo actuar ante ese asunto.

Jamás había intercambiado más de cinco oraciones en una conversación con esa mujer, además de que era obvio que socializar no era su fuerte.  Preferiría tener el culo lleno de granos que interactuar con ella. Seguro iban a permanecer en un rotundo silencio hasta que Deku volviera.

Uraraka se acercó un poco a él, solo lo suficiente para que, sea lo que sea que dijera, solamente pudiese escucharlo Katsuki.

¿Qué putas estaba ocurriendo y por qué esa peste se creía con el derecho de acercársele? Contuvo sus ganas de golpearla, viendo disimuladamente los patéticos intentos que hacía por llamar su atención.

—Bakugō-kun, Bakugō-kun —susurró Uraraka, oyéndose como un plato siendo rayado por un tenedor a oídos de Katsuki—, necesito hablar contigo.

—Eres una molestia, en serio. ¿Y por que hablas tan bajo? No estamos en una jodida biblioteca, Uraraka. —Tomó una de las galletas, y arrugó el rostro al sentir el dulzor en su lengua. Sí, habían quedado perfectas para Deku.

—Sé que no estamos en una biblioteca, pero se supone que Deku-kun no debe saber esto. —con solamente eso, había logrado llamar su atención.

Se giró un poco hacia ella, clavando sus rubíes en la redonda cara.

—Habla, ¿qué intentas ocultarle al nerd?

—No es nada malo, es solo que Iida-kun, Tsuyu-chan y yo le planeamos una pequeña fiesta sorpresa esta noche con algunos de sus compañeros de curso, para celebrar que aprobamos los exámenes. Además, el mejor amigo de Tsuyu se vio muy servicial; nos ayudó con esta pequeña sorpresa, contribuyó con la fiesta de graduación e hizo que su padre apurara a la directiva para la entrega de título. Ahora será el viernes de la semana que vie...

—Ve al punto, maldita sea —dijo entre dientes, sintiendo como las arcadas se acumulaban en su garganta al ver un actuar clásico de Deku en esa perra.

—Quiero que vayas. —Katsuki la vio como si le hubiese salido otra cabeza. Ochako continuó—. Sería algo muy especial que estuvieses allí. En todas las celebraciones en las que estamos incluidos, tú desapareces y Deku-kun  siempre queda muy triste, como hace seis meses, la fiesta en la que vomitó y se desmayó ya que lo dejaste solo porque "suponías que yo estaba con él para supervisarlo".

—Yo no lo dejé solo, él se perdió, cuando lo encontré estaba con ustedes, así que creí que todo estaría bien.

—Estábamos drogados hasta la coronilla, ¿qué rayos dices? Ni siquiera Iida-kun estaba cuerdo ese día.

—Al menos me hice cargo de él después del desmayo. Lo traje al apartamento, lo hidraté, bañé, cambié su ropa y hasta lo llevé a dormir, carajo, fue mucho más de lo que ustedes hicieron luego de que "acordaramos" animarlo cuando se enteró del suicidio de Evelyn en ese libro. Que, por cierto, fuiste tú, su comprensiva novia, quien le recomendó tal mierda sabiendo como se pone.

Ochako chasqueó la lengua, llevando un pastelillo a su boca, notablemente frustrada.

—Está bien, no fuimos los mejores amigos ese día, yo misma me siento muy apenada por no haber podido ayudar. Pero, aun así, en todas las demás reuniones en las que sí nos hemos comportado, tú no asistes, nunca. No tengo idea de cómo tu amor por él no vence el disgusto por nosotros. —El trozo de galleta que pasaba por su garganta casi se quedó atascado debido a las palabras de Uraraka. ¿Ella lo sabía? ¿Sabía de su loco enamoramiento por Deku? No, era imposible, él disimulaba muy bien sus actitudes con aquellos a los que no quería tener de piedrecillas en el zapato—. Es tu mejor amigo, eso es innegable. Muy, muy en el fondo de tu desgarbado corazón, te preocupas por esas hermosas pequitas en sus mejillas. Sé que no te caemos muy bien, tú tampoco a nosotros, pero eres importante para Deku-kun y yo quiero que sea completamente feliz en una fiesta en la que también podamos estar. Así que, necesito que dejes a un lado tu desprecio, demuestres lo mucho que lo quieres, y vayas a la fiesta.

Katsuki nintervenir con algo más, pero el chillar de la tetera logró hacerlo primero. Ochako volvió a su asiento, pues se había rodado un poco para lograr escuchar sus susurros. Katsuki mordió con algo de fuerza la cabecita de la galleta, tamborileando sus dedos en el posabrazos del sillón.

Le enojaba saber que Gordaraka seguía desconociendo su amor por Deku. Tal vez porque no quería que ella lo tratara con esa casual amabilidad con la que tratas a los allegados de tu pareja. Mierda, Katsuki deseaba que lo viera como una amenaza para su posición, en vez de un aliado.

Por otro lado, jamás imaginó hacerle falta a Deku cuando el trío de florecillas le hacían fiestas o esas cagadas de la facultad de gastronomía.
Había un acuerdo de tolerancia implícito entre los amigos de Deku y él: Katsuki celebraba sus cumpleaños u ocasiones especiales con Deku por su lado, y ellos por otro, pero saber que esto de alguna manera no le funcionaba a Deku, lo hacía sentirse un poco mal.

Comió lo último que le quedaba del dulce, preparándose mentalmente para lo que diría.

—Lo pensaré —susurró Ochako movió sus ojos hacia él, teniendo una sonrisa enorme en sus labios—, pero no prometo nada.

—¡Muchas gracias, Bakugō-kun! —Katsuki bufó, pero la voz de Deku sonó más fuerte.

—¿Gracias por qué? —De repente, un tenso silencio invadió el espacio.

Katsuki miró a Deku, que sostenía una bandeja con tres tazas en una de sus manos, manteniendo en su rostro una suave expresión de desconcierto. Llevó las tazas a la mesa, teniendo sus ojos en el estático cuerpo de Uraraka.

—Ba... Bakugō-kun aceptó enseñarme la receta de la crema que le puso a las galletas. —Rio Ochako, tomando otra del plato.

—¡Te dije que era el mejor repostero! Pero me siento un poco ofendido de que se lo enseñes a ella y no a mí, Kacchan —dijo Izuku. Su frente mostraba una pequeña arruga de enojo, pero seguro estaba muy feliz de que su novia haya apreciado uno de sus postres  favoritos en el mundo: las galletas de Kacchan. Katsuki sabía que esto era así. Izuku tomó el cuchillo, empezando a repartir las porciones de pastel— Ahora, ¿qué decías sobre ese traje de baño?

Katsuki se echó hacia atrás en el sofá, rogando que la conversación terminara rápido.

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◤El Stripper Gay Del Bar Hetero◢ [BkDk]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora