Ella

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Era viernes la semana, al fin había acabado y lo mejor no tenía clases en el fin de semana, estaba en la cafetería, eran las 12 del día. Leyendo Carrie lo había comprado en una tienda de libros usados, también compré Tú y yo aquí ahora y Por trece razones, pero preferí empezar con el libro de King para ver que tal estaba.

—Hola Midoriya, ¿no tienes clases?

—No hasta las 2 —la vi esta vez tenía una camisa rosa y unos pantalones más holgados combinados con unas gafas de sol negras y su diadema —. ¿Está cruda?

Ella se rio y se sentó frente a mí y puso sus brazos en el escritorio —. No bebí anoche.

—¿Su novio se puso violento? — pregunté mientras cerraba el libro.

Ella se quitó las gafas de sol, su mirada se veía cansada —. Estoy bien.

—Pero se ve cansada.

—Un poco no dormí nada bien, tenía varios asuntos pendientes que resolver, pero no pasa nada, no te preocupes.

—Quiere que le lea, ¿a ver si se duerme?

—Tengo clases a la 1.

—Ósea que tiene una hora para dormir.

—No quiero dormir.

—Quiere una canción o que le lea.

—Cántame la última canción que escuchaste —ella apoyó su cabeza en sus brazos y cerró los ojos.

—¿Cómo sabré que se quedó dormida?

—Ya no te contestaré.

Me acerqué a ella, me le quedé viendo, se veía bastante linda —. Recuerdo la magia de las palabras que, hacía un bello arcoíris, me guiaban, fue cuando todo mi mundo se coloreó, pasó repentinamente.

—Esa canción es bella.

Mi voz real siempre me mostrará, las luces del sendero que debo tomar y sé que debo dejar de dudar, hoy tengo que abrazar mis convicciones.

—Es triste o feliz.

No respondí y proseguí con mis susurros —. Al sentir mi corazón latiendo, al oír mi respiración fluyendo esa calidez que vive en mi pecho, siento que crece a fuego lento —esta vez respondió con unos susurros —. Como una galaxia arriba en el cielo, como cosas que olvidé sin quererlo, como eventos que hoy son solo recuerdos, siempre quisiste protegerlos. Es lo que debo entender, debo entender, tan solo yo lo puedo hacer, lo puedo hacer.

Estaba dormida, se veía hermosa, tenía tantas ganas de sacarle una foto pero no. Debía de seguir durmiendo. Seguí mi lectura pendiente del reloj a las 12:50, tome su muñeca y la llame por su nombre, ella se despertó de golpe, le enseñé el reloj, me dio las gracias y se fue. Al parecer no había despertado al 100%, pero me dio gusto que haya descansado un poco.

Al salir del trabajo me fui directo al metro cuando llegué, ahí estaba aquella mujer en el celular, no quería hablarle, pero tenía curiosidad de saber cómo estaba, el cómo seguía y si ya se iba a su casa, así que me senté a un lado de ella.

—¿Y cómo sigue?

—Bien, me sentí mejor por haber dormido un poco.

—Me alegro.

—Gracias por tu canción, tienes una bella voz.

—¿Va a casa?

—Si tengo que intentar dormir.

—Debería.

—¿Y dónde tú te quedas, no hay personas molestas?

—No hay nadie así, solo estudiantes metidos en habitaciones sucias bebiendo y masturbándose.

—¿También tú?

—Todos los jóvenes lo hacen sin excepciones.

—¿Aunque tengan novia?

—Si eso te relaja y te ayuda a descansar.

—Había leído algo así en una revista.

—¿Así que usted también lee?

Me vio con sorpresa y algo de enojo, al parecer le había molestado mi comentario, tenía su cabeza algo inclinada —. Mi familia tiene un negocio, vendemos revistas, mangas, periódicos, también libretas, lápices, borradores, plumas, etc.

—Vaya, eso es interesante.

—¿Y no han metido chicas en donde te quedas?

—¿Se refiere a si he escuchado gemidos?

—Si —afirmó ella con franqueza.

—Sí, sobre todo los viernes y los sábados.

—¿Y te has masturbado con eso?

—¿Pregunta si me excitan los gemidos ajenos?

Ella afirmó con la cabeza y le respondí que no. Nos quedamos un momento en silencio, viéndonos y el metro pasó y nos subimos.

—¿Harás algo este domingo?

—Mañana visitó a mamá y ese día entró a las 7 a trabajar.

—¿Vas todos los sábados?

—Trato ya que a veces no puedo porque se va a ver a Papá, él trabaja en Canadá.

—¿Le ayudas en la casa?

—A veces me pide que barra la calle, o trape la sala, tienda la ropa recién lavada. La semana pasada me pidió que le trajera una trampa y veneno.

—¿Tenía ratas?

—No, los gatos se metían y defecaban en su jardín

Me dejó de ver y apretó sus dientes, dio un suspiro y me vio —¿Quieres ir a mi casa?

—Este domingo —ella afirmó con la cabeza —. ¿Y si la dejan?

Me vio con cara, sería de enojo, e incluso cruzó sus brazos —. A mí nadie me manda, yo hago lo que quiero.

—Si usted lo dice —afirme, baje la mirada —. ¿Tengo que llevar algo?

—¿Cómo qué?

—Soda, cerveza, vino, rosas, globitos.

Ella rio y vio hacia arriba —. Para que alcohol si tú no tomas, pero si tengo todo eso en mi casa, tráeme tulipanes amarillos y estoy tomando anticonceptivos.

—Esas son buenas noticias —le sonreí.

—¿Te parece?

—Sí, ahora sé que le gustan los tulipanes.

Ella volteó sin dudas, se estaba riendo, aunque en silencio volvió a verme, pero con una mano en su boca.

 —¿Por qué presiento que pensó algo malo? —mencioné.

—Ahora resulta que tú eres el sorprendido, yo no soy la que propuse llevar «globitos».

—Bueno, ahora sé que cuando cumpla años no le debo regalar globos ¿Le gustan los peluches?

Ella soltó una carcajada que hizo que todo el vagón volteara —. Si —respondió con mucha dificultad

—¿Está bien? —ella respondió que «sí» con su cabeza —. Si tiene muchas ganas tengo una botella —alzó sus brazos mientras se seguía riendo —. ¿Se cambió de pañal? —puso sus manos en mi boca a la vez que se seguía riendo hasta que se calmó un poco.

Luego de un momento se calmó y me pidió el celular para mandarme la ubicación de su casa, se lo di, pero le dije que no tenía WhatsApp, ella se sorprendió y me preguntó si tenía Facebook, pero también negué. Me dijo que me enviaría un mensaje con su ubicación, al llegar a su estación me dio un beso en la mejilla y se despidió. Ahora queriendo y sin querer tengo una cita en la casa de una bella chica. ¿Qué podría malir sal?

Hasta que te conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora